miércoles, 21 de noviembre de 2012

Cien días


 

Lo que sucederá en los primeros cien días de gobierno sólo lo sabe un círculo pequeño, la desconfianza sembrada no da las facilidades para la fluidez democrática de la información de los asuntos públicos. Conjeturar, especular, sospechar, son verbos que niegan de principio la certeza. Incluso las propuestas ya apuntadas por el presidente electo están a la espera del hálito de vida de los hechos contundentes, muelles para una nueva administración.

Pregunto y me pregunto ¿Qué me gustaría de esos primeros días?

Cien días sin escándalos originados desde el gobierno. Que los vencedores no se dediquen a denostar el pasado reciente, a legitimarse sobre la lápida de sus adversarios. Que la aplicación de la ley no tenga fines mediáticos o de venganza. Que lo que se decida esté bien fundado. Que por la vía de la actuación pública y de los acuerdos al fin podamos observar el nacimiento de una clase política como resultado de un proceso y cierre de la transición democrática, apertura de un nuevo régimen.

Que los poderes fácticos respeten los poderes establecidos y reconocidos en la Constitución, que no simulen legalidad como lo pregona Ricardo Salinas Pliego con su convocatoria a darle la vuelta al gobierno.

No todo está al alcance de los recursos de la Presidencia como para pedirle lo imposible. Pero con lo que tiene, un mandato y sus atribuciones, disposición del erario, hay margen para actuar sin quejarse de la falta de apoyos. El Estado de Derecho y legitimidad electoral son soporte para el ejercicio, evitar su dilapidación es una obligación. Si no se alcanzan acuerdos al menos asegurar lo posible.

Como se inicia se concluye. Es la lección que deja la administración saliente, agotada por el voluntarismo y en revanchismo ideológico, ahogada en su propia propaganda. Mucho dirá del talante de la nueva administración la moderación de la propaganda sustentada en hechos.

En cien días no se resolverán carencias estructuradas tras la remoción del régimen de la revolución por un orden a modo con los grandes consorcios, pero si se puede decirle a la mayoría de los mexicanos que hay autoridad para proporcionar justicia y seguridad, que el Estado no se desentiende del control marítimo-territorial que lo comprende, que provee de los recursos que proporcionan el bienestar de la población.

Poner el bienestar en el centro de la eficacia gubernamental es un contenido por demostrar de un enunciado reiterativo de cien días y emblema de todo un sexenio y más.

Lo expuesto no es pronóstico, ni profecía, tampoco programa, es el deseo de un buen ingreso para todos ¿Alguien se opone?
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