jueves, 18 de febrero de 2016

Triste y desarmado

Desde el lunes hasta el miércoles de esta semana, seguir el espectáculo televisivo llamado “papa Francisco”, fue apreciar eventos redundantes hacia grupos de enfoque: indígenas, jóvenes, familias, presos, trabajadores y empresarios. En la segmentación de las audiencias se disuelve el mensaje, y a pesar de ello, es factible hacer una recapitulación destacando las dificultades u obstáculos enfrentados por el papa, resaltar aquello que impidió redondear una visita épica. Cabe aclarar, Francisco I no esperaba tal dimensión, antes de arribar a México el papa advirtió: no voy a resolver problemas.

Primera dificultad: una sociedad dividida y lastimada como la mexicana, habitante de un orden institucional sin capacidad de contener la violencia criminal que produce muertos y desaparecidos, un orden rebasado por la impunidad y la corrupción, atrapado en privilegios que son fundamento de la exclusión social. Cuestiones, todas, que a los mexicanos corresponde resolver.

Segunda dificultad: la disposición de un transmisor y decodificador privilegiado de la visita papal, Televisa. Con esa empresa de por medio y su capacidad de cobertura, se construyó un filtro mediático y de uniformidad informativa para un amplio espectro de la población, que operó para descafeinar el mensaje del papa y reducirlo a espectáculo, anestésico de conciencias.

Tercera dificultad: gobernantes dispuestos a obtener rentabilidad política de la visita papal, al extremo de mostrarse más papistas que el papa. La obscenidad de políticos, en disposición de infringir las regulaciones del Estado laico constitucionalmente establecido. Y no menos importante, el caudal de recursos dispensados para imponer el Estado de excepción en todos los recorridos del visitante y así garantizar la seguridad de una persona.

Cuarta dificultad: la división de la iglesia católica en México no fue la mejor caja de resonancia para el tour papal. Francisco I denunció esa división, al hacerlo la profundizó. El efecto, una movilización desigual de la feligresía. Para el contraste, las ciudades de México y Morelia. Adicionalmente, el malestar del clero militante por la negativa papal a no bordar enfáticamente los temas relacionado con los derechos humanos. Este segmento del clero permaneció al margen o fue excluido de los eventos.

Este cuadro de dificultades en el proceso comunicativo formó un contexto sobre el que se desgastó el mensaje del papa. La ambigüedad proveída por el contexto arrolló la aspiración de claridad en el mensaje, si es que la hubo. La intensidad del itinerario, por su parte, obligó a exponer una diversidad de temas sin concluirlos, sin atender del todo a la excitación* de los creyentes, siempre contenida por los mecanismos de seguridad. Discursos desde la estratosfera, de quien mira y hace generalizaciones, pero no se atreve a nombrar para evitar la colisión. Quiénes son los pocos que se benefician en este país, quiénes los corruptos, quiénes los enriquecidos, lo vanidosos y los orgullosos.

Así, en este doble escenario, el de una visita de Estado y el de un periplo pastoral, el papa Francisco I concluyó su estadía en México. Jorge Bergoglio se va triste y desarmado, pues como papa sabe que no tiene las armas para revitalizar la “communitas”** cristiana, como persona es un individuo más en “la sociedad del espectáculo”***.
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*Lejos estuvo la visita pastoral de promover una excitación quiliasta, tampoco fue propósito. Para visualizar una excitación de esta naturaleza ver MANNHEIM, KARL. Ideología y utopía. Ediciones Aguilar. Madrid, 1973.
**Francisco I se mantuvo despreocupado por afirmar la communitas, concepto estudiado por el antropólogo Víctor Turner en relación con la Compañía de Jesús en su libro El proceso ritual. Taurus. Madrid, 1988.
*** La sociedad del espectáculo es una certera y vigente denominación de la sociedad contemporánea propuesta en 1967 por Guy Debord. La sociedad del espectáculo. Editorial Pre-Textos. Valencia, 2005.

domingo, 14 de febrero de 2016

Sonriente y doliente

Lo que uno aprende en el tratamiento de lo religioso como objeto de estudio es a enfrentar un territorio sinuoso, significado por la ambigüedad*. La geografía llana, lo literal existe como acto de fe. La visita del papa Francisco I a México le plantea retos al periodista ansioso de “objetividad”, no ser sensiblero y contentarse con la nota de color. Pero el ciudadano común y católico está en busca de la definición precisa, ya para la alegría, ya para el consuelo.

La ambigüedad comienza desde el perfil del emisor destacado, Jorge Bergoglio. Es un religioso, un santo o un político. Por deformación profesional parto de la consideración del político, jefe del Estado Vaticano y del imperium del catolicismo. Un Estado basado en la legitimidad histórico religiosa veterotestamentaria y de los Evangelios acerca de la vida de Cristo, fundamento de la institución eclesiástica, refrendada y resignificada por los Padres de la Iglesia, los Santos, los Concilios y las encíclicas papales. Es un Estado territorialmente minúsculo que se propone universal en el imaginario de la iglesia católica y sus creyentes. El Vaticano no se destaca por su gran industria, por su producción agropecuaria o sus recursos naturales. Es un Estado de servicios religiosos fundamentalmente, basado en la acumulación y formación de capital simbólico**. Una ciudad-estado, cuasi reliquia de la antigüedad griega, con su jefe que emula al Rey filósofo, prolijo en sus escritos y en su oratoria, no confía del todo en la razón aunque recurra a su astucia. La fe religiosa es más poderosa porque se deja conducir por el corazón emocionado.

La “desambiguación” comienza por considerar al papa Francisco I como político, jefe del Estado Vaticano. No es un emisor cualquiera, elabora con cuidado de acuerdo al destinatario. Donde pone el ojo, pone la bala.

Escena I: Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Llega el Papa a la capital de la república mexicana, se le ve sonriente y condescendiente. Francisco I acepta el cachondeo de la pareja presidencial, de las estrellas de Televisa y un supino gabinete presidencial al servicio de Enrique Peña Nieto.

Escena II: Palacio Nacional. El presidente Peña, el inclemente, nos receta la dosis de todos los días, el mensaje toluqueño que ya nadie quiere atender. Choro, no lo olvidemos, proviene de chorizo. Jorge Bergoglio hace de la seriedad su mejor posibilidad actancial, aquí, frente a la audiencia de los privilegiados. Crítico afirma, cambiar las leyes no es suficiente, el beneficio de pocos corrompe. Críptico, introduce la ambigüedad, buscar el bien común, fundar una civilización de amor ¿Qué es eso? Que cada quien lo interprete a su manera.

Escena III: Catedral Metropolitana. La audiencia es otra, el gremio eclesiástico mexicano en su más alta representación jerárquica. Cardenales, arzobispos y obispos. La llamada de atención a los correligionarios que se extravían en sus pugnas, en la mundanidad. Pastores que descuidan el rebaño. El Papa abreva de la ira divina para amonestar a los clérigos que se entretienen en el clericalismo y dejan ir a la perdición a jóvenes y migrantes.

Escena IV: Basílica de Guadalupe. Fervorín guadalupano inexcusable para el visitante, mensajero y peregrino. Se trata del principal bastión de la fe católica en Latinoamérica. Ocurre el primer baño de pueblo para Francisco I debidamente destilado por los operativos de seguridad. El abuso de la escena por parte de quien no es el actor principal. Peña Nieto corrige el guion y simula el acto de comulgar para tomar un pedazo de legitimidad religiosa. Dilapidó la legitimidad electoral, menospreció la legitimidad histórica, la legitimidad del ejercicio gubernamental naufragó entre la inseguridad y la violencia, la corrupción y la impunidad. Luego entonces, vamos a comulgar.


Escena V: En el predio El Caracol. El gozo del Papa ante un espontáneo baño de pueblo con nueve kilómetros de recorrido. En consonancia o correspondencia se ofrece una homilía franciscana***, de invectiva a las tentaciones de la riqueza, la vanidad y el orgullo. Ecúmene versus globalización. Poco a poco los temas de la agenda, anticipados en las encíclicas de Francisco I (Lumen fidei y Laudato si) dictan el curso de su mensaje. La ambigüedad es un rodeo hacia la claridad, así descubrimos un Papa sonriente y doliente.
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*Beristáin, Helena. Diccionario de Retórica y Poética. Editorial Porrúa. México, 1985. P.p. 41-44. La ambigüedad en la literatura es fascinante en la intriga de la novela negra, fuente de goce en la poesía. En la comunicación la ambigüedad es un obstáculo y puede ser un desastre.
**Es una apreciación extendida la que remite lo simbólico a ciertas manifestaciones del arte, las sociedades arcaicas, primitivas o religiosas. Es un error. La sociedad capitalista está saturada de lo simbólico a través del consumismo, el espectáculo, los gadgets, etc. Ver Baudrillard, Jean. El intercambio simbólico y la muerte. Monte Ávila Editores. Caracas, 1980.
***En enero de 2014, en este blog ya se visualizaba al papa Francisco en México. http://tonalpohualli-rodmigster.blogspot.mx/2014/01/francisco-i-en-mexico.html Francisco I en México
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