Desde el lunes hasta el miércoles
de esta semana, seguir el espectáculo televisivo llamado “papa Francisco”, fue
apreciar eventos redundantes hacia grupos de enfoque: indígenas, jóvenes, familias,
presos, trabajadores y empresarios. En la segmentación de las audiencias se
disuelve el mensaje, y a pesar de ello, es factible hacer una recapitulación destacando
las dificultades u obstáculos enfrentados por el papa, resaltar aquello que
impidió redondear una visita épica. Cabe aclarar, Francisco I no esperaba tal
dimensión, antes de arribar a México el papa advirtió: no voy a resolver
problemas.
Primera dificultad: una sociedad dividida y lastimada como la
mexicana, habitante de un orden institucional sin capacidad de contener la
violencia criminal que produce muertos y desaparecidos, un orden rebasado por
la impunidad y la corrupción, atrapado en privilegios que son fundamento de la
exclusión social. Cuestiones, todas, que a los mexicanos corresponde resolver.
Segunda dificultad: la disposición de un transmisor y decodificador
privilegiado de la visita papal, Televisa. Con esa empresa de por medio y su
capacidad de cobertura, se construyó un filtro mediático y de uniformidad
informativa para un amplio espectro de la población, que operó para descafeinar
el mensaje del papa y reducirlo a espectáculo, anestésico de conciencias.
Tercera dificultad: gobernantes dispuestos a obtener rentabilidad política
de la visita papal, al extremo de mostrarse más papistas que el papa. La
obscenidad de políticos, en disposición de infringir las regulaciones del
Estado laico constitucionalmente establecido. Y no menos importante, el caudal
de recursos dispensados para imponer el Estado de excepción en todos los
recorridos del visitante y así garantizar la seguridad de una persona.
Cuarta dificultad: la división de la iglesia católica en México no
fue la mejor caja de resonancia para el tour
papal. Francisco I denunció esa división, al hacerlo la profundizó. El efecto,
una movilización desigual de la feligresía. Para el contraste, las ciudades de
México y Morelia. Adicionalmente, el malestar del clero militante por la
negativa papal a no bordar enfáticamente los temas relacionado con los derechos
humanos. Este segmento del clero permaneció al margen o fue excluido de los
eventos.
Este cuadro de dificultades en el
proceso comunicativo formó un contexto sobre el que se desgastó el mensaje del
papa. La ambigüedad proveída por el contexto arrolló la aspiración de claridad
en el mensaje, si es que la hubo. La intensidad del itinerario, por su parte, obligó
a exponer una diversidad de temas sin concluirlos, sin atender del todo a la
excitación* de los creyentes, siempre contenida por los mecanismos de seguridad.
Discursos desde la estratosfera, de quien mira y hace generalizaciones, pero no
se atreve a nombrar para evitar la colisión. Quiénes son los pocos que se
benefician en este país, quiénes los corruptos, quiénes los enriquecidos, lo
vanidosos y los orgullosos.
Así, en
este doble escenario, el de una visita de Estado y el de un periplo pastoral,
el papa Francisco I concluyó su estadía en México. Jorge Bergoglio se va triste
y desarmado, pues como papa sabe que no tiene las armas para revitalizar la “communitas”**
cristiana, como persona es un individuo más en “la sociedad del espectáculo”***.
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*Lejos estuvo la visita pastoral
de promover una excitación quiliasta,
tampoco fue propósito. Para visualizar una excitación de esta naturaleza ver
MANNHEIM, KARL. Ideología y utopía. Ediciones
Aguilar. Madrid, 1973.
**Francisco I se mantuvo
despreocupado por afirmar la communitas,
concepto estudiado por el antropólogo Víctor Turner en relación con la Compañía
de Jesús en su libro El proceso ritual.
Taurus. Madrid, 1988.
*** La sociedad del espectáculo es
una certera y vigente denominación de la sociedad contemporánea propuesta en
1967 por Guy Debord. La sociedad del
espectáculo. Editorial Pre-Textos. Valencia, 2005.