Lo que uno aprende en el
tratamiento de lo religioso como objeto de estudio es a enfrentar un territorio
sinuoso, significado por la ambigüedad*. La geografía llana, lo literal existe
como acto de fe. La visita del papa Francisco I a México le plantea retos al
periodista ansioso de “objetividad”, no ser sensiblero y contentarse con la
nota de color. Pero el ciudadano común y católico está en busca de la
definición precisa, ya para la alegría, ya para el consuelo.
La ambigüedad comienza desde el
perfil del emisor destacado, Jorge Bergoglio. Es un religioso, un santo o un
político. Por deformación profesional parto de la consideración del político,
jefe del Estado Vaticano y del imperium
del catolicismo. Un Estado basado en la legitimidad histórico religiosa
veterotestamentaria y de los Evangelios acerca de la vida de Cristo, fundamento
de la institución eclesiástica, refrendada y resignificada por los Padres de la
Iglesia, los Santos, los Concilios y las encíclicas papales. Es un Estado
territorialmente minúsculo que se propone universal en el imaginario de la
iglesia católica y sus creyentes. El Vaticano no se destaca por su gran industria,
por su producción agropecuaria o sus recursos naturales. Es un Estado de
servicios religiosos fundamentalmente, basado en la acumulación y formación de
capital simbólico**. Una ciudad-estado, cuasi reliquia de la antigüedad griega,
con su jefe que emula al Rey filósofo, prolijo en sus escritos y en su
oratoria, no confía del todo en la razón aunque recurra a su astucia. La fe
religiosa es más poderosa porque se deja conducir por el corazón emocionado.
La “desambiguación” comienza por
considerar al papa Francisco I como político, jefe del Estado Vaticano. No es
un emisor cualquiera, elabora con cuidado de acuerdo al destinatario. Donde
pone el ojo, pone la bala.
Escena I: Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Llega el
Papa a la capital de la república mexicana, se le ve sonriente y condescendiente.
Francisco I acepta el cachondeo de la pareja presidencial, de las estrellas de
Televisa y un supino gabinete presidencial al servicio de Enrique Peña Nieto.
Escena II: Palacio Nacional. El presidente Peña, el inclemente, nos
receta la dosis de todos los días, el mensaje toluqueño que ya nadie quiere
atender. Choro, no lo olvidemos, proviene de chorizo. Jorge Bergoglio hace de
la seriedad su mejor posibilidad actancial, aquí, frente a la audiencia de los
privilegiados. Crítico afirma, cambiar las leyes no es suficiente, el beneficio
de pocos corrompe. Críptico, introduce la ambigüedad, buscar el bien común,
fundar una civilización de amor ¿Qué es eso? Que cada quien lo interprete a su
manera.
Escena III: Catedral Metropolitana. La audiencia es otra, el gremio
eclesiástico mexicano en su más alta representación jerárquica. Cardenales,
arzobispos y obispos. La llamada de atención a los correligionarios que se
extravían en sus pugnas, en la mundanidad. Pastores que descuidan el rebaño. El
Papa abreva de la ira divina para amonestar a los clérigos que se entretienen
en el clericalismo y dejan ir a la perdición a jóvenes y migrantes.
Escena IV: Basílica de Guadalupe. Fervorín guadalupano inexcusable para
el visitante, mensajero y peregrino. Se trata del principal bastión de la fe
católica en Latinoamérica. Ocurre el primer baño de pueblo para Francisco I
debidamente destilado por los operativos de seguridad. El abuso de la escena
por parte de quien no es el actor principal. Peña Nieto corrige el guion y
simula el acto de comulgar para tomar un pedazo de legitimidad religiosa. Dilapidó
la legitimidad electoral, menospreció la legitimidad histórica, la legitimidad
del ejercicio gubernamental naufragó entre la inseguridad y la violencia, la
corrupción y la impunidad. Luego entonces, vamos a comulgar.
Escena V: En el predio El Caracol. El gozo del Papa ante un
espontáneo baño de pueblo con nueve kilómetros de recorrido. En consonancia o
correspondencia se ofrece una homilía franciscana***, de invectiva a las
tentaciones de la riqueza, la vanidad y el orgullo. Ecúmene versus
globalización. Poco a poco los temas de la agenda, anticipados en las encíclicas
de Francisco I (Lumen fidei y Laudato si) dictan el curso de su
mensaje. La ambigüedad es un rodeo hacia la claridad, así descubrimos un Papa
sonriente y doliente.
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*Beristáin, Helena. Diccionario de Retórica y Poética.
Editorial Porrúa. México, 1985. P.p. 41-44. La ambigüedad en la literatura es
fascinante en la intriga de la novela negra, fuente de goce en la poesía. En la
comunicación la ambigüedad es un obstáculo y puede ser un desastre.
**Es una apreciación extendida la
que remite lo simbólico a ciertas manifestaciones del arte, las sociedades
arcaicas, primitivas o religiosas. Es un error. La sociedad capitalista está
saturada de lo simbólico a través del consumismo, el espectáculo, los gadgets, etc. Ver Baudrillard, Jean. El
intercambio simbólico y la muerte. Monte Ávila Editores. Caracas, 1980.
***En enero de 2014, en este blog
ya se visualizaba al papa Francisco en México. http://tonalpohualli-rodmigster.blogspot.mx/2014/01/francisco-i-en-mexico.html Francisco I en México
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