“La palabra ‘epidemiología’
proviene del griego epidemia, que significa ‘permanencia en un país o llegada a
él’. En su uso más corriente, epidemia
(así como las palabras relacionadas con ella) se refería a la permanencia o
llegada de personas, pero también podía aludir a la permanencia o llegada de
cosas, como la lluvia, las enfermedades o, incluso, las costumbres”
Dan Sperber.
Con Donald Trump ha despertado el
fascista que todos llevamos dentro. Su triunfo en las elecciones presidenciales
del 8 de noviembre recién en los Estados Unidos, ha sorprendido a encuestadores
y analistas. Personalmente he preferido no abordar el proceso electoral
norteamericano, ni lo voy a hacer porque no tengo elementos sobre el tejemaneje
político electoral de aquellas latitudes, salvo si su referencia tiene
influencia con quienes conducen políticamente a México es por demás ostensible.
Tal fue el caso de la visita de Trump a México a invitación expresa del
presidente Enrique Peña Nieto en agosto pasado. Considero que México y los
mexicanos estamos comprometidos para rechazar ideas y actos que asumen la postura
de supuesta supremacía racial, como las de Trump. Durante su campaña éste
personaje se dedicó, en parte, a estigmatizar a México y a los mexicanos. No le
veo a Trump las intenciones de modificar su postura xenofóbica, mucho menos
disculparse así sea con rubor.
Lo que me interesa es qué va
hacer México, tanto gobierno como sociedad, frente a la amenaza manifiesta que
representa el presidente electo de los Estados Unidos. La sociedad murmura y
graceja en las redes. Por su parte, la autoridad reincide en la genuflexión y
ve los resultados de la elección citada como una oportunidad. Oportunidad para
quién ¿Cuándo los resultados electorales allá derivan en oportunidad para México?
La relación entre los dos países ha sido más bien sadomasoquista. A los
racistas no se les debe extender la mínima confianza. Enterados estamos que de
nada le sirvió a Stalin pactar con Hitler. La Unión Soviética aportó el mayor
número de vidas segadas a causa de la Segunda Guerra Mundial.
La clase política mexicana está
por entero colonizada o prefiere el bajo perfil, como los balbuceos de López
Obrador. De lo primero no sólo tenemos el caso de Peña Nieto, que en su visión
no atisba ningún peligro. También Margarita Zavala, Marcelo Ebrard y algunos
senadores, que les pareció oportuno entrometerse en la campaña de Hillary
Clinton. Nunca vimos un acto de unión de nuestros políticos para salir al paso
de las denostaciones de Trump.
Otra expresión de la clase
política colonizada, aunque no tenga nada que ver con el proceso electoral
mencionado, es Ricardo Anaya. Este prócer, que se dice quiere servir a los
mexicanos como su presidente, tiene a su familia viviendo en Atlanta, Estados
Unidos, porque en su país no le garantizan seguridad y educación para su
familia.
Si así estamos, créanme que para
las próximas elecciones presidenciales del 2018 el tema será la anexión
incondicional de México a los Estados Unidos.