Por la vía de los votos y por veredicto
judicial, Enrique Peña Nieto es ya Presidente electo. Ha concluido un proceso
electoral inédito, el viejo partido ganó. Lo hizo porque sus adversarios no
mostraron una mejor valía ante los ojos de la ciudadanía. El PAN no tenía cara
para presentarse, noventa y cinco mil muertos y su estela de corrupción lo
arrinconaron. El Movimiento Progresista, su líder y su círculo, se ahogaron en
su propia soberbia.
Es al triunfador que se le demanda
hacer un esfuerzo de construcción paciente y sostenida de reconciliación, después
de una contienda que de manera efectiva dividió y exige al ganador contener a
las bestias que se incuban en todas las fuerzas políticas, baste asomarse a las
redes sociales, incluidas los foros de opinión de los diarios. Hacer del triunfo
un regalo civilizatorio sería el mejor logro del nuevo gobierno.
Las bestias no sólo son los
cárteles que matan a diario en la disputa por las plazas del negocio de las
drogas y la extorsión, son la maledicencia y la edición que insisten en
degradar a quien piensa y es diferente. El mal de la intolerancia nos tiene
pasmados y nos impide ser verdaderamente democráticos.
El 31 de agosto es ya una fecha
histórica por todo el calendario electoral previo.
He leído la sentencia del
Tribunal Electoral, que en sus más de mil trescientas fojas digitalizadas, no
confundir con cuartillas, es ya un documento histórico y debería ser una
lección para la izquierda. No se entiende como después del fracaso en la
demanda de hace seis años, que se le cargó a Horacio Duarte, no se hizo una
mejor impugnación. Tal vez no se hizo porque no se tenían pruebas
demostrativas, perdón por la redundancia. Es una colección de marrullerías
armadas después de la elección, si lo que se denuncia se hubiera puesto con
anterioridad otro gallo cantaría. Si la gente que recibió tarjetas, regalos o
cualquier otra inducción mediante dádivas, y lo denuncia antes de las elecciones
ante la Fepade o el Ministerio Público, las elecciones estarían atoradas ante
el cúmulo de denuncias documentadas. Regalos hicieron todos. Antes de las
elecciones existían esperanzas, para qué ensuciar el proceso. Esa fue la
apuesta. Pero el Distrito Federal no era todo México y ahí se fabricó el
autoengaño de la izquierda, de una parte, la lopezobradorista.
Es de esperarse que después de
declararse la legalidad del proceso electoral federal, Presidencia y Congreso
en juego, por parte del Trife, las fuerzas desestabilizadoras, no me refiero a
la izquierda, depongan su actitud.