sábado, 17 de mayo de 2008

Hacer para creer

El 28 de diciembre del 2006, aquí se comentaba la ardua legitimación que le deparaba el destino al Presidente investido ese mismo mes. Una expresión de la compleja tarea lo constituyó la declaratoria de guerra al narcotráfico que se inició con el Operativo Michoacán. Ha pasado año y medio y el presidente Calderón ha lanzado un desesperado ya basta. Siente que el Poder Judicial, los legisladores y la sociedad no lo acompañan ahora que el fuego del crimen organizado se ha recrudecido y ya alcanza a altos mandos de la seguridad pública.

Se suponía que el presidente disponía de toda la información para emprender la guerra, ahora sabemos que no cuenta con toda la información, ni con toda la lealtad. El aparato de seguridad está infiltrado y la fractura de las lealtades han sido la caja de resonancia para lanzar un llamado desesperado. Esto no quiere decir que la sociedad y los otros Poderes estén en contra de la decisión del presidente y del lado del narcotráfico, lo que pasa es que todo México estaba esperando los milagros del presidente del empleo. Lo que pasa es que no se ha informado desde la presidencia, no se han dado explicaciones, lo que tenemos es publicidad gubernamental frente a nutrida nota roja. ¿Quién conduce la lucha? ¿Cuántas redes financieras, de empresarios y políticos al servicio del crimen organizado han sido puestas a la sombra de una cárcel de máxima seguridad?

También desde la sociedad hay un ya basta al cascareo gubernamental, hacen como si jugaran un partido en regla pero todos saben que no es así. Una muestra del cascareo se deja ver en la información de Reforma sobre las cifras falsas que se dieron sobre el empleo en México durante todos estos meses de calderonismo gobernante. El director del IMSS sale tarde a dar la cara y su error no merece la mínima reprensión de su jefe, por decir lo menos. En un gobierno de profesionales a Juan Molinar Horcasitas ya lo hubieran cesado. A cascarear al llano.

En qué país que ha entrado en Estado de Guerra están dadas las condiciones para impulsar un proceso reformador. Lo uno no va con lo otro. Un Estado de Guerra se acompaña de medidas de excepción que provisionalmente suspenden la vida democrática, o alguno de sus componentes, para salvaguardar al Estado. Pero Felipe Calderón no lo dice, tal vez porque no se lo ha planteado. Pero el orden de las prioridades es lo de menos cuando se trata sólo de abrir frentes. Ahí tenemos el de la mesa que se abrió para los productores del campo, su condición actual es de estancamiento. Ni Alberto Cárdenas, ni Javier Lozano han podido dar una conclusión productiva al diálogo abierto después del 31 de enero. ¿Qué sabemos de las negociaciones? No hay información de los avances que merezca la atención mediática, seguro ha de ser que no hay avances. Se ha diferido el estallido de un conflicto ¿está preparado el gobierno para contener la ira de los productores rurales? Si la dilación obedece al prurito de no hacerle concesiones a la Confederación Nacional Campesina, pues que estrechez de miras.

Bueno, el gobierno es pragmático de contentillo. Ahí está el caso de la relación con el SNTE. Y está bien que el gobierno acuerde con Elba Esther, aunque no hay garantías plenas de una mejora en la educación. En un Estado de Guerra no tiene caso hacerse de más enemigos.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Extraño caso

Juan Camilo Mouriño es el habitante predilecto del régimen. El misil que le envió López Obrador al entonces recién estrenado secretario en Gobernación el mes de febrero, denunciando el tráfico de influencias, lo redujo políticamente pero no le mermó la condición de predilecto. La comisión creada en la cámara de diputados para investigar al funcionario lo declaró inmaculado, su caso no llegará a la Función Pública, ni a la Procuraduría General de la República. Como en los viejos tiempos, la amistad con el presidente en turno lo puede todo. Cuántos ciudadanos mexicanos pueden gozar de tal distinción, diez, cien, mil, diez mil. Seguro que la inmensa mayoría no tiene la condición, ni los merecimientos, para participar del club de los predilectos.

Coincidentemente, a la declaración de la comisión de legisladores le siguió el relanzamiento de Mouriño como jefe del gabinete de seguridad dentro de la enésima reunión del mencionado gabinete que se dio en la ciudad de Culiacán, en Sinaloa. Una presentación impecable, es decir, sin disonancias dentro de un grupo de funcionarios sin diferencias en materia de seguridad, en una ciudad previamente ocupada por Ejército y donde el crimen organizado ha sentado sus reales. Escenario dispuesto con la deliberada intención de mostrar quién tiene el control de esa ciudad capital del estado de Sinaloa. La misma ciudad que el pasado diez de mayo se encontraba inusualmente desolada por el miedo a la delincuencia, según reporte de El Universal. Podemos estar seguros, el gobierno mexicano no aceptará la derrota en la lucha contra los delincuentes. Y los delincuentes, por su parte, no se quedarán con los brazos cruzados. Ya dieron ráfagas de fuego a la comandancia de la policía ministerial en Guamúchil, Sinaloa.

Pero este no era el teatro que se había dispuesto para Juan Camilo. Su actuación había sido preparada para ser el artífice de la reforma energética. Esa estelaridad se le fugó, algo quedó de la eficacia del misil. Así, mientras el funcionario daba función en el Noroeste del país, rodeado de un espectacular dispositivo de seguridad, ese mismo día martes 13, en el Senado políticos y civiles de élite iniciaban el foro para encauzar la reforma energética, discusión propiciada por el Frente Amplio Progresista y en el que no fue requerida la presencia del secretario en Gobernación.

Primer día de debate, que tomado como curso a seguir, anuncia el fracaso de la propuesta presidencial. Pues del lado reformador u oficialista, el dirigente de Acción Nacional Germán Martínez Cázares perdió su oportunidad (Rafael Cardona dixit) y la voz de los opositores tuvo más coincidencias. El neoliberalismo se quedó predicando en el desierto en la voz Carlos Elizondo.

También le toca a Mouriño atarearse con el Ejército Popular Revolucionario en un diálogo inalcanzable. Un enredo más del cual se podría despejar el camino si el gobierno supiera que pasó con los dos miembros de EPR desaparecidos que reclama la comandancia del grupo armado. Lejos de la idílica paz provinciana y artificiosamente alejado de los negocios, la circunstancia Juan Camilo es expresión de que los milagros existen, pues no alcanza la razón para explicar tanta inconsistencia para sostenerse en una situación de poder.
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