El 28 de diciembre del 2006, aquí se comentaba la ardua legitimación que le deparaba el destino al Presidente investido ese mismo mes. Una expresión de la compleja tarea lo constituyó la declaratoria de guerra al narcotráfico que se inició con el Operativo Michoacán. Ha pasado año y medio y el presidente Calderón ha lanzado un desesperado ya basta. Siente que el Poder Judicial, los legisladores y la sociedad no lo acompañan ahora que el fuego del crimen organizado se ha recrudecido y ya alcanza a altos mandos de la seguridad pública.
Se suponía que el presidente disponía de toda la información para emprender la guerra, ahora sabemos que no cuenta con toda la información, ni con toda la lealtad. El aparato de seguridad está infiltrado y la fractura de las lealtades han sido la caja de resonancia para lanzar un llamado desesperado. Esto no quiere decir que la sociedad y los otros Poderes estén en contra de la decisión del presidente y del lado del narcotráfico, lo que pasa es que todo México estaba esperando los milagros del presidente del empleo. Lo que pasa es que no se ha informado desde la presidencia, no se han dado explicaciones, lo que tenemos es publicidad gubernamental frente a nutrida nota roja. ¿Quién conduce la lucha? ¿Cuántas redes financieras, de empresarios y políticos al servicio del crimen organizado han sido puestas a la sombra de una cárcel de máxima seguridad?
También desde la sociedad hay un ya basta al cascareo gubernamental, hacen como si jugaran un partido en regla pero todos saben que no es así. Una muestra del cascareo se deja ver en la información de Reforma sobre las cifras falsas que se dieron sobre el empleo en México durante todos estos meses de calderonismo gobernante. El director del IMSS sale tarde a dar la cara y su error no merece la mínima reprensión de su jefe, por decir lo menos. En un gobierno de profesionales a Juan Molinar Horcasitas ya lo hubieran cesado. A cascarear al llano.
En qué país que ha entrado en Estado de Guerra están dadas las condiciones para impulsar un proceso reformador. Lo uno no va con lo otro. Un Estado de Guerra se acompaña de medidas de excepción que provisionalmente suspenden la vida democrática, o alguno de sus componentes, para salvaguardar al Estado. Pero Felipe Calderón no lo dice, tal vez porque no se lo ha planteado. Pero el orden de las prioridades es lo de menos cuando se trata sólo de abrir frentes. Ahí tenemos el de la mesa que se abrió para los productores del campo, su condición actual es de estancamiento. Ni Alberto Cárdenas, ni Javier Lozano han podido dar una conclusión productiva al diálogo abierto después del 31 de enero. ¿Qué sabemos de las negociaciones? No hay información de los avances que merezca la atención mediática, seguro ha de ser que no hay avances. Se ha diferido el estallido de un conflicto ¿está preparado el gobierno para contener la ira de los productores rurales? Si la dilación obedece al prurito de no hacerle concesiones a la Confederación Nacional Campesina, pues que estrechez de miras.
Bueno, el gobierno es pragmático de contentillo. Ahí está el caso de la relación con el SNTE. Y está bien que el gobierno acuerde con Elba Esther, aunque no hay garantías plenas de una mejora en la educación. En un Estado de Guerra no tiene caso hacerse de más enemigos.
Se suponía que el presidente disponía de toda la información para emprender la guerra, ahora sabemos que no cuenta con toda la información, ni con toda la lealtad. El aparato de seguridad está infiltrado y la fractura de las lealtades han sido la caja de resonancia para lanzar un llamado desesperado. Esto no quiere decir que la sociedad y los otros Poderes estén en contra de la decisión del presidente y del lado del narcotráfico, lo que pasa es que todo México estaba esperando los milagros del presidente del empleo. Lo que pasa es que no se ha informado desde la presidencia, no se han dado explicaciones, lo que tenemos es publicidad gubernamental frente a nutrida nota roja. ¿Quién conduce la lucha? ¿Cuántas redes financieras, de empresarios y políticos al servicio del crimen organizado han sido puestas a la sombra de una cárcel de máxima seguridad?
También desde la sociedad hay un ya basta al cascareo gubernamental, hacen como si jugaran un partido en regla pero todos saben que no es así. Una muestra del cascareo se deja ver en la información de Reforma sobre las cifras falsas que se dieron sobre el empleo en México durante todos estos meses de calderonismo gobernante. El director del IMSS sale tarde a dar la cara y su error no merece la mínima reprensión de su jefe, por decir lo menos. En un gobierno de profesionales a Juan Molinar Horcasitas ya lo hubieran cesado. A cascarear al llano.
En qué país que ha entrado en Estado de Guerra están dadas las condiciones para impulsar un proceso reformador. Lo uno no va con lo otro. Un Estado de Guerra se acompaña de medidas de excepción que provisionalmente suspenden la vida democrática, o alguno de sus componentes, para salvaguardar al Estado. Pero Felipe Calderón no lo dice, tal vez porque no se lo ha planteado. Pero el orden de las prioridades es lo de menos cuando se trata sólo de abrir frentes. Ahí tenemos el de la mesa que se abrió para los productores del campo, su condición actual es de estancamiento. Ni Alberto Cárdenas, ni Javier Lozano han podido dar una conclusión productiva al diálogo abierto después del 31 de enero. ¿Qué sabemos de las negociaciones? No hay información de los avances que merezca la atención mediática, seguro ha de ser que no hay avances. Se ha diferido el estallido de un conflicto ¿está preparado el gobierno para contener la ira de los productores rurales? Si la dilación obedece al prurito de no hacerle concesiones a la Confederación Nacional Campesina, pues que estrechez de miras.
Bueno, el gobierno es pragmático de contentillo. Ahí está el caso de la relación con el SNTE. Y está bien que el gobierno acuerde con Elba Esther, aunque no hay garantías plenas de una mejora en la educación. En un Estado de Guerra no tiene caso hacerse de más enemigos.
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