La lucha contra el crimen organizado cuenta con la centralidad que le ha conferido el Poder Ejecutivo. Si el presidente Felipe Calderón lo ha hecho conscientemente es otra cosa, el hecho es que la guerra contra las bandas criminales ha adquirido la centralidad suficiente como para convertir el resto de las políticas del gobierno federal en algo periférico o complementario. A saber si ésa era la intención deliberada, si se consideró la implicación de la decisión tomada, más allá de las balas regadas y la sangre derramada. Y lo que está por verse, pues la clausura de la guerra no está a la vuelta de la esquina.
Para efectos mediáticos, la agenda de la guerra es la prioridad que el gobierno ha decidido, como lo fue en Colombia en los ochentas y noventas del siglo pasado, y es el reflejo de país que ofrecemos al extranjero. La pena es que se trata de un asunto global en el que sólo México queda exhibido porque se le ha asumido con localidad extrema, como si no hubiera mafias en otras latitudes: Miami, Moscú o San Pablo y Río de Janeiro en Brasil. En esa vitrina se ha puesto al país, lejos de los escaparates de la ciencia y la tecnología, por dar un ejemplo.
El país se ha convertido en solista de una partitura cuya batuta está a cargo de los Estados Unidos. Gobierno norteamericano que mete la mano sin ordenar su casa, ofrece cuatrocientos millones de dólares para que se compongan las cosas y además pone condiciones (Iniciativa Mérida). El asunto es que México se queda solo y azuzado, como perrito sin dueño, en esta guerra contra el narcotráfico que no parece una prioridad global. El mundo está en otros temas, en el de la desaceleración de la economía de la sociedad más consumista del planeta, en el de la crisis alimentaria que ha disparado los precios de los alimentos hacia arriba y alentado el proteccionismo en Asia. Y aquí nosotros, echando bala.
Para efectos mediáticos, la agenda de la guerra es la prioridad que el gobierno ha decidido, como lo fue en Colombia en los ochentas y noventas del siglo pasado, y es el reflejo de país que ofrecemos al extranjero. La pena es que se trata de un asunto global en el que sólo México queda exhibido porque se le ha asumido con localidad extrema, como si no hubiera mafias en otras latitudes: Miami, Moscú o San Pablo y Río de Janeiro en Brasil. En esa vitrina se ha puesto al país, lejos de los escaparates de la ciencia y la tecnología, por dar un ejemplo.
El país se ha convertido en solista de una partitura cuya batuta está a cargo de los Estados Unidos. Gobierno norteamericano que mete la mano sin ordenar su casa, ofrece cuatrocientos millones de dólares para que se compongan las cosas y además pone condiciones (Iniciativa Mérida). El asunto es que México se queda solo y azuzado, como perrito sin dueño, en esta guerra contra el narcotráfico que no parece una prioridad global. El mundo está en otros temas, en el de la desaceleración de la economía de la sociedad más consumista del planeta, en el de la crisis alimentaria que ha disparado los precios de los alimentos hacia arriba y alentado el proteccionismo en Asia. Y aquí nosotros, echando bala.
En conferencia de prensa conjunta, con la Canciller alemana Angela Merkel, el presidente Calderón refiriéndose a la crisis, “informó que hay una inversión de 20 mil millones de dólares para apoyar a las zonas rurales del país.” Además dijo: “Mi Gobierno no sólo no se quedará cruzado de brazos ante este problema, sino que vamos a multiplicar e intensificar las acciones para ayudar a la población más pobre de México ante este súbito aumento de precios”. De esos recursos no dice cuales están etiquetados bajo el programa Vivir Mejor, cuáles pertenecen a la producción de alimentos y a combatir el hambre.
Para esperarse que pronto, en los próximos días, se reúna con las organizaciones campesinas y de productores, también con los gobernadores, y plantee un acuerdo, un pacto, para que los recursos públicos dirigidos al campo tengan acompañamiento de compromisos de las organizaciones y otros niveles de gobierno, que no se pierdan en el subejercicio de la burocracia centralista.
Este es un asunto que palidece ante la exposición del combate al narcotráfico y sus consecuencias que acaparan las primeras planas. No hay tiempo que perder para la consecución de un acuerdo, a menos que se espere que las organizaciones del campo designen una comisión de mediación como ya lo hizo el EPR. No obstante, el presidente Calderón insiste en poner todas las políticas públicas en una canasta. Ya insiste, exige se apruebe su propuesta de reforma energética. No se tiene una definición clara entre lo que es central y lo que complementa.
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