Hay mentiras redondas que se venden como verdades canónicas. Quien gana las elecciones por la gubernatura del Estado de México gana la Presidencia de la República, esa es la afirmación que en tono convincente se repite desde 1998, en la era de las elecciones competidas. La realidad ha sido otra, de nada le ha servido al PRI ganar en tierras mexiquenses, en dos ocasiones consecutivas ha perdido la Presidencia. Visto con seriedad, la afirmación no tiene sustento.
El gobierno ha adelantado la sucesión y la oposición cae en el juego perverso. Se alteran las prioridades. Qué es más relevante en este momento, proponer un presupuesto que devuelva a la senda del crecimiento al país o poner en la vitrina nacional a los presidenciables. Este país tiene muchos rezagos que atender, el Memorándum propuesto por un grupo plural, auspiciado por la UNAM, es una propuesta que está ahí y si el partido en el gobierno no la quiere recoger, la oposición sí lo puede hacer y ofrecer una esperanza a este golpeado pueblo.
Cierto es que el Ejecutivo puede vetar lo que vaya en contra de sus intereses dogmáticos que son los de la oligarquía. También es cierto que con este gobierno incompetente ni con el mejor presupuesto se podrán superar las inconsistencias de un ejercicio reacio a la transparencia y proclive al subejercicio. Pero la oposición está obligada a ofrecer alternativas que en su seno alienten el renacimiento de la concordia perdida y saquen al país del baño de sangre que lo flagela.
Cuando el actuario Ernesto Cordero, Avala que se permita a empresarios reducir el pago de impuestos, reconoce que la consolidación fiscal -el mecanismo mediante el cual las empresas obtienen devolución de impuestos- es un mecanismo para que éstas no pierdan competitividad, en el fondo se plantea una falacia. La competitividad no se puede sustentar en este aspecto. Dónde queda la iniciativa, el arrojo, la disposición de asumir riesgos, la capacidad de innovación, la inversión en tecnología, la capacitación, la producción con calidad. Eso no se toma en cuenta. Eso sí, no sólo se quiere lograr competitividad mediante la devolución de impuestos, también a través de anular la legislación en materia de trabajo, que según el manual neoliberal es otro “obstáculo” para la competitividad. Es un populismo diseñado para los grandes empresarios.
Por eso, además del PAN, el corporativismo empresarial se ha lanzado a defender la propuesta económica y de presupuesto del gobierno federal porque en esencia refrenda el populismo a la medida de los empresarios. El Ipab y la consolidación fiscal no afectan las finanzas públicas, pero qué tal las pensiones y los subsidios a los que menos tienen. ¡Qué desgraciados!
Si la oposición quiere hacer algo a favor de las mayorías no tiene que meterse en el esquema de sucesión adelantada que ha inducido Felipe Calderón. Es más importante ofrecer un cambio en la distribución del presupuesto y una verdadera mejora en la recaudación fiscal. Si realmente la oposición quiere incidir en el 2012, el 2010 es la oportunidad para iniciar la implantación de una economía que produzca riqueza suficiente para adelgazar desigualdades.
Es el momento de un acuerdo opositor.