Tal como están dispuestas las
campañas, éstas se desplazan en varios
niveles comunicación. En un primer lugar están los spots. Este recurso millonario
de propaganda que se mueve en radio y televisión nos ofrece una imagen, que no
un proyecto. Lo que recibimos en este tipo de propaganda es el perfil positivo
de cada candidato. Si el candidato no cuenta con los elementos suficientes para
sostenerse por su propia imagen puede dedicarse a empañar la imagen del
adversario, estos es, articular una campaña sucia;
Otro nivel de comunicación son
las concentraciones masivas, este componente de la estrategia de campaña
requiere movilización del aparato partidista y revela la inserción social que
ha captado en las preferencias del electorado cada candidato. Si no se tiene esa
capacidad se privilegian los grupos de enfoque en reuniones, tipo diálogos ciudadanos, con alto grado de
control de parte de los organizadores.
Un tercer nivel, el menos
favorecido por el marco legal vigente es el de los debates. El Instituto
Federal Electoral está obligado a organizar dos. Los candidatos y sus
respectivos partidos pueden concertar por su cuenta debates adicionales, lo
cual es difícil, pues el que va adelante en las preferencias no le ve utilidad
hacia una maximización de éstas.
Son las tres pistas en las que se
destacan las habilidades actorales de los candidatos ante la sociedad política.
De estos tres niveles el debate ha generado su debate. Primero, por la presión
de los medios en obtener la exclusividad de un encuentro de este tipo (es el
caso de MVS noticias y del Grupo Milenio) Ahora está la polémica lanzada
por TV Azteca al poner el falso dilema: Debate o futbol. Esto es así porque la
televisora mencionada, junto con la Federación Mexicana de Futbol, programaron
una partido de la liguilla –mini campeonato para resolver la primacía en la
liga de futbol. Qué interesante dilema. Los candidatos a la presidencia de la
república puestos a competir por el rating con un encuentro de futbol de no
altos vuelos ¿Quién va a ver el partido? Fuera de Nuevo León y Michoacán, no se
le ve arrastre a esa confrontación deportiva.
Del debate ya sabemos quiénes lo
van a ver, todo ciudadano que ya tomó una opción, que sabe por quién va a votar
y no va a cambiar su decisión. El debate sobre el debate sólo ha producido
morbo, no con el fin de que se conozcan con mejor precisión los proyectos de
las fuerzas políticas que se disputan la presidencia, tampoco existe el afán de
fortalecer la democracia. Nada de eso. Sólo el interés malsano de presenciar un
espectáculo de destrucción, para ver qué candidato se desploma. El debate sobre
el debate ha servido para exhibir a los émulos empresariales de Rupert Murdoch
en México, quienes desde los medios hacen lo posible por someter a la sociedad,
a los ciudadanos y a la democracia. Eso es lo grave del debate sobre el debate.