Haciendo cuentas de los cuentos,
los relevos en las dirigencias de las tres fuerzas políticas que en conjunto
suman el bloque de votos mayoritario en este país, se hace la señalización de
una ruta hacia el bipartidismo, al estilo americano. La ruta no es obligada
pero sí posible. Habida cuenta, la promoción de los empresarios y de las
inversiones se ha convertido en la insignia de nuestro tiempo. En lo personal
no estoy convencido de esa ruta única.
El partido paraestatal
La crisis del Partido de la
Revolución Democrática, estallada por los resultados de los recientes comicios
federales, crisis encauzada a través de la dimisión de sus dirigentes, es
expresión de una deriva consentida por la corriente folclóricamente denominada
“Los Chuchos”, en su mayoría de extracción PST. El PRD conformó alternativa
mientras significó la continuidad con el proyecto de la Revolución Mexicana (Se
entiende, fue fruto de la más importante escisión del PRI ocurrida en 1987 y se
convirtió en receptáculo de los descontentos en el PRI)
Esa significación se ha borrado,
la disputa por los puestos ha terminado por hacer irreductibles las
diferencias. Al correr del tiempo se dieron cuenta de que todos estaban para lo
mismo y el reparto no alcanzaba. Lo que ha terminado por desfigurar la fachada
del PRD ha sido la firma del Pacto por México. Fieles a su origen paraestatal
de la mayoría de “Los Chuchos”, cual Judas se subordinaron al César, dándole la espalda a sus
feligreses. Se quedaron con el pastel y se empacharon. Les resultó más rentable
subirse al “cabuz” del peñanietismo. Sin inteligencia táctica, se les hizo
fácil, por ejemplo, negarle candidatura a Marcelo Ebrard, lo sacaron de la
lista ¿A cambio de qué?
Qué se puede esperar del actual
PRD, que por los oficios de Manlio Fabio Beltrones y en gratitud con el Presidente
se sumen al PRI en el 2018.
El partido utilitario
Desde su fundación y durante
décadas, el Partido Acción Nacional se destacó como oposición leal y
testimonial, sin pocos dividendos, servía para desahogo de católicos
recalcitrantes, fascistas y hasta algunos liberales. Su historia cambió con
otra ruptura, anterior y de mayor calado, la que se dio entre empresarios y el
régimen de la Revolución durante los gobiernos priístas de 1970 a 1982. Desde
ahí el PAN aseguró fuerza y presencia dentro de la política nacional. Por eso,
aunque no sea un partido popular, ni se precie por su estructura, el PAN se ha
sabido acomodar como un partido utilitario al servicio de un poder fáctico con
expresiones varias: desde grandes empresas, la Coparmex,el CCE hasta el CMHN. Por eso no es relevante el
impacto mediático de sus deliberaciones internas, como lo es la designación en
curso de sus dirigentes. En el 2018 el PAN estará listo para lo que se le
requiera o para no usarlo. Todo sea para salvaguardar el sistema democrático y
la constitucionalidad, sentencia el Consejero Presidente del INE.
Estructura partido
Ya se ha dicho hasta la saciedad:
la fuerza del Partido Revolucionario Institucional es su estructura, integradora
intereses diversos mismas ambiciones. Un mercado cerrado de influencias, donde
se disfruta de las aclamaciones, tanto como de los remedos de casa dinástica:
las familias Alemán, Echeverría, López Portillo, Salinas de Gortari y la apoteosis
de Atlacomulco: la hija, el yerno, el primo, la sobrina, el tío y los parientes
políticos de Hidalgo, más allá, un poco de Sinaloa. Vaya republicanismo.
La inducción del citado MFB, para
convertirlo en dirigente nacional del PRI, la expectativa despertada entre los
excluidos, en el fondo obedece a una táctica por preservar la unión partidista,
pero no se trata de un cambio de estrategia. El actual sistema político “atlacomulcéntrico”
sigue girando, no se equivoquen. Ello no da para superar la actual contingencia
económica: el proyecto reformador depende de la afluencia ingente de
inversiones al país y la coyuntura económica no le es favorable. Las reformas,
en el ánimo de generar confianza, llegaron con retraso y en el momento menos
propicio para fructificar en el corto plazo.
El grupo en el poder está
apurado, ha puesto todos los huevos en una sola canasta. Se puede soportar la
corrupción, la pobreza y la violencia criminal ya endémicas que dañan a los
gobernados, pero la ausencia de una cadena de inversiones que cimienten la
prosperidad duradera para México, influye en la decisión electoral del 2018.
Es la tercia de un mismo mazo.