jueves, 1 de junio de 2017

Globalización fatigada

En mayo recién, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump realizó su primer viaje oficial, el cual ha servido para dos cosas: una, avergonzar a su pueblo por mostrar el talante pueril de su diplomacia al danzar Trump con la patriarcal nobleza saudita; dos, durante su paso por Europa Trump fue a zarandear el portal del Consenso de Washington, el escaparate desde el cual se vendió la globalización afirmada en los intercambios comerciales, base del entendimiento político entre los países.

Ha irrumpido el nacionalismo para decir que no estaba muerto, nada más apocado. Se pone en riesgo la frágil coexistencia multicultural, la globalización inconclusa muestra fatiga. En los países a la cola del proyecto se padecerá la retracción hacia el nacionalismo, su rebrote en versiones beligerantes conducidas por el odio, sí y sólo si, no revisan las transformaciones ocurridas en las últimas décadas. Dejar de pensar la coyuntura absorbente y meditar con visión histórica la liberalización de entre siglos. De preocupar, por ejemplo, como bajo un orden que se presume liberal el insulto, el odio, el desprecio, son el cobre que enseñan las campañas electorales.


Por qué está en peligro el atrayente orden liberal en México. Primero, no había liberales para encabezar el reformismo liberal. Las reformas no fueron conducidas por liberales, fueron tahúres procedentes de la política tradicional unos, formados en el ABC de la tecnocracia otros, azuzados por empresarios que crecieron al calor de los favores del poder político, pero no del libre comercio; segundo, por extensión, la inexistencia de una sociedad liberal. Lo que había era una sociedad regimentada por las corporaciones gremiales, la cual se transformó, hasta cierto punto, en una sociedad consumista y hedonista -nunca liberal- malnutrida en las migajas de la superación personal y consagrada ahora en el exhibicionismo que se facilita en las redes sociales.


El resultado, el producto, lo que es el liberalismo realmente existente (al modo como hubo un socialismo realmente existente, de grandes expectativas no realizadas) en México se ha realizado el liberalismo vandálico, al que se asocian funcionarios, altos y de medio pelo, que ordeñan los recursos públicos en su beneficio o condicionan el acto de autoridad por una suma de dinero adicional a la estipulada o en contra de su gratuidad establecida; también están asociados lo empresarios que pactan negocios con el gobierno al margen de la competencia real, de empresarios que depredan los recursos naturales, de empleadores que sobrexplotan a sus trabajadores, despojando de dignidad alguna el ejercicio del trabajo asalariado; en este concierto de los vándalos no puede faltar el crimen organizado, para conformar con ello el perro de tres cabezas que alienta y cuida nuestro liberalismo realmente existente. 
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