viernes, 24 de octubre de 2008

Reparto


Cada reforma que modifica arreglos establecidos, se consagra en acuerdos y está sometida a procedimientos legislativos. No es un Golpe de Estado, tampoco una revolución, es una forma de redistribuir poder en santa paz. Izquierda y derecha se dan por satisfechas, aunque a los empresarios les parezca poca reforma la de PEMEX, aunque la resistencia pacífica considere que hay una rendija que no clausura en definitiva el propósito privatizador.

En los hechos, después de muchos años, los políticos ganan una en la disputa elitista que mantienen con los empresarios por el dominio de la riqueza de la nación. Han ganado los políticos para mantener su derecho a decidir sobre el aprovechamiento de los hidrocarburos. La oposición lopezobradorista contuvo las ambiciones de la iniciativa privada sobre tan preciado recurso.

Lo que está por corroborar la Cámara de diputados la semana entrante es un ajuste a la gestión de la paraestatal, pero no está demostrado en qué beneficiará a los que menos tienen. Después de todo, el antiguo arreglo tenía empresas privadas beneficiadas, que lucraban al amparo de PEMEX, desde el añejo contratismo a los Pidiregas. Y la reforma por concluir seguirá consintiendo a las mismas u otras empresas, ya se verá como se darán hasta con la cubeta para sacar provecho de la paraestatal.

No está escrito con letras grandes de qué manera la población postergada del desarrollo encontrará un alivio a su persistente pobreza. De eso no se dice nada. Un sector de la izquierda, no exento de nómina alguna, sale a protestar desconociendo a su partido y sin capacidad de impulsar la movilización de esa mayoría conformada por los que casi nada tienen, ni formas de expresar sus demandas, ni tienen liderazgo político o gremial que las haga valer y que viven de la precariedad que les ofrece su parcela, si la tienen, de un empleo informal, de un trabajo sin derechos laborales, en condiciones de ser reclutados por el ejército o por el crimen organizado o con la estrechada opción de emigrar, objetivamente calificados para recibir subsidios del Estado.

No hay un compromiso en la reforma de PEMEX que garantice un desarrollo estable en un orden mundial dominado por la especulación, por las capacidades tecnológicas proveídas por el apoyo a la educación superior, un desarrollo que distribuya mejor la riqueza y lo haga de manera sustentable. Eso no está escrito en la reforma de PEMEX, aunque la Constitución lo sugiera. Es un acuerdo más entre las élites, que atiende a sus intereses. Un reparto más porque no se hace explícita su disposición para ceder en sus ambiciones en beneficio de los que se encuentran en sus antípodas.

Vamos reforma posible, en la que difícilmente se puede bosquejar un proyecto de país para todos. Tanto teatro y jaloneo, tanto desgarrarse las vestiduras, servirán a fin de cuentas para justificar el reparto.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Balanza


La reforma de PEMEX está por concluirse. Para unos se trata de una reformita, de un fiasco por el hecho de no abrir de par en par las puertas de la paraestatal a la inversión privada. Molestos concluyen, López Obrador se salió con la suya. Del otro lado, de la resistencia pacífica, hacen su llamado de alerta a las letras chiquitas para que no se cuele la privatización de los hidrocarburos.

En los hechos, la realidad impidió operar la reforma de Calderón por causas más graves que las que en su momento evitaron la reforma de Zedillo, esa sí, más radical. Cosas de la vida, la reforma Zedillo la obstaculizó el PAN cuando se tenían mejores condiciones políticas y económicas, la economía repuntaba y la oposición había alcanzado la mayoría en el Congreso. Un mal cálculo de los panistas impidió la privatización.

Las condiciones adversas a la reforma Calderón no se circunscribe a la oposición lopezobradorista. La economía, su desempeño, hizo inmanejable la reforma deseada por los empresarios y el gobierno. La explosión de la crisis tantas veces advertida dio al traste con la reforma, peor aún, en la génesis de la crisis no se encuentra el ogro filantrópico sino la lógica más primitiva del los mercados: el abuso, la voracidad incontinente, aunque resulte iterativo. Convocar los beneficios de la mano invisible sobre las huellas dactilares expuestas en el manejo sucio de los créditos hipotecarios en Estados Unidos (con todo lo que se ha desencadenado) ahuyentó una correlación de fuerzas favorable.

Tan las cosas no han marchado bien en lo económico que al mismo Felipe Calderón le ha sido imposible ser el paladín del empleo. Que no lo ha sido por los límites de su propia visión de la economía, una mente más flexible habría dispuesto los recursos públicos para verdaderamente generar empleos. Tuvo los recursos para distribuirlos a la población (sin subejercicio) y así contener la movilización social en contra de su reforma.

En la balanza está también la designación del asesor en seguridad hecha por Felipe Calderón. Jorge Tello Peón es el flamante asesor nombrado el domingo pasado. No es un salvador, ni el taumaturgo que requiere la conducción de los problemas de seguridad que aquejan al país. Al menos no se le tiene que ver así para no echarlo a perder. La encomienda del nuevo y experimentado asesor está enfocada a lograr la escurridiza coordinación del gabinete de seguridad.

No es una tarea fácil, sobre todo si se toma en cuenta que la coordinación no ha sido virtud de los gobiernos en manos del PAN, gobiernos que se han dado a la terrible improvisación de confundir la gestión pública con el manejo de los asuntos privados, lo que los ha distinguido como líderes de la descoordinación. Y en el detalle de esta falta de coordinación del gabinete de seguridad estará la habilidad y el tacto de Tello Peón para no atropellar a la institución castrense.

Y como registro final a esta balanza de temas variados está la victoria de arcaizante carro completo que obtuvo el PRI el domingo, dentro de los comicios locales para renovar congreso y presidencias municipales, en el estado de Coahuila. Un triunfo sin el triunfalismo de las cúpulas priístas, un triunfo del gobernador, sus hermanos y el SNTE. Un triunfo rancio, sin distinguirse a plenitud si es mejora o echándose a perder.

martes, 21 de octubre de 2008

Final


La crisis hipotecaria que se gestó en los Estados Unidos se transformó en financiera, generó tal onda expansiva que prácticamente dejó sin argumentos a la resistencia pacífica de adelitas y de juanes.

Saliendo del esquema coyuntural y aldeano característico de este blog, la perspectiva histórico-global es un recurso para situar la dinámica política actual, en específico, el curso tomado por la reforma energética. No tiene el contenido original de lo planteado por el gabinete de energía de Felipe Calderón con su carga privatizadora. Carga que se ha diluido hasta ser considerado hoy el proyecto una reformita. En este destino ha pesado poderosamente la crisis financiera que sacude al mundo. La reforma se desinfló, pues los vientos que soplan hoy en día no le son favorables. La intervención de los gobiernos para salvar la economía y la astringencia de capitales le pegaron al argumento ideológico de los mercados perfectos o autorregulados.

Con la actual crisis concluye una época que bien podría ser epónima de Ronald Reagan. Iniciada en 1980, con la llegada de los reaganomics al poder de la nación más poderosa, la ideología del mercado absoluto y el estado mínimo se afirmó casi por tres décadas. El mundo tuvo una partitura común que no sólo acabó con el bloque socialista (autoritario), sino que arrasó con otras modalidades de estatismo (populismo). La intervención del gobierno de los Estados Unidos, de los países de la Unión Europea y América Latina para contener la crisis ha tirado por los suelos la patraña económica que se vendió como panacea.

Veintiocho años son muchos para verificar la armonía de la oferta y la demanda, inmisericordes para padecer su aporte a la pobreza de los de siempre. Compañeros de viaje de la aventura neoliberal fueron Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, quienes a falta de una propuesta se adaptaron a los tiempos dominantes, con la misma naturalidad con la que los gobiernos del priísmo clásico hicieron suyo el estado del bienestar. Años de imperio tecnocrático en que nos acostumbramos a la descalificación, desde el mismo gobierno, de la gestión del aparato público.

Tenemos el final de una época, somos demasiado ignorantes de lo que inicia. El espanto oculta la alegría pues las dudas y la inquina contra lo público no se han disipado. Prueba de ello es que México hasta el momento no dispone de un plan común impulsado por gobierno y la sociedad, como que es cosa del gobierno y está fuera de la influencia del átomo ciudadano. Y así es. Pero qué hay de las sociedades intermedias que están ahí para realizar la articulación entre el gobierno y la ciudadanía. Es un déficit que no amerita comentarios o no se quiere criticar, más bien.

Ni los partidos, ni las empresas, ni los gremios, ni las iglesias, tampoco los medios de comunicación fueron decisivos para hacer de la ola neoliberal una oportunidad para disminuir las desigualdades. Ingresamos al club de los países ricos sin disminuir la pobreza. Una pueril adaptación al mercado global nos mantuvo como exportadores de petróleo y de mano de obra. Y en el aprendizaje distractor del abc librecambista, no se vio cuando el narcotráfico se convirtió en señor de autoridades y hacedor de los ensueños del mercado.
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