miércoles, 22 de octubre de 2008

Balanza


La reforma de PEMEX está por concluirse. Para unos se trata de una reformita, de un fiasco por el hecho de no abrir de par en par las puertas de la paraestatal a la inversión privada. Molestos concluyen, López Obrador se salió con la suya. Del otro lado, de la resistencia pacífica, hacen su llamado de alerta a las letras chiquitas para que no se cuele la privatización de los hidrocarburos.

En los hechos, la realidad impidió operar la reforma de Calderón por causas más graves que las que en su momento evitaron la reforma de Zedillo, esa sí, más radical. Cosas de la vida, la reforma Zedillo la obstaculizó el PAN cuando se tenían mejores condiciones políticas y económicas, la economía repuntaba y la oposición había alcanzado la mayoría en el Congreso. Un mal cálculo de los panistas impidió la privatización.

Las condiciones adversas a la reforma Calderón no se circunscribe a la oposición lopezobradorista. La economía, su desempeño, hizo inmanejable la reforma deseada por los empresarios y el gobierno. La explosión de la crisis tantas veces advertida dio al traste con la reforma, peor aún, en la génesis de la crisis no se encuentra el ogro filantrópico sino la lógica más primitiva del los mercados: el abuso, la voracidad incontinente, aunque resulte iterativo. Convocar los beneficios de la mano invisible sobre las huellas dactilares expuestas en el manejo sucio de los créditos hipotecarios en Estados Unidos (con todo lo que se ha desencadenado) ahuyentó una correlación de fuerzas favorable.

Tan las cosas no han marchado bien en lo económico que al mismo Felipe Calderón le ha sido imposible ser el paladín del empleo. Que no lo ha sido por los límites de su propia visión de la economía, una mente más flexible habría dispuesto los recursos públicos para verdaderamente generar empleos. Tuvo los recursos para distribuirlos a la población (sin subejercicio) y así contener la movilización social en contra de su reforma.

En la balanza está también la designación del asesor en seguridad hecha por Felipe Calderón. Jorge Tello Peón es el flamante asesor nombrado el domingo pasado. No es un salvador, ni el taumaturgo que requiere la conducción de los problemas de seguridad que aquejan al país. Al menos no se le tiene que ver así para no echarlo a perder. La encomienda del nuevo y experimentado asesor está enfocada a lograr la escurridiza coordinación del gabinete de seguridad.

No es una tarea fácil, sobre todo si se toma en cuenta que la coordinación no ha sido virtud de los gobiernos en manos del PAN, gobiernos que se han dado a la terrible improvisación de confundir la gestión pública con el manejo de los asuntos privados, lo que los ha distinguido como líderes de la descoordinación. Y en el detalle de esta falta de coordinación del gabinete de seguridad estará la habilidad y el tacto de Tello Peón para no atropellar a la institución castrense.

Y como registro final a esta balanza de temas variados está la victoria de arcaizante carro completo que obtuvo el PRI el domingo, dentro de los comicios locales para renovar congreso y presidencias municipales, en el estado de Coahuila. Un triunfo sin el triunfalismo de las cúpulas priístas, un triunfo del gobernador, sus hermanos y el SNTE. Un triunfo rancio, sin distinguirse a plenitud si es mejora o echándose a perder.

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