Por la tarde del jueves 28 de
noviembre, desde la frontera norte, en Ojinaga, Chihuahua, el presidente
Enrique Peña Nieto respondió al anuncio del Partido de la Revolución
Democrática sobre la salida de ésa organización política del Pacto por México.
No era para menos, la joya del consenso y piedra de toque del actual gobierno
reventaba. Réquiem para el Pacto.
La respuesta de Peña Nieto arroja
luz sobre la tenue ambigüedad de un político pragmático, aclara y da pie a
confrontar ideas, a debatir. Lorenzo Córdova Vianello así lo ha tomado (El
Universal 29-11-2013) en la consideración entre mayorías y consenso. Ése es uno
de los temas que pone a discusión la voz del Presidente y bien vale tomar
algunas palabras a lo dicho por él desde la frontera. De su visión y su óptica.
“Muchas y muchos de ustedes han escuchado o
han oído de las famosas reformas estructurales, a veces sin entender, quizá
porque no lo hemos explicado suficientemente cuál es el alcance de esas
reformas.”
Primero, considero que hay un
problema de escucha, esto es, una actitud de no escuchar. El político tiene la
presunción de que la gente lo escucha pero generalmente no es así. La política
es a fin de cuentas suerte de una comunicación elitista; Segundo, al Presidente
sí lo entienden, vaya que lo entienden precisamente porque las reformas afectan
o apoyan intereses establecidos. A quien le pega salta, a quien beneficia
celebra. Nada de que sorprenderse o lamentarse; Tercero, no hay explicación
suficiente o total, si ahora se revienta el Pacto será tal vez porque ya se
repartió el Presupuesto.
Sigue una exposición presidencial sobre el pasado y
los cambios, de la urgencia y necesidad, así lo expresa:
“Hoy somos actores de un nuevo
siglo, del Siglo XXI. Y si reconocemos que el Siglo XX trajo aparejado grandes
cambios, grandes reformas, importantes transformaciones en la calidad de vida
de los habitantes del país y del mundo entero; una expectativa de vida mayor,
con medicamentos de avanzada, con el uso de tecnologías, con mejores
comunicaciones
“Si eso ocurrió en el Siglo XX,
qué debemos esperar del Siglo XXI.
“Sin duda, cambios más
acelerados, que aseguren que en el presente y en el futuro haya mayores
oportunidades para todos los mexicanos.
“Y por eso no podemos seguir o no
podíamos seguir con las reglas, con el andamiaje, con las condiciones trazadas
en el pasado, para una condición muy distinta de la que hoy tenemos.”
Para las sociedades cambiar y
distanciarse del pasado no es como voltear la página. A veces hasta se hace la
revolución para no cambiar y sobre el cambio no hay acuerdo total, salvo
excepcionalmente, como cuando se decidió darle fin al régimen de Porfirio Díaz,
como cuando se decidió la alternancia, pero no se alcanza una comunidad de cómo
realizar los fines superiores. Los intereses y las ideologías se encargan de
atenuar, de diluir los cambios. Será porque las sociedades no siempre cambian
al ritmo que quieren los reformadores. En el siglo XIX, Alemania tardó más de
medio siglo para establecer un código civil común y no fue por falta de ideas,
ni de pensadores.
Continua el Presidente: “Están
por delante importantes reformas: la política, la energética, que dándole al
Estado o garantizando que el Estado mexicano y todos los mexicanos mantengan la
propiedad de los hidrocarburos, podamos encontrar mecanismos que posibiliten el
desarrollo de las fuentes generadoras de energía de nuestro país, para abaratar
los costos, para volver a México más competitivo, para atraer más inversiones y
generar más empleo y, eso, sin duda, genere desarrollo y bienestar para todos
los mexicanos.”
Es la justificación de las
últimas décadas, dejad que las inversiones resuelvan la vida. Es la
continuidad. Inversiones veleidosas, grandes inversionistas que miden segundo a
segundo como están sus ganancias. De las consecuencias ambientales, de salud,
de civilidad (delincuencia, procacidad) eso no importa. O será que, como dice
el Presidente, no se ha explicado con suficiencia. Por ejemplo, hay conciencia
gubernamental sobre la salud de los gobernados y toma medidas que no modifican
el modelo empresarial que produce la morbilidad de nuestro tiempo.
Los males de
nuestro tiempo no están disociados de la economía imperante que concibe al
mercado como un mundo feliz o una cajita feliz. Pero es más sencillo, cómodo,
adjudicar falta de entendimiento en el otro y tomar la falsa posición del
gobernante incomprendido.
El gobierno Peña Nieto está
viviendo una situación similar a la de Francisco I. Madero. Un gobernante que
llega a la más importante responsabilidad y representación del país, con
legitimidad y consenso, encuentra que los males heredados son el freno del
cambio y ni siquiera llama al orden a quienes contribuyeron a la situación de
desastre nacional con sus decisiones políticas equivocadas. Les da tiempo de
reorganizarse y lo sacan violentamente del poder. Así le fue a Madero.
1913 cien años después. Bienvenido al Eterno Retorno.