Avanza la consumación de la
enésima reforma política. El pago que tiene que hacer el presidente Peña Nieto,
el Partido Revolucionario Institucional en consecuencia, para sacar adelante la
reforma energética. De ahí la urgencia de apurar las dos reformas antes de
que concluya el actual periodo de sesiones del Congreso.
En otra ocasión comenté que la
reforma política está perfilada para remodelar el hábitat y garantizar el
confort de la clase política. En esa línea, se trata de una reforma para la
reproducción de la clase política. Una reforma de y para los partidos, de bajo
contenido ciudadano y con una mayor dosis de burocratización de la autoridad
electoral.
Si los partidos realmente quieren
validar la aceptación que tienen de la ciudadanía, que empiecen por deslindar
sus finanzas de los recursos públicos, de las grandes empresas o de los
sindicatos. Que sean sus militantes y simpatizantes los que se encarguen de
sostener económicamente a los partidos.
La lana es primero, así lo concebía
Luis Echeverría Álvarez cuando le decía a Heberto Castillo Martínez que sin
dinero su partido (Partido Mexicano de los Trabajadores) no iba a
desarrollarse. Años después, el neoliberal Ernesto Zedillo Ponce de León así lo
entendió, cuando justificó el incremento de los dineros públicos a los partidos
para que, supuestamente, no recurrieran a los dineros del narcotráfico.
Estamos ante una reforma voraz en
la medida que ve preponderantemente el beneficio de los partidos.
El presidente Peña Nieto es
consciente de que no ha sabido comunicar los beneficios de las reformas, será
porque son escasos por excluyentemente dirigidos. Las del Trabajo,
Telecomunicaciones y Energética, por ejemplo, con una vocación clara para
favorecer la reproducción del capital. En cambio, las reformas Hacendaria, de
Transparencia y la Educativa con un mayor potencial de contribuir a la
formación de ciudadanía, ahí donde el país lo requiere para superar la vergonzosa
yuxtaposición de un país que presume de sus riquezas y al mismo tiempo es
habitado por millones de pobres.
Por algo es el Partido Acción Nacional
el principal defensor de la reforma política y así va realizando su agenda de la mano
del Presidente. Enrique Peña Nieto quiere ser reconocido como un presidente
reformador, al costo de convertirse en el primer panista del país.
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