Si algo define a los poderosos,
pese a las ínfulas democráticas, es su capacidad para no ser tocados por su
desapego a la legalidad. Sean renombrados políticos, encumbrados empresarios o
retorcidos burócratas, su condición es de inmunidad/impunidad. La ley sólo se
llega a aplicar a los ciudadanos de a pie.
Perdón, tenemos ocho millones de
afectados, dos millones de damnificados por los terremotos de septiembre
recién. Se carece de una vocería oficial que día a día informe sobre la
evolución de su estado, cómo se va superando el trauma, qué se ha reconstruido.
Las cifras sin consecuencias se convierten en engaño, en ocultamiento, en
crimen estadístico.
El caso es que en el centro de la
información la desgracia se hace marginal, ya producida por fenómenos
naturales, ya por maldad humana, nunca hay suficiente sufrimiento como para
opacar las ambiciones de los poderosos. Es el sabor que deja la entrevista que
hizo el diario Reforma (18-10-2017)
al entonces fiscal federal para delitos electorales -Santiago Nieto Castillo- y
sus consecuencias.
Desde cuando una nota
periodística es prueba jurídica. Lo revelado, después que hace más de un año y
desde Brasil se difundiera la especie sobre la corrupción en PEMEX, luego
entonces información del dominio público se convirtió en atentado al debido
proceso. Y la destitución del susodicho no fue también atentado al debido
proceso. Acaso el inicio del procedimiento para destituir estaba exento del
trámite ante la SFP, como si la PGR fuera un ente autónomo. Porqué el subprocurador
conserje de la PGR -Alberto Elías Beltrán- actuó como sicario. Le ordenaron
imperativamente ¡Saca la pistola! Al fin que el fiscal es de trapo.
No nos hagamos bolas. El asunto
es eminentemente político con barniz jurídico. Eso sí, las desgracias no detienen
la lucha por el poder que se libra día a día, lucha que se burla a pleno sol de
las exquisiteces jurídicas del año electoral que cíclica y pomposamente anuncia
la autoridad responsable.
Lo que se exhibe es una
reformulación del equívoco de la dictadura perfecta (Hay dictadura
constitucional o dictadura de facto, lo de su perfección es impresionismo, muy
digno de un literato) Siendo efectista, la “dictadura perfecta” del PRI se ha
transformado en la “dictadura perfecta” de los empresarios, quienes disfrutan
de la disminución de derechos de los asalariados. De los empresarios que
bocabajean a los políticos un día sí y otro también. Dictadura que ha
multiplicado la corrupción y la criminalidad, los demonios sueltos de una
pírrica transformación.
Vivimos un régimen transformado
que evade la democracia o la acepta como “elitismo democrático”. El régimen,
lejos de ser liberal, genera estancos. Se producen leyes para la protección de
empresarios y políticos, los ciudadanos somos gleba sujeta a sus caprichos.
Una real transformación democrática es
incluyente.