jueves, 26 de octubre de 2017

El arte de evadir la ley

Si algo define a los poderosos, pese a las ínfulas democráticas, es su capacidad para no ser tocados por su desapego a la legalidad. Sean renombrados políticos, encumbrados empresarios o retorcidos burócratas, su condición es de inmunidad/impunidad. La ley sólo se llega a aplicar a los ciudadanos de a pie.


Perdón, tenemos ocho millones de afectados, dos millones de damnificados por los terremotos de septiembre recién. Se carece de una vocería oficial que día a día informe sobre la evolución de su estado, cómo se va superando el trauma, qué se ha reconstruido. Las cifras sin consecuencias se convierten en engaño, en ocultamiento, en crimen estadístico.

El caso es que en el centro de la información la desgracia se hace marginal, ya producida por fenómenos naturales, ya por maldad humana, nunca hay suficiente sufrimiento como para opacar las ambiciones de los poderosos. Es el sabor que deja la entrevista que hizo el diario Reforma (18-10-2017) al entonces fiscal federal para delitos electorales -Santiago Nieto Castillo- y sus consecuencias.

Desde cuando una nota periodística es prueba jurídica. Lo revelado, después que hace más de un año y desde Brasil se difundiera la especie sobre la corrupción en PEMEX, luego entonces información del dominio público se convirtió en atentado al debido proceso. Y la destitución del susodicho no fue también atentado al debido proceso. Acaso el inicio del procedimiento para destituir estaba exento del trámite ante la SFP, como si la PGR fuera un ente autónomo. Porqué el subprocurador conserje de la PGR -Alberto Elías Beltrán- actuó como sicario. Le ordenaron imperativamente ¡Saca la pistola! Al fin que el fiscal es de trapo.

No nos hagamos bolas. El asunto es eminentemente político con barniz jurídico. Eso sí, las desgracias no detienen la lucha por el poder que se libra día a día, lucha que se burla a pleno sol de las exquisiteces jurídicas del año electoral que cíclica y pomposamente anuncia la autoridad responsable.

Lo que se exhibe es una reformulación del equívoco de la dictadura perfecta (Hay dictadura constitucional o dictadura de facto, lo de su perfección es impresionismo, muy digno de un literato) Siendo efectista, la “dictadura perfecta” del PRI se ha transformado en la “dictadura perfecta” de los empresarios, quienes disfrutan de la disminución de derechos de los asalariados. De los empresarios que bocabajean a los políticos un día sí y otro también. Dictadura que ha multiplicado la corrupción y la criminalidad, los demonios sueltos de una pírrica transformación.

Vivimos un régimen transformado que evade la democracia o la acepta como “elitismo democrático”. El régimen, lejos de ser liberal, genera estancos. Se producen leyes para la protección de empresarios y políticos, los ciudadanos somos gleba sujeta a sus caprichos.


Una real transformación democrática es incluyente.
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