jueves, 9 de marzo de 2017

Sigue el efecto

“Ellos preferían comprar aceite galileo, porque lo consideraban puro y no había entrado en contacto con gentiles. Más aún, pagaban por nuestro aceite un precio muy superior al que vendía la competencia en los comercios paganos.”
“En todas partes gobiernan los romanos como benefactores de los pueblos.”
“Mi misión consistía en indagar si Jesús constituía un peligro para la seguridad. No había duda: Jesús era un peligro.”
“Se trata de Jesús de Nazaret. Es sospechoso de suscitar movimientos mesiánicos. El sumo sacerdote cree que lo mejor es despachar el caso antes de Pascua, para que no cause demasiada sensación.”
Gerd Theissen

Donald Trump, su presencia desde la más alta representación de los Estados Unidos en la figura de su presidente constitucional, ha tenido otro efecto adicional y no accesorio sobre la política en México. Lo que se podría llamar la disputa por el nacionalismo o el juego de ponerse esa cachucha. Si les preguntara quién porta a modo en el presente la bandera del nacionalismo no sería extraño que muchos nombraran a López Obrador. Él se ha mantenido, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, en la última defensa del nacionalismo revolucionario. Sobre todo, le ha beneficiado el efecto Trump, las encuestas así lo sugieren. No se sabe de viajes frecuentes de su familia para hacer compras en el extranjero, tampoco tiene a su familia fuera del país por la inseguridad, ni compara su matrimonio con el de Obama.



La irrupción de Trump ha traído a escena el sentimiento nacionalista por largo tiempo anestesiado al paso del México reformado. Ahora se conmina a consumir lo hecho en México, de nuevo. Se propone recurrir a las odiadas marchas si son por México. Hasta Peña Nieto se monta en las bondades del mercado interno por tanto tiempo despreciadas por los tecnócratas. Luego caen en la cuenta de quién avanzó en las preferencias electorales: AMLO. Dicho sea de paso, los sondeos no garantizan nada.

Julio del 2018 está lejano, nadie quiere quedar rezagado.
Presurosamente se recicla la leyenda publicitaria del peligro para México. Se escriben enfebrecidos artículos que están a punto del fervor en contra del populismo. Es el mal a combatir, más peligroso que las políticas de Trump. Es más, comparativamente se sugiere que la inseguridad, la corrupción, la impunidad, la desigualdad social, son un mal menor frente al populismo.

A López Obrador le puede pasar lo que a su paisano Roberto Madrazo, que los gobernadores se alíen para cerrarle el paso. No cuenta con ningún gobernador que lo respalde. El sistema electoral no es confiable. En México todas las fuerzas políticas no juegan limpio. El INE, por su parte, es incapaz de prevenir, detectar y contener los delitos electorales. Menos es capaz de sancionar con efectividad correctiva, las multas millonarias son como el papel higiénico.

Mientras el PRI, ufano de derribar mitos y de cambiar paradigmas, sin importarle la pérdida de lealtades está al margen del nacionalismo que construyó. En el PRD se olfatea y duda sobre la rentabilidad política que pueden garantizar esas siglas, comienza la migración, más bien peregrinación hacia el santuario lopezobradorista, como quien va a Chalma para no quedar fuera del baile.


Quede lo expuesto como registro del momento.
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