“Ellos preferían comprar aceite
galileo, porque lo consideraban puro y no había entrado en contacto con
gentiles. Más aún, pagaban por nuestro aceite un precio muy
superior al que vendía la competencia en los comercios paganos.”
“En todas partes gobiernan los
romanos como benefactores de los pueblos.”
“Mi misión consistía en indagar
si Jesús constituía un peligro para la seguridad. No había duda: Jesús era un
peligro.”
“Se trata de Jesús de Nazaret. Es
sospechoso de suscitar movimientos mesiánicos. El sumo sacerdote cree que lo
mejor es despachar el caso antes de Pascua, para que no cause demasiada
sensación.”
Gerd Theissen
Donald Trump, su presencia desde
la más alta representación de los Estados Unidos en la figura de su presidente
constitucional, ha tenido otro efecto adicional y no accesorio sobre la
política en México. Lo que se podría llamar la disputa por el nacionalismo o el
juego de ponerse esa cachucha. Si les preguntara quién porta a modo en el
presente la bandera del nacionalismo no sería extraño que muchos nombraran a
López Obrador. Él se ha mantenido, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, en la última
defensa del nacionalismo revolucionario. Sobre todo, le ha beneficiado el
efecto Trump, las encuestas así lo sugieren. No se sabe de viajes frecuentes de
su familia para hacer compras en el extranjero, tampoco tiene a su familia
fuera del país por la inseguridad, ni compara su matrimonio con el de Obama.
La irrupción de Trump ha traído a
escena el sentimiento nacionalista por largo tiempo anestesiado al paso del
México reformado. Ahora se conmina a consumir lo hecho en México, de nuevo. Se
propone recurrir a las odiadas marchas si son por México. Hasta Peña Nieto se
monta en las bondades del mercado interno por tanto tiempo despreciadas por los
tecnócratas. Luego caen en la cuenta de quién avanzó en las preferencias
electorales: AMLO. Dicho sea de paso, los sondeos no garantizan nada.
Julio del 2018 está lejano, nadie
quiere quedar rezagado.
Presurosamente se recicla la leyenda publicitaria del
peligro para México. Se escriben enfebrecidos artículos que están a punto del
fervor en contra del populismo. Es el mal a combatir, más peligroso que las
políticas de Trump. Es más, comparativamente se sugiere que la inseguridad, la
corrupción, la impunidad, la desigualdad social, son un mal menor frente al
populismo.
A López Obrador le puede pasar lo
que a su paisano Roberto Madrazo, que los gobernadores se alíen para cerrarle
el paso. No cuenta con ningún gobernador que lo respalde. El sistema electoral
no es confiable. En México todas las fuerzas políticas no juegan limpio. El
INE, por su parte, es incapaz de prevenir, detectar y contener los delitos
electorales. Menos es capaz de sancionar con efectividad correctiva, las multas
millonarias son como el papel higiénico.
Mientras el PRI, ufano de derribar
mitos y de cambiar paradigmas, sin importarle la pérdida de lealtades está al
margen del nacionalismo que construyó. En el PRD se olfatea y duda sobre la rentabilidad política
que pueden garantizar esas siglas, comienza la migración, más bien
peregrinación hacia el santuario lopezobradorista, como quien va a Chalma para
no quedar fuera del baile.
Quede lo expuesto como registro
del momento.
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