Es tal la demostración de incompetencia de la clase gobernante, que ésta no encuentra justificaciones creíbles para el entender de la mayoría de los gobernados. El discurso oficial es una sucesión de incoherencias que revelan una falta de conducción efectiva de los asuntos públicos y una debilidad por lograr efectos efímeros, antes que la consecución de resultados. A tal grado es esto que el gobierno libra una guerra, una más, en contra de las percepciones. Frustrado, Felipe Calderón confiesa a la agencia de noticias Reuters que no ha podido modificar las percepciones adversas sobre su gestión. Bueno, es que nadie se ha apiadado de este señor y ha tenido la amabilidad de decirle que ingresó al periférico en sentido contrario.
Ya da miedo enterarse de la información que recoge la voz del Presidente y sus colaboradores. Ya aturde la propaganda que rubrica su mensaje con la muletilla gobierno federal. No se detienen a exponer la verdad y decir que los problemas que tiene el país se deben a una feroz disputa por la riqueza entre sus élites, incluyendo a los capos, que también forman una élite. Lo demás es darle la vuelta. Y vuelven a la cargada de las reformas estructurales porque la presión de los barones del dinero es para extraer más riqueza de este país. La democracia, la libertad, el progreso, son utilizados para justificar el robo institucionalizado. Reformas estructurales para que menos tengan más y los que son más menos tengan.
Ahora se retoma, para creerse, la reforma energética ¿Pues no ya se hizo una durante este sexenio? De qué se trata. No se logró la reforma que quería el gobierno y la que resultó se ha mantenido en el limbo. Ahora se vuelve con el tema: Aspe, Gil Díaz y Ortiz Martínez, convocados por Enrique Peña Nieto, exigen de nuevo modificar las reglas que se resumen en una palabra, desestatización. Si eso quieren, propongan desaparecer el articulado de la Constitución que le da fuerza legal al estatismo. No vengan con reformas a la legislación para enredar en lugar de instituir.
No saben cómo reinsertar la reforma energética y hasta resucitan en un foro el tema de la núcleo electricidad, por no llamarla energía nuclear. Propuesta como sacada de la chistera, pues se pasa por alto el hecho de que México ya tuvo un proyecto de generación de electricidad con base en combustible nuclear y del que sólo se concretó la planta de Laguna Verde en Veracruz. Por qué no se continuó es una cuestión que aduce impugnaciones ambientalistas y a la presencia de un sindicato radical que mató la gallina de los huevos de oro. En el fondo es la presión de los Estados Unidos la que ha impuesto los límites al uso del material nuclear en los países que mantiene bajo su órbita, como México.
No se hagan bolas, la condición del México actual es el pleitazo que mantenemos en este país desde que nos bajamos del caballo de la Revolución. Es la rebatinga que no tiene llenadera. O que alguien nos explique cómo en un país que se presume de liberalización económica se hacen licitaciones para favorecer a un grupo ya poderoso como el que representa Televisa y sus aliados. A poco son los buenos para usufructuar la fibra óptica de la Comisión Federal de Electricidad.
Ya da miedo enterarse de la información que recoge la voz del Presidente y sus colaboradores. Ya aturde la propaganda que rubrica su mensaje con la muletilla gobierno federal. No se detienen a exponer la verdad y decir que los problemas que tiene el país se deben a una feroz disputa por la riqueza entre sus élites, incluyendo a los capos, que también forman una élite. Lo demás es darle la vuelta. Y vuelven a la cargada de las reformas estructurales porque la presión de los barones del dinero es para extraer más riqueza de este país. La democracia, la libertad, el progreso, son utilizados para justificar el robo institucionalizado. Reformas estructurales para que menos tengan más y los que son más menos tengan.
Ahora se retoma, para creerse, la reforma energética ¿Pues no ya se hizo una durante este sexenio? De qué se trata. No se logró la reforma que quería el gobierno y la que resultó se ha mantenido en el limbo. Ahora se vuelve con el tema: Aspe, Gil Díaz y Ortiz Martínez, convocados por Enrique Peña Nieto, exigen de nuevo modificar las reglas que se resumen en una palabra, desestatización. Si eso quieren, propongan desaparecer el articulado de la Constitución que le da fuerza legal al estatismo. No vengan con reformas a la legislación para enredar en lugar de instituir.
No saben cómo reinsertar la reforma energética y hasta resucitan en un foro el tema de la núcleo electricidad, por no llamarla energía nuclear. Propuesta como sacada de la chistera, pues se pasa por alto el hecho de que México ya tuvo un proyecto de generación de electricidad con base en combustible nuclear y del que sólo se concretó la planta de Laguna Verde en Veracruz. Por qué no se continuó es una cuestión que aduce impugnaciones ambientalistas y a la presencia de un sindicato radical que mató la gallina de los huevos de oro. En el fondo es la presión de los Estados Unidos la que ha impuesto los límites al uso del material nuclear en los países que mantiene bajo su órbita, como México.
No se hagan bolas, la condición del México actual es el pleitazo que mantenemos en este país desde que nos bajamos del caballo de la Revolución. Es la rebatinga que no tiene llenadera. O que alguien nos explique cómo en un país que se presume de liberalización económica se hacen licitaciones para favorecer a un grupo ya poderoso como el que representa Televisa y sus aliados. A poco son los buenos para usufructuar la fibra óptica de la Comisión Federal de Electricidad.