miércoles, 29 de julio de 2009

Cuarenta y nueve



La cifra de niños fallecidos a causa del multimencionado incendio de la guardería ABC de Hermosillo, en Sonora, se incrementó el día martes 28 de julio. Juan Carlos Rascón Holguín, de tres años, es el nombre la de víctima 49. El trato de esta información no produjo mayor conmoción mediática. Conforme pasan los días la autoridad apuesta al olvido, a favor del imperio de la impunidad y la corrupción. Su consigna es cínica: un escándalo saca otro escándalo. Eso quiere.


Entre la ciudadanía que ha seguido la información sobre este infanticidio, alberga el deseo de una verdadera revolución de las instituciones, pues el régimen se hace insoportable y odioso conforme se van acumulando los hechos de una autoridad omisa, negligente. Esta historia no ha llegado su fin, lo reportado en Proceso por Marcela Turati es una muestra del sistema de guarderías subrogadas por el IMSS, un arreglo indecoroso de un Seguro Social que simula como que norma y los empresarios que extorsionan para subvertir la norma. Normalidad aberrante de la autodenigración mexicana.


Y por más que uno le dé vueltas para explicar la conducta de esta aciaga alternancia, se propone una osada conclusión: al PAN no le gusta gobernar y si no le gusta no tiene el incentivo básico para aprender. Su esquema es el de gobierno mínimo, ínfimo, resabio del siglo XIX. De la economía que se encarguen los empresarios, de la cohesión social que se encargue la iglesia católica, ahí se compendia la sociedad civil, en el apego a las corporaciones. Al gobierno le corresponde la coerción, de ahí que ordenen mayores recursos para la policía y el papel protagónico que se la ha dado a las fuerzas armadas.


Por eso les cuesta trabajo impulsar la política social y por eso han tenido de aliados a los tecnócratas. Lo de las guarderías subrogadas es demostración del desprecio íntimo por la política social que se desvía en un medio mas para realizar beneficios privados. No hay interés genuino por atender a la población, es sólo un gran pretexto para hacer negocio a costa de la necesidad de las madres trabajadoras y en deterioro de los escasos recursos públicos. Lo de las guarderías no es un caso aislado, es todo un sistema para desvirtuar la política social. Una cadena de voracidad que tiene un eslabón más en el Procampo, como lo ha documentado esta semana El Universal. Y no olvidemos Proárbol, que también alcanzó las palmas del escándalo mediático sin que se sepa de corrección institucional de las desviaciones.


No sorprende entonces que el programa Oportunidades no haya podido contener, no digamos revertir, el crecimiento de la población que vive bajo la pobreza. Una realidad que no se puede ocultar con la publicidad gubernamental, ni con “sofisticados” ejercicios actuariales para maquillar las cifras.


Si no se tienen las soluciones, ni el interés por impulsar la política social, el gobernante en turno prefiere atrincherarse en el relevo de los escándalos. Van de nuevo los casos de los secuestros de Fernando Martí y de Silvia Vargas. Se dan a luz nuevas revelaciones y una certeza permanente: no sabremos la verdad de lo ocurrido a esos jóvenes que fueron asesinados.

lunes, 27 de julio de 2009

Destino



Se está haciendo de la vida nacional una tragedia, un destino que ya no se puede torcer, que no deja futuro por hacer pues los dioses han dictado su palabra inconmovible y no se puede intercambiar por lo posible. Las instituciones se achican y no hay personaje, ni colectivo, que esté a la altura y nos libre de la catástrofe. De nada sirve distraerse con la soledad o el perfil psicológico de Felipe Calderón. No perdamos el tiempo con esos temas, ni con los relacionados con la vida interna de los partidos, dicho sea de paso.


Todo el esfuerzo institucional por darle legalidad a la asunción de Felipe Calderón como presidente constitucional en 2006 no ha conducido a una mejor situación para el país, no para cumplir con su promesa de empleo. La crisis económica no fue tomada con anticipación y los planes anticirisis tienen en la ideología del grupo en el poder su principal obstáculo: no creen en la intervención del gobierno, así como los ateos no creen en dios. El rebase por la izquierda que se sugirió en las primeras semanas de la gestión calderonistas se evaporó con las cifras oficiales respecto al incremento del número de pobres en el lapso de los dos primeros años. La apuesta legitimadora de la guerra en contra del crimen organizado no ofrece mejores cuentas. Aún en el supuesto de que realmente se lograra someter a la delincuencia tal como se ha pretendido, las consecuencias políticas serían no deseables: normalizar el uso de las fuerzas armadas en funciones de policía, al margen de lo establecido en la Constitución.


Desde ya, no se ve la disposición de los actores para construir la agenda para el resto del sexenio. Dos bloques perfilan la discusión: los que insisten en las reformas estructurales y los que van por continuar la reforma del Estado, que por donde se le vea, no significan otra cosa que un nuevo reparto del poder entre quienes ya lo tienen. Agenda que no deja de ser una abstracción para las mayorías de este país mientras no conduzca de manera efectiva a una reducción de la impunidad y su costo, a tener mejores índices de seguridad, al logro de una mejor alimentación, a que se alcance más calidad y cobertura en los servicios públicos de educación y salud. Una agenda volteada a la izquierda, a la socialdemocracia que paradójicamente fue pulverizada en su denominación partido o que de plano encuentra justificadas reticencias para ser reconocida bajo las siglas del Partido Revolucionario Institucional.


No cumplir el destino trágico significa responsabilidad sobre la conducción del destino propio como nación, en su noción de modernidad, capaz de realizar lo que se propone y sobreponerse a dogmas o creencias. Una demostración de ello es la eliminación de algunas comisiones que cobran los bancos por sus servicios al imponerse la orden instruida por el Banco de México. Es una señal entre muchas otras que se necesitan para evidenciar un cambio que sea por el bien de todos.

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