La cifra de niños fallecidos a causa del multimencionado incendio de la guardería ABC de Hermosillo, en Sonora, se incrementó el día martes 28 de julio. Juan Carlos Rascón Holguín, de tres años, es el nombre la de víctima 49. El trato de esta información no produjo mayor conmoción mediática. Conforme pasan los días la autoridad apuesta al olvido, a favor del imperio de la impunidad y la corrupción. Su consigna es cínica: un escándalo saca otro escándalo. Eso quiere.
Entre la ciudadanía que ha seguido la información sobre este infanticidio, alberga el deseo de una verdadera revolución de las instituciones, pues el régimen se hace insoportable y odioso conforme se van acumulando los hechos de una autoridad omisa, negligente. Esta historia no ha llegado su fin, lo reportado en Proceso por Marcela Turati es una muestra del sistema de guarderías subrogadas por el IMSS, un arreglo indecoroso de un Seguro Social que simula como que norma y los empresarios que extorsionan para subvertir la norma. Normalidad aberrante de la autodenigración mexicana.
Y por más que uno le dé vueltas para explicar la conducta de esta aciaga alternancia, se propone una osada conclusión: al PAN no le gusta gobernar y si no le gusta no tiene el incentivo básico para aprender. Su esquema es el de gobierno mínimo, ínfimo, resabio del siglo XIX. De la economía que se encarguen los empresarios, de la cohesión social que se encargue la iglesia católica, ahí se compendia la sociedad civil, en el apego a las corporaciones. Al gobierno le corresponde la coerción, de ahí que ordenen mayores recursos para la policía y el papel protagónico que se la ha dado a las fuerzas armadas.
Por eso les cuesta trabajo impulsar la política social y por eso han tenido de aliados a los tecnócratas. Lo de las guarderías subrogadas es demostración del desprecio íntimo por la política social que se desvía en un medio mas para realizar beneficios privados. No hay interés genuino por atender a la población, es sólo un gran pretexto para hacer negocio a costa de la necesidad de las madres trabajadoras y en deterioro de los escasos recursos públicos. Lo de las guarderías no es un caso aislado, es todo un sistema para desvirtuar la política social. Una cadena de voracidad que tiene un eslabón más en el Procampo, como lo ha documentado esta semana El Universal. Y no olvidemos Proárbol, que también alcanzó las palmas del escándalo mediático sin que se sepa de corrección institucional de las desviaciones.
No sorprende entonces que el programa Oportunidades no haya podido contener, no digamos revertir, el crecimiento de la población que vive bajo la pobreza. Una realidad que no se puede ocultar con la publicidad gubernamental, ni con “sofisticados” ejercicios actuariales para maquillar las cifras.
Si no se tienen las soluciones, ni el interés por impulsar la política social, el gobernante en turno prefiere atrincherarse en el relevo de los escándalos. Van de nuevo los casos de los secuestros de Fernando Martí y de Silvia Vargas. Se dan a luz nuevas revelaciones y una certeza permanente: no sabremos la verdad de lo ocurrido a esos jóvenes que fueron asesinados.