lunes, 27 de julio de 2009

Destino



Se está haciendo de la vida nacional una tragedia, un destino que ya no se puede torcer, que no deja futuro por hacer pues los dioses han dictado su palabra inconmovible y no se puede intercambiar por lo posible. Las instituciones se achican y no hay personaje, ni colectivo, que esté a la altura y nos libre de la catástrofe. De nada sirve distraerse con la soledad o el perfil psicológico de Felipe Calderón. No perdamos el tiempo con esos temas, ni con los relacionados con la vida interna de los partidos, dicho sea de paso.


Todo el esfuerzo institucional por darle legalidad a la asunción de Felipe Calderón como presidente constitucional en 2006 no ha conducido a una mejor situación para el país, no para cumplir con su promesa de empleo. La crisis económica no fue tomada con anticipación y los planes anticirisis tienen en la ideología del grupo en el poder su principal obstáculo: no creen en la intervención del gobierno, así como los ateos no creen en dios. El rebase por la izquierda que se sugirió en las primeras semanas de la gestión calderonistas se evaporó con las cifras oficiales respecto al incremento del número de pobres en el lapso de los dos primeros años. La apuesta legitimadora de la guerra en contra del crimen organizado no ofrece mejores cuentas. Aún en el supuesto de que realmente se lograra someter a la delincuencia tal como se ha pretendido, las consecuencias políticas serían no deseables: normalizar el uso de las fuerzas armadas en funciones de policía, al margen de lo establecido en la Constitución.


Desde ya, no se ve la disposición de los actores para construir la agenda para el resto del sexenio. Dos bloques perfilan la discusión: los que insisten en las reformas estructurales y los que van por continuar la reforma del Estado, que por donde se le vea, no significan otra cosa que un nuevo reparto del poder entre quienes ya lo tienen. Agenda que no deja de ser una abstracción para las mayorías de este país mientras no conduzca de manera efectiva a una reducción de la impunidad y su costo, a tener mejores índices de seguridad, al logro de una mejor alimentación, a que se alcance más calidad y cobertura en los servicios públicos de educación y salud. Una agenda volteada a la izquierda, a la socialdemocracia que paradójicamente fue pulverizada en su denominación partido o que de plano encuentra justificadas reticencias para ser reconocida bajo las siglas del Partido Revolucionario Institucional.


No cumplir el destino trágico significa responsabilidad sobre la conducción del destino propio como nación, en su noción de modernidad, capaz de realizar lo que se propone y sobreponerse a dogmas o creencias. Una demostración de ello es la eliminación de algunas comisiones que cobran los bancos por sus servicios al imponerse la orden instruida por el Banco de México. Es una señal entre muchas otras que se necesitan para evidenciar un cambio que sea por el bien de todos.

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