Como siempre, la sucesión
presidencial se está decidiendo por movimientos extraelectorales. Las
elecciones sólo van a envolver el resultado predeterminado, como en el
denostado pasado. No hay manera de otorgarle credibilidad y seriedad a la contienda
pues ésta se desarrolla precedida por una sucesión de simulacros intitulados: “El
narco interviene en las elecciones, en buen plan de favorecer al PRI”. Quién
diseño el guión, el Departamento de Estado, alguna agencia estadounidense o Los
Pinos, es ya lo de menos, el cálculo se centra en reducir los riesgos de un
verdadero juego democrático y dejar a los confiables amigos del gobierno
norteamericano, el Partido Acción Nacional.
El reciente simulacro ocurrió en
Monterrey, Nuevo León, con una manta pendiente de un puente suscrita por el
cártel de los zetas. Este simulacro aparece tan burdo que no se le puede
otorgar verosimilitud, lo interesante es que encaja muy bien con la propaganda
gubernamental de asociar al PRI con el narco, también es coherente con las
declaraciones de funcionarios estadounidenses que han venido en este año a
México.
Desde el domingo, en los quioscos
el semanario Proceso proponía a sus
lectores la infiltración de los zetas en todo el aparato de seguridad del
gobierno. Para el lunes, en su portal de internet del mencionado semanario ya se
desplegaba el contenido de la manta mencionada arriba. Una manta hecha con
paciencia, sin prisa ni derrames de pintura. Lista para demoler al gobernador
de Nuevo León, al tiempo que amenazaba a dependencias federales y se burlaba de
las agencias norteamericanas. Los zetas ufanándose de tener el poder, de imponer
su ley. (Lo que hacen se entiende porque hay complicidad, arreglo, de lo
contrario se tendría que visualizar la desaparición del Estado)
Con estos elementos, es
inevitable referirse ya al poder de los zetas. Así, con toda la fuerza de esta descomunal exhibición mediática y con verdadera consternación lo hace Antonio
Navalón en su artículo para El Universal.
Como que todo está muy revuelto, sin cocer y no apto para digerirse en un
ambiente que se identifica con la democracia. El azar no tiene lugar, es un
proceso medido desde hace tiempo, desde que los zetas se gestaron en el seno de
las fuerzas armadas, desprendiéndose de ellas pero no de sus códigos, dando
lugar a una rara amalgama de cártel y grupo paramilitar.
No cabe duda, “las pinzas del
Estado” se cierran para detener a Peña Nieto y a la oposición en bloque. Hay
una mente criminal que desde el aparato del Estado opera el apretón. Mañana,
tal vez ni los enternecedores artículos de Jesús Silva-Herzog Márquez se
lleguen a publicar. La oposición y las autoridades electorales tienen que
denunciar el simulacro que trae consigo un retroceso real de las libertades
políticas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario