lunes, 17 de mayo de 2010

El dominio de los Mancos




Se señaló en otra entrega Expresión del México Bronco que “En cualquier momento la violencia puede adquirir un perfil político. El asesinato de Rey Hernández García, quien era dirigente estatal del Partido del Trabajo en el estado de Guerrero es el aviso de que se ha tocado el límite.” No se le dio importancia al asesinato de este dirigente político del PT, quedó desatendido legal y mediáticamente para después perderlo en una cifra más de las muertes violentas. La violencia alcanzó a la política y de ahí en adelante se puede esperar cualquier cosa. Eso es lo que está ocurriendo. Primero con el asesinato de un precandidato a gobernar un municipio de Tamaulipas. No medió una semana y ocurre la “desaparición” de Diego Fernández de Cevallos el viernes pasado, político conspicuo en la concertacesión PRI-PAN.

La información oficial sobre este atentado no ofrece claridad, deja espacio a toda especie de rumores, tal vez esperaremos a que llegue el presidente Calderón de su gira para que se devele un avance cierto en la investigación. Por lo pronto, el cometario que se da cita en los medios online no deja de tener un alto grado de desprecio por el llamado Jefe Diego. Esto no es para dar vuelo al regocijo. Es nada más un indicador del respeto y admiración que le merece a la población la clase política.

Carlos Ramírez
DFC: inicia desestabilización recuerda el día de hoy un par de asesinatos que vale retomar al considerar la secuencia de una época que se instaló para sustituir el régimen de la hegemonía priísta. Aquí exploto una significación que no precisamente es la del columnista. El asesinato del periodista Manuel Buendía en 1984, previo al inicio formal de la liberalización económica con el ingreso de México al GATT en 1985 y a la fractura del Partido Revolucionario Institucional de cara a las elecciones de 1988 que instalaron, haiga sido como haiga, sido, a la tecnocracia por encima de los políticos tradicionales que vivieron del régimen de la Revolución. El otro asesinato fue el de Luis Donaldo Colosio, ocurrido en marzo 1994, que se produjo después de que el destape del candidato oficial volvió a fracturar al PRI en noviembre de 1993. La historia ya la sabemos: desestabilización económica (error de diciembre) el gobierno dividido (1997) y verificación de la alternancia del Poder Ejecutivo (2000).

En todo este proceso existe un comando claro de la tecnocracia respecto de las principales decisiones de política pública, conducción que se ha mantenido por encima de los partidos, de la alternancia y la democracia. Los Mancos, pues la tecnocracia carece de mano izquierda, han garantizado que este proceso enriquezca al capital corporativo a costa de reducir la capacidad adquisitiva de la mayoría de los mexicanos estimulando su empobrecimiento. En el ámbito de las instituciones políticas, han envilecido el sistema de partidos con dineros fiscales y el costoso IFE, así como de sus réplicas estatales, desdibujando la difusión y conocimiento sobre las plataformas políticas. Se ha debilitado a la institución presidencial que ahora quiere fortalecer la generación del sí.

La situación de debilidad del presidencialismo en el sexenio de Felipe Calderón se especifica en los siguientes rasgos: no cuenta con la legitimidad de las urnas y esto lo separa de amplios contingentes de la sociedad; se asume al servicio de los empresarios y éstos le dictan lo que tiene que hacer, a veces hasta parece su porrista; espiritualmente está sometido a iglesia católica, institución en crisis por el escándalo de la pederastia. Le niegan la representación máxima del estadista, situarse por encima de sus gobernados y atender los equilibrios en riesgo permanente por la disputa de recursos. Bajo estas condiciones se toman decisiones sin la información consistente y digna de la representación de todos los mexicanos.

Es dentro de este proceso que el sufrimiento de Fernández de Cevallos no será esclarecido satisfactoriamente, como no lo fue la muerte de Buendía, el magnicidio de Colosio o el secuestro de Fernando Gutiérrez Barrios. Los que usufructúan estos acontecimientos gozan de impunidad, no padecen campañas negras y nadie les llama hijos de puta.

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