domingo, 17 de enero de 2010

El ocaso del Estado Mexicano



Dos informaciones que nos pueden indicar cuando un Estado ha dejado de ejercer su supremacía sobre el territorio que le define un lugar en el mapa y sobre la población a la que le ofrece seguridades garantizándole derechos, de manera soberana, sin someterse o subordinarse a otro Estado de manera indefinida. Una información se refiere al desprecio de la iglesia católica por las leyes del país, la otra información nos remite al papel decisivo que se arroga tener los Estados Unidos en el combate al narcotráfico en México.

Hasta hace bastantes años, en la configuración política del país se tenía claro que el régimen de la revolución mexicana, el Estado social de bienestar que construyó, cedió su lugar a un Estado pretendidamente de mercado. El Estado, también llamado populista, fue abdicando responsabilidades en cuanto a la protección de los sectores o grupos de la sociedad de acuerdo a sus características demandas. Bajo su protección estaban todos, incluidos los empresarios. Empresarios que renegaron de ese Estado e hicieron lo posible por desmantelarlo. El argumento fue que el Estado fracasó en su propósito de beneficiar a la sociedad en su conjunto, los rezagos se iban acumulando y además el régimen era corrupto. Los empresarios ofrecieron generar esa prosperidad siempre y cuando se desmantelara el estado de cosas vigentes. Sus demandas se cumplieron una a una, conclusión de reparto agrario y amilanamiento de los sindicatos en su capacidad para fortalecer las prestaciones de los trabajadores. No quedando satisfechos, los empresarios decidieron impulsar al partido con el que tuvieran mayor afinidad y control. Por algo la alternancia se realizó a favor del Partido Acción Nacional.

Con más de veinte años en los que los grupos más poderosos de los empresarios se han impuesto en la agenda nacional, los resultados no han mejorado respecto al bienestar de la sociedad y, además, la corrupción sigue incontenible. El gobierno de empresarios para empresarios ha quemado con ello los argumentos con los cuales sistemáticamente desprestigió al régimen del PRI. En su proceder no han distinguido la línea que separa entre el cambio de régimen y la anulación de la voluntad soberana del Estado.

El actual titular del Ejecutivo federal, en su obcecación por sentarse y mantenerse en la silla presidencial ha descuidado al Estado del que somos parte. Si la Iglesia se declara en contra de cierta legislación, a través del arzobispo Norberto Rivera, sentenciando que la ley divina está por encima de las leyes que se ha dado la nación mexicana (Desdeñan iglesias leyes humanas; sólo obedecemos a Dios, afirman) No se podría esperar menos de un jefe de Estado mexicano atajar la intromisión política de la Iglesia. Pero no lo hace. Felipe Calderón se calla, deja de actuar y consiente el desacato del orden constitucional. Por qué actúa de esa manera, pues porque en el fondo está de acuerdo con la Iglesia y no con el Estado del cual es el principal representante. Si ése es el camino correcto, que espera Calderón para encargarle a la Iglesia la responsabilidad de enjuiciar, de educar y administrar los servicios de salud dentro de esta provincia Vaticana que llamamos México.

En el combate al narcotráfico las insuficiencias institucionales han dejado ver hasta dónde el crimen organizado ha infiltrado autoridades y policías, así como su papel activador de economías locales como para permitirle formar una base social. Se ha expuesto al Ejército Mexicano y hoy queda bajo la sospecha de violar derechos humanos. Se consigue del Congreso la aprobación de legislación y presupuesto que mejoren la capacidad de combate a la delincuencia para finalmente recurrir a los servicios de Estados Unidos y así lograr golpes espectaculares. La captura de Teodoro García Simental (Capturan a El Teo en el municipio de La Paz ) a quien se le atribuyen cientos de ejecuciones, ha resultado un operativo impecable conducido con la inteligencia proporcionada por la agencia norteamericana antinarcóticos (DEA) poniendo a la intemperie las capacidades del aparato público desplegado contra el crimen organizado. Si ése es el camino correcto, que espera Calderón para declarar la conclusión del ciclo estatal de la nación mexicana.

Y como lo correcto es hablar bien de México, pongámonos de pie y aplaudamos la clausura del Estado Mexicano.


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