martes, 23 de septiembre de 2014

Apacible, perturbado

De Santa Rosalía a Cabo San Lucas, Baja California Sur es un estado de la república donde el tiempo transcurre al ritmo del remanso de un medio natural de ocre paisaje semidesértico y azules de cielo y mar que hacen –es una licencia- de carácter pacífico a su población. Por eso desconciertan las imágenes fuera de contexto producidas al influjo del fenómeno meteorológico Odile. Entre el 14 y 16 de septiembre de 2014 BCS, en especial Los Cabos, mostró el rostro oculto de la modernidad del “desarrollo” turístico.

A manera de ejercicio, empiezo por hacer a un lado la información periodística reciente. Trato de recuperar imágenes idílicas y no menos reales de BCS Año de 1978. El estelar cielo nocturno en una noche despejada durante un viaje carretero de Loreto a Ciudad Constitución. La recolección e inmediata degustación del bivalvo, conocido como pata de mula, extraído del lodo arenoso del manglar en Puerto López Mateos. El arco emblemático de Cabo San Lucas; el contraste 30 años después, en Los Cabos se despliegan a la vista una serie de edificaciones de gran turismo haciendo invisibles las barriadas de edificación frágil, coexistiendo en un paraíso artificial –con permiso de Baudelaire- donde todo se cobra en dólares. Una buena porción de la playa desapareció para hacer espacio a las marinas, un apeadero de embarcaciones. Una intervención radical sobre el medio ambiente.

Sobre estas impresiones vuelvo a correr las informaciones recientes de lo que dejó Odile. Tiendas asaltadas, domicilios allanados y vecindarios organizados improvisadamente para defender sus bienes, lo que se pudo conservar tras el paso del ciclón.

¡Ah! La rapiña a cielo abierto y a la vista de los soldados.
¡Ah! Perdieron su alma y se dedicaron al vandalismo, es un susto (quizá por ver tanta televisión).
¡Ah! El Estado de derecho, reclama el líder nacional del Consejo Coordinador Empresarial (que se abstiene del mismo cuando de Germán Larrea y los de su especie se trata).

Lamentos que se mezclan con los de la población directamente afectada. Pobladores que confirman de que están hechas las autoridades municipales y del gobierno del Estado, de incapacidad para conducir la protección civil en situaciones de desastre. La insustituible intervención del gobierno federal, que en un primer momento se enfocó a difundir la atención a los turistas, al tiempo que los medios reflejaban las imágenes de la descomposición social emergente en los actos de rapiña.

Lo que quedó exhibido fue un modelo de “desarrollo” turístico depredador y excluyente. La rapiña originaria basada en la explosión de los servicios turísticos. De hecho, de tiempo atrás se cambió el esquema de ocupación poblacional regulado por el reparto agrario, por un poblamiento salvaje patrocinado por desarrolladores turísticos, inmobiliarias y la migración, sin las seguridades que aportó el desarrollo agrario y al colonización.

El agua caída del cielo, que para este territorio es una bendición, no generó inundaciones. La calidad de la tierra y la luz solar evitaron los estancamientos de agua. Fue la urbanización mal planeada, cuando no improvisada, insostenible frente a la fuerza de los vientos, amolando a la población. Urbanización con rasgos de rapiña tolerada por las autoridades. De ahí que se requieran de ingentes acciones de protección civil de parte del gobierno federal, de las cuales su tramo más profesional corresponde al Ejército a través del Plan DN-III.

Que nadie se asuste, ni se de golpes de pecho. Es obligado desarrollar un método indiciario para purgar la rapiña originaria y la que le siguió ¿Cuándo vamos a terminar de aprender?



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