Una obra que a primera vista se
admira y le da otra visibilidad a la de la ciudad de México. La primera
impresión no es suficiente para completar la simulación, sucesivamente se tiene
que mantener la impresión de una obra bien acabada en todas las previsiones. No
es así. Será porque invitaron a Felipe Calderón a inaugurar la obra y le echó
la sal. El hecho es que hay estaciones donde la Línea Dorada del metro es
inabordable. Habrá explicaciones, lo desagradable es el mal sabor que deja el
que las autoridades gasten en publicidad, el ofrendar a los medios un producto
con el fin del lucimiento y no del servicio a los usuarios. El ritual se tenía
que hacer como si no se pudieran esperar. Una obra necesaria, más de lo que
previeron, serán más de 500 mil usuarios diarios.
Tendrán nuestros políticos una
reforma para erradicar la simulación. Esa si sería una reforma estructural,
pero de las retorcidas mentes de nuestros dirigentes políticos. En la
simulación está el principal quiebre del Estado de Derecho. La habilidad está
en no ser pillado, darle la vuelta a la responsabilidad, pero siempre de frente
para la foto. Cuántas manos cortaron el listón inaugural de la línea varada
¡Qué vergüenza!
No es algo menor, ni una anécdota
salvable por efecto del olvido. Estamos ante una conducta que estimula la
emulación, que permea a otros niveles de la administración.
Aquí tenemos otra estampa del
servicio público a cargo de delincuentes, es el caso de la empresa Pronósticos
Deportivos que simuló un concurso para atracar a los concursantes del Melate.
Una trama burda según muestra el diario La
Razón de México (Sigan el enlace http://www.razon.com.mx/spip.php?article146105
)
El problema es que no se trata de
una, dos, tres estampas de la simulación. Aquí, allá y acullá. Es todo un
sistema que se enmascara en el Estado de Derecho y, por lo mismo, cuenta con
salidas hacia la impunidad. Desmontar ese sistema sería una proeza del futuro
gobierno, como para instaurar en serio una nueva época para el país.
¡Ah! Si los políticos estuvieran
a la altura de lo que requiere México. Qué va, para ellos México está hecho a
la medida de sus vanidades. Y cuando alguno llega al principal cargo político,
al concluir su mandato (como si de verdad lo hubiera asumido) sólo piensa en
ser recordado como el mejor presidente. Él y los de su especie tienen clara su
tarea: embaucarnos, es decir, tratarnos como si fuéramos ingenuos. Si los temas
de la agenda fueran del interés de todos, los acuerdos saldrían con mayor
facilidad. No es así, la reforma laboral es un ejemplo al mérito del jaloneo. Hay
intereses personales y de parcialidades fácticas. Por eso, no es raro que el
proceso legislativo degenere en un ejercicio de simulación que descuadra la
geometría política. No hay izquierda, tampoco derecha. El supremo fin es ir en
contra del PRI negando fidelidad a su reproducción.
Al final del cuento y de la hipócrita
cortesía política no son capaces de dar cifras ciertas de los montos aportados.
El PAN y el PRD se unen por puro oportunismo.
Para seguir en la línea atorada
de los consensos.
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