Se habla de regreso a la normalidad después de diez días en los que México se ha convertido en la letrina del mundo por el brote de influenza humana. Muchos datos tendrá que sistematizar la autoridad para proveer de tranquilidad a la ciudadanía y restituir la autoestima maltrecha. Precisamente un día como hoy en el que lo importante sería festejar una de las gestas que nos ha dado identidad, la batalla del 5 de mayo ocurrida en Puebla en el año de 1862, en contra de los invasores promovidos por Francia para establecer un gobierno imperial. La efeméride ha quedado oculta por la contingencia sanitaria.
Lo cierto es que dentro de las deficiencias del sistema de salud, el obedecer las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud le valió a México contener un contagio explosivo. La participación de la gente ha sido de admirar, entendió a la primera que tenía que reducir el contacto de sus relaciones sociales. Que si el virus no ha sido tan maligno es otra cosa. Lo cierto es que la autoridad tendrá que informar, sin los saludos a la bandera que nos ha propinado Felipe Calderón en cadena nacional, de una numeralia prolija y efectiva, capaz de someter el miedo de la influenza, darle su normalidad lejana del pánico, como si se tratara de una gripa más. Cuántos contrajeron el nuevo virus. Quiénes murieron por la acción del virus. A qué se debieron los demás casos de neumonía letal: a otro virus o enfermedad, a la pobreza y falta de atención, a los antibióticos mal administrados, a la atención deficiente o tardía.
Se tendrá que valorar la incidencia persistente de la falta de agua durante este año en el Valle de México. El efecto del asueto de semana santa y los generados por los puentes de feriados que han modificado la efectividad conmemorativa del calendario cívico para beneficiar el turismo, ese turismo que ha quedado tocado por la contingencia. Es increíble como la advertencia de no concurrir a playas contaminadas es ignorada y hoy esas playas podrían ser el caldo de cultivo de la influenza, igual que las famosas playas de la ciudad de México que se establecieron ignorando la escasez de agua. Por qué no desaparecer el asueto masivo de semana santa o el de fin de año por una fórmula menos depredadora. Que la gente elija cuando descansar.
De la emergencia sanitaria saldremos pronto. De la emergencia económica habrá que prepararse para que no sea tan larga, mirar hacia la parte social como componente decisivo para salir del hoyo, dejar de privilegiar a los privilegiados, lo que se ve difícil con el actual gobierno. De la guerra al narcotráfico el gobierno estima que trascenderá el sexenio y nos impone un estoico sufrimiento. De la educación y temas ambientales mejor no hablamos.
Más que regresar a la normalidad es necesario construir una nueva normalidad, que no esté dictada por el gran capital, ni por las iglesias, ni por la delincuencia en todas sus variantes, impunidad y corrupción incluidas. Una nueva normalidad decidida por la ciudadanía en su diversidad.
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