“Me pregunto incluso si
la historia no nos parece tan absurda precisamente por esa confiscación
monstruosa en provecho de un único modo
de ver el mundo.”
Mircea Eliade
Dos razones para revisar el mundo
recreado por una teoría económica bajo el mitologema de que el mercado funda y
resuelve la vida social, teoría inmerecidamente calificada de liberal y
erróneamente motejada “neoliberal”. A la teoría económica imperante le ha
pasado como al marxismo bajo el régimen de José Stalin, se ha convertido en una
ideología fría (expresión de un filósofo
griego de nacimiento, Kostas Papaioannou)
La teoría que se hizo modelo y
ley, en México comenzó a implantarse como convicción de los gobernantes desde
el primero de diciembre de 1982. Treinta y cuatro años han transcurrido desde
entonces, merece ser considerado como época digna de ser revisada, cuando menos
hacer un recuento de lo que nos ha traído.
La primera razón nos la ofrece el
racista de Donald Trump y es un recordatorio: la economía no es un mecanismo
ciego de mercado, ésta es moldeable por la política. Eso nos enseña su
intervención de chantajear a las empresas automotrices de su país y atosigarlas
con impuestos si no invierten en Estados Unidos. La Ford ya canceló un proyecto
de inversión en México. Con un terrible desplante Trump echó por los suelos la
creencia causi religiosa del libre
mercado.
La segunda razón para convocar a
una revisión procede de la liberación del precio de las gasolinas decretada por
el gobierno del presidente Peña Nieto. Desde que se dieron los primeros “gasolinazos”
en la administración pasada, éstos se constituyeron en una medida recaudatoria
para financiar compromisos fiscales. El actual gobierno que se comprometió a
desterrar dicha medida, da marcha atrás a su compromiso y lo adorna como un
acto de liberalización del precio del combustible. Si está libre el precio por
qué interviene el gobierno a través de la secretaría de Hacienda y sale con
explicaciones barrocas que justifiquen el componente recaudatorio de la medida.
Ahora la autoridad no sólo es tildada de mentirosa, sino que enfrenta una
percepción popular, para decirlo amablemente, de que los impuestos aplicables a
las gasolinas son parte del botín de “políticos rateros”. De otra manera no se
puede entender el encono.
La catástrofe se ha construido con
paciencia, no es un acontecimiento fortuito o del destino. La catástrofe tiene
sus arquitectos: los organismos empresariales que propugnaron por la
implantación de un modelo carente de empresarios aptos para competir y de una
sociedad civil robusta por la igualdad de oportunidades. Los políticos que se
plegaron a la presión empresarial y del llamado consenso de Washington. Como
compañeros de ruta, centros de educación superior se abonaron al proyecto.
Ahora tenemos que la apertura
económica ha sido un catalizador de la corrupción y el favoritismo a tal o cual
consorcio empresarial, empañando el supuesto virtuoso del mercado.
Se tienen los parches
institucionales de los entes autónomos en las materias electoral, de derechos
humanos, acceso a la información y transparencia. Su rendimiento ha sido
mediocre para la salud de la vida pública.
Mientras los sucesivos gobiernos
se dedicaron a proteger los intereses de un sector de la sociedad. Obreros,
campesinos y empleados quedaron desprotegidos con el cuento de favorecer las
inversiones. Contingentes de la población se incorporaron a la economía
informal, funcionales para paliar la falta de empleos y a los bajos ingresos de
los trabajadores formales.
La pandemia de la obesidad también
se encuentra etiquetada al modelo imperante. Bajos ingresos para la mayoría de
la población urbana impiden una alimentación de calidad. La industria
alimentaria y de bebidas, junto con las empresas de comida rápida y la proliferación
de los changarros de antojitos y golosinas, son los responsables de la
pandemia.
Y lo más espantoso que nos ha
traído el barco de una modernidad mal entendida o digerida: la explosión de
actos delictivos, del orden común y federal, con su cauda de violencia que
rebasa al aparato público de seguridad. La “malandrinización de la sociedad
propiciada por gobiernos ineptos y un orden de mercado que no reconoce límites
en el aprovechamiento de los recursos naturales y no tiene idea de lo que es la
dignidad humana. Una nueva barbarie en la disputa por objetos fetiche, en el
gozo de una exterioridad virtual que se puede encontrar en las redes y nos
evade de la realidad e invita a realizarla en una transgresión despolitizada de
las convenciones sociales, el caso del reglamento de tránsito.
Revisar el modelo como examen de
conciencia colectivo propósito de año nuevo y regalo de Reyes.
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