El senador Manlio Fabio Beltrones ha aparecido en YouTube http://www.youtube.com/watch?v=Ey1nf8H0o9Qsin provocar mayor polvareda. Al menos no se han dado en cascada comentarios. La conclusión sin mayor mediación interpretativa, sin rodeos, es un Yo quiero contender por la Presidencia. Es una aspiración que ya se encuentra en los agujeros de los comunicados dominicales que el Senador hace de un tiempo a esta parte. Esto es, no estamos ante una novedad de intenciones.
La palabra en la que se agolpa el mensaje en su conjunto es una: orden. Como el significado no se precisa –y vaya que la palabra tiene significados varios- da para mucho y para todo. Desde un deseo de armonía cósmica hasta la insinuación de la mano dura. No creo que sea ni lo uno, ni lo otro. Sí representa la ambigüedad del discurso político de amplio espectro, que de inicio no sea muy atendido no importa tanto como el hecho de que adquiera significancia con el correr del deterioro del país. Entonces orden tendrá sentido imperativo.
Y luego, a dónde vamos desde la oficialmente aborrecida percepción. Si convocamos a la consecución del orden se entiende que hay un desorden. Desorden múltiple que tiene su muestra más expuesta en la inseguridad, representada por la violencia con la que opera la delincuencia. Desorden de una economía que se catapulta desde la exportación despreciando el mercado interno. Desorden desde la educación que no alcanza a producir generaciones con futuro próspero. Desorden de la administración que confundió la institucionalidad con el partido y los amigos. Desorden práctico de la arquitectura normativa, revolviendo Constitución, leyes, reglamentos, decretos y circulares al antojo discrecional.
O bien se refiere a un orden establecido donde la mayoría no se siente incluida. Un orden basado en la competencia despreciando la cooperación. Un orden que disminuye lo público por el interés particular de unos cuantos. Un orden de laicismo diluido, temeroso de sancionar la transgresión de la ley que cotidianamente hace la iglesia católica. Un orden donde el trabajo ya no es considerado factor productor de riqueza, sino un lastre plagado de derechos, en el absurdo es un costo que hay que reducir a como dé lugar, que el trabajo se acerque a lo gratis.
Una magnitud del orden o desorden, según se le quiera ver, lo tendremos este 28 de octubre, cuando miles de jóvenes –al menos en la ciudad de México- saldrán a la calle para bendecir en el templo a su santo con flama en la coronilla. Jóvenes marginados a los que los programas gubernamentales y el mercado formal no recluta. Ninis a los que las instituciones no protegen, candidatos fuertes para adoptar alguna adicción o engrosar las filas de la delincuencia. Qué mensaje les tendrá el senador Beltrones para estos jóvenes en su día santo. Les hablará de la Ley del Primer Empleo que promovió ante el Congreso o de una modernidad fracasada, incapaz de sustraerlos de la superstición.
Sabemos que la Ley del Primer Empleo tiene su antecedente en un programa fugaz de la presente administración que nunca despegó. Y el senador Beltrones sabe que no basta legislar en la materia cuando la economía está determinada por la especulación y la concentración sin límites. Al respecto cabe la pregunta ¿Tiene un orden económico alternativo?
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