lunes, 5 de diciembre de 2011

Sombras nada más






Este lunes muy temprano recogí el ejemplar de 24 Horas El Diario sin límites en el lugar acostumbrado, en las inmediaciones del Bosque de Tlalpan. Algo que no puede hacer, por ejemplo, quien radica en Chihuahua. Voy a la nota sobre el evento del pasado domingo de Felipe Calderón y sus acarreados, del cual se destaca: “Habló sin parar durante una hora y 13 minutos”. Nada extraordinario, hablar en público ante un auditorio anclado a un recinto es tarea de los que detentan el Poder. Es algo muy antiguo, como los sofistas en la democracia ateniense de la Grecia Antigua. Es algo muy arraigado, como lo constató Pierre Clastres en las tribus de la Amazonia. Es algo muy nuestro, como la milenaria tradición del Tlatoani. La Jornada agarró otro giro, la descalificación que hizo Calderón de sus críticos sin dar nombres. Ah, cobarde. Según este diario, el Presidente se dice censurado por combatir al crimen. No sé de dónde sacó eso, pues censura no es lo mismo que crítica. Estaba deslenguado el señor Calderón: “La intervención palmaria y evidente de los delincuentes en procesos electorales”. Si es así es de preguntarse por qué no los agarraron en flagrancia a los delincuentes y dieron inicio a proceso. Pura palabrería de quien ya está interviniendo en el año electoral en curso, aunque lo tenga prohibido. Reforma resaltó la sinceridad presidencial: “Me he rebelado contra la fatalidad”. Y vuelve otra vez. No existe quien se regocije en la fatalidad propia, pues en la ajena créanme que sí. Fatalidad acaso no es destino, destino no es obra de la mano de Dios (Libro de Job) Para la columnista Aurora Berdejo, le recalcitró el estado se sitio que se impuso en una porción de la capital del país para poder llevar a cabo el evento presidencial. Y esos son los defensores de la democracia, digo yo, esos panistas que actualizan las técnicas del acarreo.



Pasando a otra jerarquía, el precandidato del PRI a la presidencia de la república, Enrique Peña Nieto dio de qué hablar por hablar de lo que no es lo suyo: las letras. Ni leerlas, ni escribirlas. No sé si se le ha exigido de más, pero si me preocupa que orientaciones de este presidenciable (todavía lo es) no se comenten con el mismo furor y pasen como si nada ante el respetable. Me refiero a la cercanía que dicen que tiene Peña Nieto con Pedro Aspe, incluso se ha filtrado que Luis Videgaray es recomendado de Aspe. No se puede ser tan desmemoriado como para no recordar que Aspe dejó prendida de alfileres la economía en los estertores del sexenio de Carlos Salinas. Por algo el entonces Presidente no lo consideró su sucesor y se inclinó, en un primer momento de decisión, por quien fuera responsable de su política social, Luis Donaldo Colosio. Después vino el asesinato del candidato priísta, hecho cuyo beneficiario efectivo fue la tecnocracia. Salinas sabe que el neoliberalismo es una doctrina muy desestabilizadora como para encargarle la política.



Ya para no dejar títere con cabeza, López Obrador pone la suya. Cómo está eso de que su hijo es considerado para formar el equipo de “precampaña”, que por cierto legalmente tiene vedada como candidato único. También está anotado el famoso Nicolás Mollinedo, el chofer del entonces jefe de gobierno que cobraba como director. Lo que son ganas de hacerse la vida difícil: nepotismo y amiguismo. Por eso la gente no cree en los políticos y se merecen un título de tango.


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