Este lunes muy temprano recogí el
ejemplar de 24 Horas El Diario sin límites en el lugar
acostumbrado, en las inmediaciones del Bosque de Tlalpan. Algo que no puede
hacer, por ejemplo, quien radica en Chihuahua. Voy a la nota sobre el evento del
pasado domingo de Felipe Calderón y sus acarreados, del cual se destaca: “Habló
sin parar durante una hora y 13 minutos”. Nada extraordinario, hablar en
público ante un auditorio anclado a un recinto es tarea de los que detentan el
Poder. Es algo muy antiguo, como los sofistas en la democracia ateniense de la Grecia Antigua. Es algo
muy arraigado, como lo constató Pierre Clastres en las tribus de la Amazonia.
Es algo muy nuestro, como la milenaria tradición del Tlatoani. La Jornada agarró otro giro, la
descalificación que hizo Calderón de sus críticos sin dar nombres. Ah, cobarde.
Según este diario, el Presidente se dice censurado por combatir al crimen. No
sé de dónde sacó eso, pues censura no es lo mismo que crítica. Estaba
deslenguado el señor Calderón: “La intervención palmaria y evidente de los
delincuentes en procesos electorales”. Si es así es de preguntarse por qué no
los agarraron en flagrancia a los delincuentes y dieron inicio a proceso. Pura
palabrería de quien ya está interviniendo en el año electoral en curso, aunque
lo tenga prohibido. Reforma resaltó
la sinceridad presidencial: “Me he rebelado contra la fatalidad”. Y vuelve otra
vez. No existe quien se regocije en la fatalidad propia, pues en la ajena
créanme que sí. Fatalidad acaso no es destino, destino no es obra de la mano de
Dios (Libro de Job) Para la columnista Aurora Berdejo, le recalcitró el estado
se sitio que se impuso en una porción de la capital del país para poder llevar
a cabo el evento presidencial. Y esos son los defensores de la democracia, digo
yo, esos panistas que actualizan las técnicas del acarreo.
Pasando a otra jerarquía, el
precandidato del PRI a la presidencia de la república, Enrique Peña Nieto dio
de qué hablar por hablar de lo que no es lo suyo: las letras. Ni leerlas, ni
escribirlas. No sé si se le ha exigido de más, pero si me preocupa que
orientaciones de este presidenciable (todavía lo es) no se comenten con el
mismo furor y pasen como si nada ante el respetable. Me refiero a la cercanía
que dicen que tiene Peña Nieto con Pedro Aspe, incluso se ha filtrado que Luis
Videgaray es recomendado de Aspe. No se puede ser tan desmemoriado como para no
recordar que Aspe dejó prendida de alfileres la economía en los estertores del
sexenio de Carlos Salinas. Por algo el entonces Presidente no lo consideró su
sucesor y se inclinó, en un primer momento de decisión, por quien fuera
responsable de su política social, Luis Donaldo Colosio. Después vino el
asesinato del candidato priísta, hecho cuyo beneficiario efectivo fue la
tecnocracia. Salinas sabe que el neoliberalismo es una doctrina muy desestabilizadora
como para encargarle la política.
Ya para no dejar títere con
cabeza, López Obrador pone la suya. Cómo está eso de que su hijo es considerado
para formar el equipo de “precampaña”, que por cierto legalmente tiene vedada
como candidato único. También está anotado el famoso Nicolás Mollinedo, el
chofer del entonces jefe de gobierno que cobraba como director. Lo que son
ganas de hacerse la vida difícil: nepotismo y amiguismo. Por eso la gente no
cree en los políticos y se merecen un título de tango.
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