No es tiempo de señalar culpables, pues si a esas vamos el gobierno no tendría escapatoria. Lo que vale es ordenar la alineación de las fuerzas políticas y darle una salida constructiva al desastre que vive el país. Felipe Calderón dice que la culpa no es suya, en dado caso la comparte con la sociedad. No se trata de eso, saldría mal parado. Ahora puede distinguir entre culpar cómodamente desde la oposición y tener la responsabilidad del gobierno. Pero no lo hace. Se aferra a una inexistente función redentora. Calderón es un mesías de clóset, por eso López Obrador es su némesis.
No es ocioso enumerar centros urbanos que están a punto de ebullición por desempeño o decisión de orden federal. El incendio de la guardería ABC de Hermosillo, en Sonora, se debió a una mala supervisión de las normas dictadas por el IMSS. Los niños que allí murieron fueron resultado de la confusión de competencias que la parte federal debió evitar. La carnicería de Ciudad Juárez, en Chihuahua, está relacionada con la declaratoria de guerra al crimen organizado que ya tiene una pesada carga de daños colaterales. La ciudad de México, capital de la república mexicana, puede incursionar en esta lista. Dos resortes de orden federal, la provisión de energía y agua, están marcados por dos decisiones de Calderón: liquidar la compañía de Luz y Fuerza sin tener al sustituto de sus servicios. La CFE todavía requiere subcontratar empresas para brindar suministro, empresas que se ven rebasadas por los apagones que aquejan un día sí otro también. Y por ninguna parte se nota la colaboración en las calles del SUTERM. El sindicato de CFE, que desde el silencio no quiere ser parte del desastre que amenaza a la ciudad de México; el otro servicio, el del agua potable y el desagüe que acompaña el uso de este recurso, sigue las pautas que dicta la Comisión Nacional del Agua. Su director no tiene las calificaciones para una dependencia técnica que el panismo la ha convertido en botín político, en cuota de poder asignada a El Yunque. Los sucesos ocurridos en el Valle de México, la inundación por aguas negras en el oriente del valle en los primeros días de febrero y el racionamiento del agua en los últimos años son señales de una urbe próxima a colapsar.
Si la situación adquiere explosividad también hay que agregar otras decisiones presidenciales que contribuyen a la situación presente: la anulación de facto del derecho laboral, ejemplificado en el caso de los trabajadores mineros metalúrgicos y los electricistas del SME; el otro punto es el pésimo desempeño en la asignación de subsidios al campo que no llegan a los que más lo necesitan, subsidios que son capturados por la burocracia, los empresarios agrícolas, la cúpula de las organizaciones del campo y hasta el narco.
Basta de contemplar el desastre que se viene. Lo importante es que las fuerzas políticas lleguen a acuerdos reales, creíbles y productivos, inclusivos de la mayoría de los desheredados. No se puede avanzar como país mientras se inculque la ingesta de comida chatarra y de programas difundidos por el duopolio televisivo. Eso lo deben entender Calderón y todos los políticos. Quien quiera conducir a este país tendrá que hacer compromisos con la ciudadanía más allá de las campañas y su registro notariado, que se vean en la formación de una ciudadanía robustecida por lo que come, lee y valora.
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