Se anuncia el programa de festejos y el ambiente es fúnebre. Parece una contradicción, pero estamos en México, donde todo es posible.
Están ahí la serie de “conjeturas” que se enlistan para explicar o darle algún sentido al acto de renuncia de Fernando Gómez Mont a su militancia panista. No hay que darle vueltas y conjeturar en el vacío del por qué la decisión de Gómez Mont. El señor estaba harto y ya. Aunque el gordito es de piel delgada, hay cosas que difícilmente se dejan pasar entre políticos vanidosos: que otro más pendejo le enmiende la plana.
Los del PAN no entendieron que la alianza electoral que hicieron en Oaxaca no estaba acomodada a los arreglos que sostienen a Felipe Calderón: el PRI y Carlos Salinas. No quisieron ver que el principal aliado panista de Salinas es socio de Gómez Mont. Luego entonces, para qué regar el tepache.
En fin, Gómez Mont dejó al PAN y el tiempo corre para dejar la secretaría en la que despacha, en la que por cierto, le ha tocado el papel de rudo apagafuegos acumulando raspones y quemaduras dignas de un bombero: se fajan a fondo y no son bien retribuidos. Son cosas que suceden cuando los límites entre el Estado y el partido gobernante no quedan bien esclarecidos. De eso la historia de México cuenta con el expediente del PRI.
Vámonos despacio y visitemos la consecuencia mediática de la renuncia, pues la política ya quedó esbozada. Y no se diga más.
Resulta que el día de ayer, alrededor del mediodía en el Centro Banamex, el presidente Calderón anunció el programa de actividades del Bicentenario de la Independencia de México y del Centenario de la primera revolución social del siglo XX. El lugar no pudo ser peor, la sede de un organismo financiero que tiene su matriz en los Estados Unidos, como si no existieran las ciudades de Guanajuato o de San Luis Potosí, los poblados de Anenecuilco o Cananea. Digo, algo ligado entrañablemente al asunto a tratar.
Sucede que lo que estaba diseñado para ser la principal noticia de la prensa al otro día pasó a interiores. Los diarios fueron conmocionados por la carta Gómez Mont y el programa de los festejos pasó a segundo plano. En lo mediático el acto presidencial se opacó, perdió visibilidad o la tuvo en tanto parte de la frivolidad de Televisa y TV Azteca. Y luego, para qué quiere enemigos el Presidente si con sus aliados no se da a abasto.
Y la cartita de marras siguió rebotando en los medios, lo suficiente como para impactar la principal actividad del Presidente el día de hoy, jueves 11 de febrero: su visita a Ciudad Juárez, la ciudad receptora de maquilas que se ha convertido en la capital del crimen.
Así concluye el día de quien quiere celebrar gestas patrias, con la justicia laboral que decreta el fin de la relación laboral en la mina de Cananea aplastando el derecho a la huelga de los trabajadores. Lo dicho, no le ayudan al Presidente. Y de lo positivo no se puede colgar, la elevación a rango constitucional de la República laica que legisló la Cámara de Diputados. Un logro del cual Felipe Calderón se marginó.
Los del PAN no entendieron que la alianza electoral que hicieron en Oaxaca no estaba acomodada a los arreglos que sostienen a Felipe Calderón: el PRI y Carlos Salinas. No quisieron ver que el principal aliado panista de Salinas es socio de Gómez Mont. Luego entonces, para qué regar el tepache.
En fin, Gómez Mont dejó al PAN y el tiempo corre para dejar la secretaría en la que despacha, en la que por cierto, le ha tocado el papel de rudo apagafuegos acumulando raspones y quemaduras dignas de un bombero: se fajan a fondo y no son bien retribuidos. Son cosas que suceden cuando los límites entre el Estado y el partido gobernante no quedan bien esclarecidos. De eso la historia de México cuenta con el expediente del PRI.
Vámonos despacio y visitemos la consecuencia mediática de la renuncia, pues la política ya quedó esbozada. Y no se diga más.
Resulta que el día de ayer, alrededor del mediodía en el Centro Banamex, el presidente Calderón anunció el programa de actividades del Bicentenario de la Independencia de México y del Centenario de la primera revolución social del siglo XX. El lugar no pudo ser peor, la sede de un organismo financiero que tiene su matriz en los Estados Unidos, como si no existieran las ciudades de Guanajuato o de San Luis Potosí, los poblados de Anenecuilco o Cananea. Digo, algo ligado entrañablemente al asunto a tratar.
Sucede que lo que estaba diseñado para ser la principal noticia de la prensa al otro día pasó a interiores. Los diarios fueron conmocionados por la carta Gómez Mont y el programa de los festejos pasó a segundo plano. En lo mediático el acto presidencial se opacó, perdió visibilidad o la tuvo en tanto parte de la frivolidad de Televisa y TV Azteca. Y luego, para qué quiere enemigos el Presidente si con sus aliados no se da a abasto.
Y la cartita de marras siguió rebotando en los medios, lo suficiente como para impactar la principal actividad del Presidente el día de hoy, jueves 11 de febrero: su visita a Ciudad Juárez, la ciudad receptora de maquilas que se ha convertido en la capital del crimen.
Así concluye el día de quien quiere celebrar gestas patrias, con la justicia laboral que decreta el fin de la relación laboral en la mina de Cananea aplastando el derecho a la huelga de los trabajadores. Lo dicho, no le ayudan al Presidente. Y de lo positivo no se puede colgar, la elevación a rango constitucional de la República laica que legisló la Cámara de Diputados. Un logro del cual Felipe Calderón se marginó.
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