A doscientos años de la independencia de México y a cien años de su revolución, problemas ancestrales como el de la pobreza y la desigualdad siguen sin atenderse con efectividad. Son a caprichosas prioridades las que desplazan y difieren lo que tiene que ver directamente con el bienestar de la gente. El desarrollo social sirve como insumo de campañas electorales y para alimentar la cartera de negocios de las agencias publicitarias. Antes, el tema de lo social era administrado por un sistema de partido hegemónico que se encargó de construir instituciones como la reforma agraria, los sistemas de seguridad social, de hacer ley los contratos colectivos de trabajo, impulsar la educación pública y, entre otras cosas, instituir campañas de vacunación. Todo este haz de políticas no resolvió los problemas sociales, tal vez sólo los contuvieron y mantuvieron dentro de ciertos niveles.
En la decadencia del régimen de partido casi único la agenda social fue quedando más relegada por la emergencia de la empresarialización ¿?de la vida nacional. Las llamadas reformas estructurales fueron el santo y seña que redundaría en el mejoramiento colectivo pero no ha sido así: la situación ha empeorado. Se abrió la llave de la disputa electoral y cero. Peor aún, la izquierda se olvidó de la agenda social y se metió a la rebatinga por los puestos públicos.
Mala suerte de lo social, que ahora no sólo pasa a segundo término por la guerra en contra del crimen organizado, sino hasta se puede criminalizar si no acepta las imposiciones del régimen y se dispone a luchar en contra de decretos y dictámenes judiciales que le son adversos. El caso es que la nota roja es la información destacada en los medios, quedando los ciudadanos medio informados y bastante aterrados. Con la nota roja se nos quiere decir ¡Aguas! Pues por el bien de todos, el gobierno está operando transgrediendo los márgenes legales para garantizar la seguridad. Es el caso de la liquidación de Ignacio Coronel Villarreal.
El operativo del 29 de julio, desarrollado en la Colonia Colinas de San Javier, del municipio de Zapopan en Jalisco dicen que fue quirúrgico. El Ejército llegó directo a extirpar el mal. Cierto es, no se sabe de daños colaterales, de balacera prolongada por horas, ni de la divulgación de fotografías tomadas al abatido. Una actuación “impecable” si se le compara con lo que le sucedió a Alfredo Beltrán Leyva en Cuernavaca a manos de la Marina. Para los lugareños, la ubicación de los delincuentes es un secreto a voces y sólo para las autoridades es un misterio que requiere develar con inteligencia ¡Ajá!
No sabemos si el Ejército, una vez acordonada la zona en la que se encontraba la casa de seguridad, se hizo acompañar de un agente del ministerio público y tocó la puerta hasta por tres veces como en las series de televisión. Ante la negativa manifiesta se allanó la morada y se dio el fatal tiroteo. Tampoco se ha documentado los cargos de la orden en contra del tristemente afamado Nacho Coronel. Lo que nos consta a todos es que una vez más las Fuerzas Armadas se han cubierto de gloria haciendo un derroche de secrecía, que a la postre fue la clave del exitoso operativo. Como no funciona la coordinación de instituciones y de autoridades, ni la legislación da para mucho, mejor vámonos calladitos para ser más efectivos. Ya luego, para cuando este proceder se haga costumbre, para qué preocuparse por aliviar la pobreza, al fin que los jodidos tienen más opciones: aguantarse, ingresar al ejército, formar parte del crimen organizado o alistarse en la guerrilla.
La buena noticia es que con la eficacia demostrada, con este proceder, muy pronto se liberará a Diego Fernández de Cevallos en otro operativo quirúrgico.
Y los condenados de la tierra seguirán ahí (F. F.), padeciendo todas las plagas y sin que les falte el canto de los presidenciables, otra forma de plaga.
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