La gripe es una enfermedad estacional asociada al invierno. A todos nos da, es difícil encontrar en nuestro entorno gente que se ufane de no haberla padecido. Las autoridades sanitarias, desde hace décadas, llevan un registro de este padecimiento basado en las personas que acuden a los hospitales para atenderse. De ese registro se hace una estadística de cuántos fallecen cada temporada por una gripe mal cuidada. Hoy en día, cuando se padece este mal, es común que la gente se automedique y por lo general el proceso viral cumple su ciclo en el individuo. Sólo los casos que se complican por un mal cuidado llegan al hospital.
Atosigados por la productividad o la amenaza de perder el empleo, la gente ya no guarda reposo, sale griposa, tosigosa, estornudando a diestra y siniestra, arrojando esputos por doquier que pasa. Este invierno que pasó hemos visto una cantidad inmensa de personas que salía a la calle en esas condiciones, lo que se hacia más notorio en el lugar de trabajo, en el trasporte público o en los centros de reunión masiva. La alarma saltó cuando pasada la estacionalidad se siguió reportando a los hospitales enfermos con los mismos síntomas. La sospecha y confirmación de una variante viral ha fundado el que ahora se hable de influenza.
Fue entonces que la autoridad salió a los medios y le llamó a la gripe influenza y la adjetivó de epidémica, desde ese momento el uso de estas palabras produjo pánico. Un ejemplo pintoresco fue la escenificación callejera de singular procesión del Cristo de la salud, del que nadie tiene memoria, salvo los sacerdotes de la iglesia católica. Una procesión especial, pues los acompañantes del Cristo parecían policías trajeados procedentes de la PFP, nada que ver con una procesión popular.
Las autoridades han tomado decisiones adecuadas y no las han comunicado de la mejor forma pues han producido un miedo que se refleja en el semblante de los ciudadanos, en la gran soledad que se ha producido, al menos, en la ciudad de México y la zona conurbada con el estado de México.
De esta gripe vamos a salir, el asunto es cómo. ¿Politizando el contagio al pintarlo de azul o amarillo? No es lo mejor. Lo que las autoridades tienen que hacer al final de este ciclo epidémico es informarnos por los registros de por lo menos los últimos cinco años, enterarnos de cuántos decesos ocurrieron por la gripe y qué tanto se modificaron esos registros fuera de temporada. Informarnos por la relación entre incidencia de decesos y estratificación económico-social. Estos es, cuántos de los que fallecieron eran empresarios o accionistas, profesionistas, asalariados, desempleados, jubilados, si pertenecían al campo o vivían en la ciudad, que rango de edad fueron los más afectados de niños, adultos o viejitos, cuál fue la afectación entre hombres y mujeres.
Y no nos sorprendamos si detrás de esa información aparece el rostro del capitalismo salvaje.
El virus por ser nuevo es desconocido y pronto se encontrará la vacuna. No será el último, pero el cuerpo humano pone a prueba una vez más su propia capacidad para hacerse resistente, aunque se tengan que contabilizar decesos, que no serán mayores que los que producen los accidentes automovilísticos o la felipina guerra contra el crimen organizado.
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