martes, 21 de agosto de 2007

Victoria cultural

El Congreso del Partido de la Revolución Democrática, celebrado la semana pasada, no trajo sorpresas. Realizó una reunión muy a sus usos y costumbres, de gritos y sombrerazos. Sus adversarios esperaban el eclipsamiento total de Andrés Manuel López Obrador, como sello a la derrota del 2 de julio del año pasado. No ocurrió así, ni caso tenía. El eclipsado fue otro. El problema no está ahí, en el hecho de que AMLO desaparezca de la escena política para siempre, sino la realidad que gravitó alrededor de la propuesta de este personaje y que sigue imperturbable: la desigualdad.

Nótese que para que AMLO sea tema mucho dice de la calidad de la información dispuesta, entre la repetición y la intrascendencia englobadas dentro de la expectativa del informe presidencial. Políticamente todo está empantanado. La nota más sobresaliente viene de la economía, de la crisis crediticia hipotecaria que afecta los mercados bursátiles en el mundo. Temas que escapan al radio de este blog. Por eso se pasa de soslayo.

Los debates quedan minimizados ante la mayoría de la población, que absorbe inerme la inmisericorde publicidad gubernamental. A la gente se le dice que tiene papá gobierno, que se entére de los dones que reparte el gobernante, que no está desamparada. Esa publicidad la difunde tanto Felipe Calderón como Eduardo Bours, Enrique Peña Nieto, Marcelo Ebrard y otros que están en la lista. Publicidad que representa la victoria cultural de populismo. Todas la declaraciones que mandaban al infierno al populismo se evaporan ante candorosa publicidad. El populismo goza de cabal salud.

Pero la cuestión es que ese mundo fantástico del gobierno proveedor de bienes, dispuesto a salvar a infantilizada población por la eternidad, no rompe con la realidad de minorías, élites mejor puesto, que hace del populismo la mejor coartada para preservar la minoría de edad de la ciudadanía y seguir haciendo de México uno de los territorios de la desigualdad. No se tienen los acuerdos, sean fiscales o de otra índole, que muevan esa realidad hacia un estadio de ciudadanía plena. Que los negocios, los cotos de influencia, permanezcan igual. Que sólo se modifiquen las tecnologías para mantener el statu quo.

Qué importa que inicie un nuevo año escolar si al educando tarde o temprano la vida le instruye otras vías para sobrevivir o destacar. No pocas veces la educación básica formal es un camino no deseado, impuesto y sin convicción. Como una guardería grandota. Pero eso tampoco importa. Lo que sobresale es la eventualidad de un acercamiento feliz entre la secretaria de Educación y la líder del magisterio. Feliz para ellas, claro está. Ni eso se da.

Y mientras que la iglesia católica se mantiene en sus cuatro de dictar la línea en este país, con la autoridad “moral” de calificar el trabajo de los legisladores. Lo que no condena es que siga la cuenta de los crímenes del narco, a los cuales por principio la iglesia está obligada a perdonar. Hasta la semana pasada, el diario Reforma en su conteo semanal, el acumulado de ejecuciones en el año es de 1, 586 asesinatos. Ya veremos si la cifra se aproxima con la del informe presidencial.

Por lo pronto el huracán Dean ha entrado en escena por el Caribe, directo a la Península de Yucatán, y seguramente será materia para la publicidad populista.

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