Dónde quedó el determinismo
científico, quién invoca datos duros. Simplemente están apagados. El lamento es
lo humanamente dable en la inmediatez por los sucesos fatales del viernes trece
en París. Sin información cierta la condena es abstracta, en el aire. Contra la
costumbre de este blog, saldré de la aldea, no del todo, pero no del afán de
esclarecerme lo que me parece oscuro haciendo aproximaciones pertinentes.
Empecemos por considerar perspectivas de seguridades quebrantadas, de supuestos
a los que damos toda nuestra confianza para obtener una vida aceptable, mejor,
pero por alguna causa se retuercen en contra de la vida misma: religión,
tecnología y comercio.
La violencia que hoy se empaqueta
como terrorismo no inaugura nada y es
una estratagema de las potencias en el orden globalizado. La violencia siempre
ha estado ahí, latente, cuando explota le hemos otorgado un adjetivo para
significarla en su motivación. Hay violencia revolucionaria, nacionalista,
civil, colonizadora o imperial de conquista y hay la violencia religiosa, con
una tradición más que milenaria. Ésta última la han padecido lo europeos, digo,
por si se le ha olvidado a alguien. El contrasentido de la violencia religiosa
de las llamadas por Max Weber religiones sociales –judaísmo, cristianismo,
islamismo, en estricto orden de aparición- es la aceptación del mandamiento ¡No
matarás!. Lo que en este momento ignoro es el entretejido que incuba la
violencia que explotó en París y, al respecto, los medios dan palos de ciego, si
no es que se dejan ir en la corriente de la especulación sobre el “terrorismo”.
La forma podrá ser religiosa, el fondo no precisamente.
Desde otro enfoque, se ha ido
preparando, a nivel global, una condescendencia para con la violencia. El
desparpajo con el cual se distribuye y consume la cultura de la violencia en
los denominados video-juegos. El día siguiente, el sábado y muy lejos de París,
una pequeña jugaba a que mataba. Ya maté a uno, ya maté dos, hasta llegar a
doce, en la docilidad del móvil a la presión táctil. El padre y la madre
estaban contentos con la pericia de su hija, a fin de cuentas se trataba de un
ejercicio virtual. Pero no podemos dejar de alertarnos cuando el avance
tecnológico se pone por delante de la educación y tiene, en tanto modalidad de
socialización, un efecto contrario al esfuerzo civilizatorio implícito en la
educación.
Un tercer abordaje, el mercado de
armas. Las células violentas que hicieron de París su teatro de operaciones,
procede acaso de un ente productor de armas o las obtuvo a través del mercado.
Lo segundo es lo más seguro y bien se haría en revisar los términos en que éste
se realiza, pues no puede quedar en las mismas condiciones del mercado libre. Y
aquí es donde entra la especulación sobre el acceso al armamento y los
explosivos de los llamados “terroristas” y el juego perverso en el que se
debaten las grandes potencias militares.
Al respecto de lo nocivo de estas
prácticas de comercio, México ha sufrido los inconvenientes del mercado de
armas cuando se pierde la regulación rigurosa. En la década pasada, una agencia
de los Estados Unidos se le ocurrió la liberalización
unilateral del comercio de armas hacia México bajo una operación llamada “rápido
y furioso”. El efecto fue espantoso, la delincuencia organizada fortaleció su
capacidad de fuego y el número de muertos fue de miles; otro caso es el de una
empresa alemana que vendió armas a entidades federativas en conflicto, lo cual
tienen prohibido. Lo grave es que el uso de las armas fabricadas por Heckler
& Koch ocurrió en los deplorables acontecimientos del 26 de septiembre de
2014 en Iguala.
Tal vez lo leído hasta aquí ayude
a despejar algunas telarañas que se tienden en la mediatización de los
acontecimientos. Terminó recordando a una estrella de las humanidades y a un
activista ejemplar, uno nació en Siria, el otro nació en Argelia, ambos
contribuyeron a disminuir la conflagración étnico-religiosa a su manera,
valorando lo que la humanidad tiene en común: Émile Benveniste y Albert Camus.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario