martes, 14 de agosto de 2012

Hasta la palabra ofende




Rezago, palabra que no reclama con presunción académica raíz latina, griega o de alguna otra lengua. Se refiere al residuo que queda de algo. Rezagar significa dejar atrás algo o quedarse atrás. Palabras que utilizadas para cualificar a un individuo, grupo o sociedad, tienen la carga connotativa de subdesarrollo, de lo incompleto, quedar marginado. Lo que sobra. Por eso hablar de rezago, así sea el educativo, da vergüenza, como lo externó al inaugurar el ciclo escolar de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Dr. José Narro Robles.

Setenta por ciento de los jóvenes sin acceso a la educación superior, 10 millones de mexicanos sin completar la primaria y más de 16 millones sin haber terminado la secundaria. Efectivamente, “hay cifras enormes que nos avergüenzan”.

Qué es necesario para resaltar el tema de la educación más allá de la vergüenza de las cifras. Acaso es necesario poner a la educación en el catálogo de las “reformas estructurales” o es un complemento de la marcha de la economía. Pero la educación no sólo tiene que ver con el crecimiento económico, también tiene que ver con la formación de civilidad, de ciudadanía.

Fallar en la educación es convocar al México Bronco para que se haga cargo del país. No es eso lo que estamos viendo con la violencia del crimen organizado, con la violencia  dentro de las escuelas de instrucción básica o en su vertiente intrafamiliar. Se olvida que hace tiempo, no recuerdo si fue Ernesto Zedillo como secretario de educación o como presidente, se canceló la educación cívica, la materia de civismo dentro de los ciclos de primaria y secundaria. Durante el actual sexenio que se extingue, prosperó la propuesta de desaparecer la Filosofía, la Ética, la Lógica como obligatoriedad de la educación media y superior. Amputación a la que se negó la UNAM y las escuelas incorporadas a ella.

Ofende hablar de rezago, más ofende considerar a la educación algo accesorio. Sin educación la ley del mercado es la ley de la selva. Sin educación la política es un ejercicio de hordas. La educación no es una prioridad, es una exigencia. Sus motores, familia y escuela, tienen que ser asistidos por el Estado para aspirar a tener un arranque parejo, en lo posible, como ciudadanos.

Ocurre que para los gobernantes las telecomunicaciones, sus grillas y sus intereses, son más importantes que la educación cuando es gracias a ésta que se desarrolla la tecnología de las telecomunicaciones. Peor aún, la TV, la Radio, los videojuegos y otros “gadgets” hacen las veces de sucedáneos de la educación.

Hagámosle caso al rector de la UNAM, hagamos un mejor esfuerzo en educación.

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