lunes, 13 de agosto de 2012

Las tres fuerzas




La violencia vuelve a tomar la escena nacional. Distrito Federal, Estado de México, Guanajuato, Michoacán, San Luis Potosí y Zacatecas, son el  teatro de operaciones reciente del crimen organizado. El desafío no presenta un frente unido de parte de los partidos políticos que el pasado primero de julio recibieron el voto ciudadano, libre y secreto. Interregno y violencia apunta Ricardo Raphael en El Universal. Nos recuerda el articulista que hace seis años se dio una escalada similar.

Mientras, en el país se abre el compás de espera entre el día de las elecciones, la validación del tribunal Electoral con la declaratoria de presidente electo y la toma de posesión del mismo el primero de diciembre.

El Partido Revolucionario Institucional, Acción Nacional y el de la Revolución Democrática, a la vera del camino de la violencia, están en lo suyo, preparándose para un nuevo ciclo de la política mexicana: el sexenio.

En el PRI, el virtual ganador de las elecciones, así lo ha declarado el Instituto Federal Electoral, se dispone a darle un giro de ciento ochenta grados a la leyenda negra de su partido, de sus gobiernos. Por lo anunciado, Enrique Peña Nieto está en disposición de hacer creíble la rendición de cuentas en los tres niveles de gobierno. De lograr este propósito de manera efectiva, se aportará un cimiento de confianza para las instituciones gubernamentales, más que eso, sería una refundación nacional abandonar el penoso rostro de la corrupción.  En esas está Peña Nieto, al tiempo que enfrenta la andanada mediática de Andrés Manuel López Obrador y sus aliados, los que se ven y los invisibles. Por lo pronto ya sacó un primer acuerdo dentro del PRI: Emilio Gamboa Patrón y Manlio Fabio Beltrones como coordinadores parlamentarios en el Senado y en San Lázaro respectivamente.

Por parte del PRD, tiene derecho a ejercer su pataleo, pero difícilmente el Poder Judicial les obsequiará la invalidez de la elección presidencial. Es más, el dictamen de los magistrados del Tribunal Electoral no contendrá notorios extrañamientos como hace seis años. Así lo grite López Obrador en la plaza o lo ponga en prosa Manuel Camacho Solís, su demanda nos prosperará por la inconsistencia de sus pruebas, así sean estas miles y miles. Así las cosas, lo mejor es ir preparando una propuesta unificada de cara al nuevo gobierno o repetir la vieja e inútil historia de su división interna, entre los puros y los traidores. Si la izquierda logra definir unidad de propósitos, seguramente multiplicará las posiciones alcanzadas, alcanzar la presidencia, que tampoco es un fin en sí mismo sino un medio entre otros para procurar el bienestar de la población, donde las diferencias entre individuos no sean fuente de injusticias y desigualdades sociales extremas.

En el PAN, en su calidad de tercera fuerza, enfrentan la incomodidad de la derrota desde el gobierno y su secuela de reparto de culpas. Felipe Calderón, junto con sus adeptos, quiere transitar hacia la posición de jefe máximo de su partido, seguir vigente pues. Su partido, pese a sus postulados, no aportó una forma digna, humanista, responsable de conducir el gobierno federal. Una versión azul (triste) de las prácticas que condenó del PRI. Ya designaron las caras que acordarán en el Congreso con los priístas: Ernesto Cordero y Luis Alberto Villarreal. Ahora les tocará pactar con la alternancia que los desbancó. Por lo demás, los panistas no tuvieron vocación de servicio público y se empalagaron con los bienes materiales y la fama que les dio su estancia en el poder. Difícil les resultará volver a los orígenes, tanto como dejar los vicios adquiridos.

Y sólo hemos comentado la parte formal de la inacabable contienda política, pues aquí nadie se queda quieto ni por prudente sabiduría.

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