jueves, 16 de agosto de 2012

MV.S. Calderón




Desde que el Estado inició la modificación de las reglas aplicables a los concesionarios de radio, televisión y telefonía (Esto último desde la privatización de Telmex) Las empresas que lucran con la proporción de un servicio concesionado han acumulado tanto poder que logran imponerse a las autoridades y organismos que controlan su operación. Hoy las concesiones en materia de espacios de transmisión de señales son la manzana de la discordia. Las empresas beneficiadas desafían el arbitraje de la autoridad y se ponen respondonas, no admiten el vasallaje de terciopelo con el que doblaban la cerviz ante el presidente en turno.

Primero con la justificación de abrir la competencia en el campo de los servicios de telefonía, después, desde el gobierno de Vicente Fox, se inició la subordinación de la autoridad a los caprichos del duopolio televisivo, Televisa y TV Azteca.

Felipe Calderón ha reforzado esa tendencia y no con los mejores argumentos técnicos. Por el contrario, en sus intervenciones ha mostrado el rostro del censor. En el orto de esta administración, Calderón se fue con todo en contra del periodista y empresario José Gutiérrez Vivo, su estrella ya no titila en el espacio de la radio, se apagó. Tal parece que en el ocaso, el mismo presidente Calderón quiere dar exhibición estertórea de su poder. Ordena a sus empleados limitar, reducir el tamaño de la concesión de la familia Vargas (MVS Comunicaciones) Esa decisión es la nota de escándalo en la prensa que va poniendo los elementos para armar otro cuento maniqueo, los malos en contra de los buenos. A ese baile nos están invitando.

Liberalización se confunde con descontrol, control  es entendido como autoritarismo. No se acierta a trazar la línea entre la información y el entretenimiento, ni cuando se transforma la actividad empresarial en espacio de poder autónomo de lo público y los fines del Estado. Se ha dejado crecer la indefinición respecto a las concesiones de radio, televisión y telecomunicaciones  en deterioro del arbitraje del Estado. Arbitrariedad, discrecionalidad, favoritismo y chantaje describen de cuerpo entero la actuación de concesionarios y autoridades. Se procede como si la sociedad, las nuevas generaciones sobre todo, no tuvieran modo de estar mejor informados al seleccionar dentro de la pluralidad de medios.

Si de algo se trata la comunicación es ponernos en común. Aquí está ocurriendo lo contrario, en un asunto para profundizar el encono social prexistente desde las elecciones del 2006. El actual gobierno se niega a aceptar su culminación y se comporta como si el tiempo no pasara y contara con la fuerza del arranque. A estas alturas la confianza y la credibilidad del PAN gobierno entró en una pendiente de rendimientos decrecientes. Por favor, que alguien la acerque un calendario a Felipe Calderón para evitar actos desesperados de su parte. Que se dedique con parsimonia y humildad a preparar maletas.

En todo esto, lo extraordinario es el desafío de Joaquín Vargas Guajardo ¿Hasta dónde llegará? No se sabe. Ni los banqueros tuvieron una actitud semejante de rebeldía en contra del sistema cuando los expropió José López Portillo en 1982.  Y lo que nos falta por ver. Como adelanto para ir checando el asunto, está el hecho de que no ha habido pronunciamiento alguno de corporaciones empresariales como la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión o el Consejo Coordinador Empresarial. Esto apenas comienza.

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