lunes, 20 de agosto de 2012

15 años




No se trata de un festejo familiar, con la antigualla del vals y los galanes postizos. Me refiero al cumplimiento histórico institucional de quince años de gobierno dividido en México. La compleja relación entre el Ejecutivo en manos de un partido con un Congreso en el que no se cuenta con la mayoría de legisladores adscritos al partido gobernante. A esta etapa de la vida nacional le corresponde la verificación de la alternancia del Ejecutivo federal, que en sí misma no representó una reforma hacia delante de la gestión gubernamental como para tener una mejor evaluación de los políticos. La percepción popular se mantiene en negativo.

La continuidad visible, no sé si sea celebrable, es la política macroeconómica. Durante estos quince años la capacidad de las instituciones ha quedado mermada y los vacíos han sido ocupados por una porción de los factores reales de poder, el regateo de los gobernadores –la fundación de la Conferencia Nacional de Gobernadores- la expansión violenta del crimen organizado y una mayor influencia del gobierno de los Estados Unidos en las decisiones soberanas de México (Diseño e intromisión en la conducción de la llamada “guerra” en contra los cárteles de las drogas, por ejemplo)Es un apretado resumen de lo que nos ha traído el gobierno dividido.

¿Están dadas las condiciones para superar los inconvenientes que nos ha traído el gobierno dividido? Eso lo decidirán las distintas fracciones parlamentarias.

Por lo pronto la mayor responsabilidad recae en los legisladores del Partido Revolucionario Institucional, no tanto por ser la fuerza mayor sino por ser la voz cantante de las propuestas del Ejecutivo en el Congreso. Cabe resaltar una peculiar combinación: por un lado legisladores experimentados, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón, protagonistas o testigos de la inserción tecnocrática en la conducción del país y en el ejercicio de ser oposición, en interesante relación de quienes vienen de ser gobierno local y tienen juventud fogueada -si se me permite la paradoja- de Enrique Pela Nieto y su grupo. Lo sobresaliente no sólo será que se pongan de acuerdo, sino que efectivamente acierten con el bálsamo reanimador de una sociedad decepcionada por lo resultados del gobierno dividido.

En relación con el Partido de la Revolución Democrática, la designación de Silvano Aureoles y Miguel Ángel Barbosa, como coordinadores de diputados y senadores respectivamente, no tiene el sello del llamado Movimiento Progresista ni de Marcelo Ebrard y su grupo. Son expresión de fuerzas al interior de la burocracia de ése partido.  Adicionalmente, por su propia trayectoria como legisladores tienen una interlocución construida con Beltrones y Gamboa. Lo que eso pueda significar.

Respecto al Partido Acción Nacional, la designación de sus coordinadores para el Congreso resultó dividida, reflejo fiel de su circunstancia actual que no termina de asimilar la pérdida de la dirección del gobierno federal y su derrota del primero de julio pasado. Por un lado, Luis Alberto Villarreal, quien desde su designación ha optado por la discreción. Para la coordinación blanquiazul en el Senado se designó a Ernesto Cordero Arroyo. Protagónico que promete ser cuchillito de palo, además de ser albacea de la herencia de Felipe Calderón. En calidad de moneda falsa, Cordero quedará totalmente depreciado después del primero de diciembre.

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