No se trata de un festejo
familiar, con la antigualla del vals y los galanes postizos. Me refiero al
cumplimiento histórico institucional de quince años de gobierno dividido en
México. La compleja relación entre el Ejecutivo en manos de un partido con un
Congreso en el que no se cuenta con la mayoría de legisladores adscritos al
partido gobernante. A esta etapa de la vida nacional le corresponde la
verificación de la alternancia del Ejecutivo federal, que en sí misma no
representó una reforma hacia delante de la gestión gubernamental como para
tener una mejor evaluación de los políticos. La percepción popular se mantiene
en negativo.
La continuidad visible, no sé si
sea celebrable, es la política macroeconómica. Durante estos quince años la
capacidad de las instituciones ha quedado mermada y los vacíos han sido
ocupados por una porción de los factores reales de poder, el regateo de los
gobernadores –la fundación de la Conferencia Nacional de Gobernadores- la
expansión violenta del crimen organizado y una mayor influencia del gobierno de
los Estados Unidos en las decisiones soberanas de México (Diseño e intromisión
en la conducción de la llamada “guerra” en contra los cárteles de las drogas,
por ejemplo)Es un apretado resumen de lo que nos ha traído el gobierno
dividido.
¿Están dadas las condiciones para
superar los inconvenientes que nos ha traído el gobierno dividido? Eso lo
decidirán las distintas fracciones parlamentarias.
Por lo pronto la mayor
responsabilidad recae en los legisladores del Partido Revolucionario
Institucional, no tanto por ser la fuerza mayor sino por ser la voz cantante de
las propuestas del Ejecutivo en el Congreso. Cabe resaltar una peculiar
combinación: por un lado legisladores experimentados, Manlio Fabio Beltrones y
Emilio Gamboa Patrón, protagonistas o testigos de la inserción tecnocrática en
la conducción del país y en el ejercicio de ser oposición, en interesante
relación de quienes vienen de ser gobierno local y tienen juventud fogueada -si
se me permite la paradoja- de Enrique Pela Nieto y su grupo. Lo sobresaliente
no sólo será que se pongan de acuerdo, sino que efectivamente acierten con el
bálsamo reanimador de una sociedad decepcionada por lo resultados del gobierno
dividido.
En relación con el Partido de la
Revolución Democrática, la designación de Silvano Aureoles y Miguel Ángel
Barbosa, como coordinadores de diputados y senadores respectivamente, no tiene
el sello del llamado Movimiento Progresista ni de Marcelo Ebrard y su grupo.
Son expresión de fuerzas al interior de la burocracia de ése partido. Adicionalmente, por su propia trayectoria como
legisladores tienen una interlocución construida con Beltrones y Gamboa. Lo que
eso pueda significar.
Respecto al Partido Acción
Nacional, la designación de sus coordinadores para el Congreso resultó
dividida, reflejo fiel de su circunstancia actual que no termina de asimilar la
pérdida de la dirección del gobierno federal y su derrota del primero de julio
pasado. Por un lado, Luis Alberto Villarreal, quien desde su designación ha
optado por la discreción. Para la coordinación blanquiazul en el Senado se
designó a Ernesto Cordero Arroyo. Protagónico que promete ser cuchillito de
palo, además de ser albacea de la herencia de Felipe Calderón. En calidad de
moneda falsa, Cordero quedará totalmente depreciado después del primero de
diciembre.
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