miércoles, 22 de agosto de 2012

Trepidante interregno


 

Según voceros del Movimiento Progresista, la definición del Tribunal Electoral  respecto a las impugnaciones presentadas para “invalidar” la elección presidencial tiene que basarse en una diligencia exhaustiva y analizar a fondo las “pruebas” presentadas. De no actuar así los Magistrados, el estallido social que viene no lo podrán detener y no se harán responsables de que ello ocurra. Lo que entienden por exhaustividad, por ir a fondo, es conseguir la invalidación de la elección. O sea, estos voceros de la izquierda solicitan ordenando, se exige y se advierte al Tribunal. Cuando es sabido que las pruebas presentadas no demuestran la compra de voto, que excederse en gastos de campaña –y aquí habría que considerar la posibilidad que en materia de excesos cayeron todos y el Instituto Federal Electoral lo demostrará en su oportunidad- no es causa para echar abajo una elección. Entonces de lo que se trata es de meter  presión a un candidato ganador que todavía no está investido como gobernante. Algo se quiere negociar o estoy equivocado.

Puede que esté equivocado y lo que vemos con el histrionismo de Jesús Zambrano y de Alberto Anaya no es otra cosa que un par de muñequitos con cuerda. Pero se trata de algo más explosivo y real que una metáfora relativa al títere y el titiritero. No. Aquí lo que está en el fondo del conflicto poselectoral es la irresponsabilidad de Felipe Calderón por no conducir con orden y concierto la política de telecomunicaciones, el de regalar a unos y encarecer a otros las concesiones que otorga el Estado a particulares.

Ahí está el juego perverso que sirve de caja de resonancia al conflicto poselectoral. No se entendería la magnitud mediática que ha adquirido una impugnación mal sustentada sin la disputa real entre Televisa, TV Azteca y Iusacel, que mantienen contra Telmex y MVS Comunicaciones, por las concesiones del llamado espacio radioeléctrico. Esto es, el problema de fondo no es electoral. Se trata de la disputa por la riqueza que se puede sustraer con la comercialización de las mentadas concesiones.

Para completar el cuadro de este trepidante interregno, la ola de violencia vuelve a despuntar en la noticia. Con cifras oficiales del INEGI se sostiene que de 2007 a 2011 se han cometido en México 98 mil homicidios dolosos -más, menos. Hemos padecido una guerra mal habilitada, generada por el consumo de drogas y la industria armamentista de allende el Bravo. Cuyo episodio más vergonzoso ha sido el Operativo Rápido y Furioso, instrumentado bajo sigilo por la autoridad norteamericana, con el cual se facilitaba la exportación de armas a sabiendas de que caerían en manos de los cárteles mexicanos y así después dar con ellos y su cargamento.

Un fiasco rotundo, una desgracia para México en tanto teatro de operaciones de la mal llamada guerra. Y así seguimos haciendo un registro macabro que no nos correspondería si desde un inicio la claridad de medios y metas estuviera bien establecida en el conocimiento público. No fue así y pronto se exhibió como una estrategia de legitimación, después, se percibió como una estrategia de subordinación al ámbito de la seguridad de los Estados Unidos. Hubo que darle visibilidad con la Iniciativa Mérida. Y qué culpa tiene tan bonita capital del estado de Yucatán.

El juego se llama socavar el proceso electoral.

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