viernes, 24 de agosto de 2012

Algo para sonreír




Sí, sólo si se trata de algo personal, cercano, íntimo. Nada si tenemos que referirnos a una sonrisa colectiva. Es viernes y sofocante es el cinismo con el cual se desenvuelven los gobernantes y los líderes empresariales. El desastre y el horror van de la mano paseándose por el país, mientras que ellos, los que dirigen y se postulan como el buen ejemplo, se culpan y se chantajean mutuamente. Sin escondrijo para guardar la vergüenza que producen las declaraciones de los encargados de despacho. Los titulares de la prensa son expresión del abandono y el deterioro de la ruta a la felicidad que proveería el libre mercado. Incivilidad y muerte asuelan los caminos de México.

De que estamos hablando, de las trasformaciones en el marco jurídico (en reformas a la Constitución, expedición de nuevas leyes para sustituir o agolparse con lo ya existente, tratados internacionales) que se han venido sucediendo desde hace tres décadas para sustituir el edificio de la Revolución Mexicana. Socavando identidades a cambio del fomento a las aspiraciones consumistas. Ignorando que el cemento de la anterior edificación, la mezcla de corrupción e impunidad, se sigue utilizando con entusiasmo por parte de la tecnocracia y la derecha.

El espectáculo ofrecido por Joaquín Vargas Guajardo y los funcionarios del presidente Felipe Calderón es una muestra de lo que contiene el capitalismo realmente existente en México. Nada que ver con las fantasías de la oferta y la demanda, del juego limpio entre competidores. No, de lo que se trata es del desnudamiento de los arreglos sempiternos entre autoridades y dueños de negocios. Si se quiere que una empresa prospere, ésta debe estar arreglada para reportar beneficios en dinero o en especie al gobernante en turno (Wal-Mart dónde estás)

El descaro ha sido tan inmenso, desempeñándose a través de los siglos, que lamentablemente un sector minoritario de la sociedad ha decidido enrolarse a la delincuencia organizada. Para luego querer remediar, durante la administración que expira ya el último día de noviembre de este año, mediante una estrategia anticrimen que ha agravado los males en lugar de surtir sanación a la comunidad nacional.

Estamos más allá de la ingenua disputa por la nación sugerida por Rolando Cordera y Carlos Tello, esto es ya el despojo en despoblado frente a los ojos de un Estado desvalido que no puede defender a una sociedad inerme. La riqueza divide no integra, ya se trate del petróleo o del espacio radioeléctrico que son, se dice, de los mexicanos. Recursos no faltan, escasea el cumplimiento de la ley y un sentido humanitario de la justicia, por señalar sólo dos carencias. El trato social se trastorna, es digno de bandidos o salteadores, omiso de consideración y respeto.

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