“los ilustrados franceses no
tuvieron nada que ver con la Revolución; eran, en su mayoría, conservadores
aristocratizantes -cuando no propiamente aristócratas-, reaccionarios, y muchos
de ellos, oscurantistas, que se organizaron en una ‘iglesia invisible’
(Diderot) a la que solo podían pertenecer ‘un reducido número de sabios’
(Voltaire). ‘Eran respetados, estaban domesticados e integrados’, escribe
Darnton. Y muy pendientes de cargos, prebendas y nombramientos o, los que eran
más ricos, de gestionar inteligentemente sus fortunas.”
Gonzalo Pontón
Hay un bloque de publicistas
-sean académicos, artistas, científicos, escritores o periodistas- que todos
los días exponen su opinión para corregir y conminar al presidente López
Obrador. Para este bloque la 4T ha resultado un tsunami que le estropeó el
abanico, el floreo de su eminencia se descompuso, símbolo de su preeminencia
sobre el resto de la ciudadanía. El bloque contribuyó a recrear un mundo, el
del “elitismo democrático”.
Me detengo y pregunto ¿Cómo fue
esto?
En una observación simple,
empezar por considerar la posibilidad del curso de un proceso. La transición
democrática arrastrada por la Ley de hierro de la democracia (R. Michels) que
explica la conversión de la democracia en oligarquía. Lo que se desarrolló
simultáneamente a la construcción de la institucionalidad, dispuesta a
remplazar al régimen de partido único, fue un pluripartidismo hechizo, donde la
confrontación de “ideas” era diluida en acuerdos que garantizaban el acceso
generoso a recursos públicos. Así se diluía el compromiso de los partidos por
establecer una comunicación de principios constante y efectiva con la sociedad
civil, sobre la cual establecer su base social de apoyo ciudadano. Las grandes
organizaciones sociales del PRI tuvieron que hacer mutis y aceptar la disminución
de sus derechos adquiridos, algunos establecidos constitucionalmente. De este
trance tenían que salir reforzados los derechos de propiedad, como si hubieran
estado huérfanos. Así la voz de los empresarios se hizo dominante en las
reformas modernizadoras. El Estado al servicio de empresarios influyentes,
puestos en el estrellato de la revista Forbes. De ahí a debilitar el
sistema de salud pública, el de educación pública, el sistema de pensiones, a
deteriorar el salario mínimo ¿No es esto una modalidad oligárquica?
Por eso se necesitaron voces “críticas”
y condescendientes a la vez, como para tomarse una foto con la muñeca tetona o
llegar a remedo de consejero áulico. Sin dubitar se construyó una estructura
multimodal dispuesta a la configuración de un bloque de publicistas,
preferentemente sin partido, independiente, probadamente meritorio, distante de
veleidades populares o sindicalistas. Concentrase en el cuidado de una mínima
porción de la sociedad para dispensarle estímulos, conceder contratos a empresarios
de la cultura, consultorías y despachos. Y lo más ingenioso, un sistema de
entes autónomos en el cual los expertos pudieran desplegar sus habilidades, sin
el desprestigio de la burocracia tradicional. Pero, sobre todo, como un
blindaje del poder oligárquico frente a los amagos de intereses populares, a la
vera del tren de la modernización.
Toda esa arquitectura fue sacudida con el voto
de los mexicanos.
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