“el vértigo periodístico ha
tomado una ‘causa’ en extremo grave, pero muchas veces tratada, aunque por
supuesto interminable, y nos ha arrojado a lo más bajo de las pasiones de las
vehemencias, de las violencias.”
Maurice Blanchot
Por el año de 2009 -corríjanme si
soy impreciso- en el Instituto Politécnico Nacional se creó la Unidad
Politécnica de Gestión de Violencia de Género. Sin tener a la mano la
exposición de motivos que dio origen a esa Unidad dentro den un establecimiento
de educación superior, es de suponer que se tuvieron los datos suficientes que
dieron forma a delimitar una realidad sin ocurrencias, la violencia de género.
De esa Unidad provino la investigación que obtuvo como uno de sus productos el violentómetro.
El objetivo, poner a disposición una forma de medir la exposición tóxica dentro
de una relación de pareja. El material supone, supongo, una medición dentro de
parejas consensuadas, que presumen simetría sobre la base del consentimiento
mutuo que funda la relación.
Sucede que la violencia de
género, en sus distintas gradaciones, también se da en relaciones asimétricas
en ambientes específicos: el parental, al interior de las relaciones familiares;
en el laboral ocurre como aberración de la relación empleador-empleado; en el
eclesiástico se perturba la relación entre el oficiante y el creyente; en el
ámbito escolar, relación docente-alumno. Hay asimetría porque hay desigualdad,
entre la superioridad y la inferioridad que se da por aceptada, pero no incluye
ni justifica explícitamente, que esa relación asimétrica obligue a una relación
sexual. En los ambientes señalados hay clara desventaja sobre los que se
encarrilan patrones conductuales de violencia de género que someten a una de
las partes por engaño o chantaje, por seguridad en el empleo, por los
resultados en las evaluaciones académicas.
El movimiento feminista que
mantiene en paro algunas escuelas y facultades de la UNAM ha sido gestado por
la violencia de género situada en una relación asimétrica, escolar o laboral,
en la cual el consentimiento es nulo.
Creo que las autoridades
universitarias han adoptado una posición negacionista, a la defensiva. La
primera cuestión por abordar es reconocer que el acoso existe, incluso hay perpetradores
de acoso que han sido sancionados. Eso lo debe poner por delante la autoridad,
afirmar que no ha sido omisa y puede demostrar que la impunidad no es la norma
(en este y en otros casos distintos a la violencia de género); en abono a su
credibilidad, la UNAM puede informar sobre las quejas y denuncias que ha
recibido por causa de la violencia de género, comprometerse y poner una línea
procedimental inobjetable, sin revictimizar ni criminalizar. Entonces se dará
cuenta e informará a los colectivos feministas de la recurrencia del acoso, de
su repetición hasta identificar acosadores seriales.
Solo así podrá darse salida y
resolver el levantamiento acordado de los paros, sin enfrentar a los paristas
con otros alumnos, con profesores y padres de familia, como se ha intentado en
planteles de la Escuela Nacional Preparatoria. Barrer la basura debajo de la
alfombra solo escalará el conflicto.
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