Muy alta ha sido la apuesta del gobierno federal, junto con los mercaderes del balompié, respecto al equipo de futbol que compite en la copa mundial que se celebra en Sudáfrica. El bombardeo publicitario no ha tenido misericordia para con la población, la sustitución de los símbolos nacionales por la imagen de un mercenario llamado Javier Aguirre no tiene proporción alguna. Pese a la apuesta, la llamada selección nacional regresará sin el máximo trofeo. La depresión colectiva que se esparcirá, en nada contribuirá a mejorar la realidad y la imagen del país.
La violencia sigue escribiendo la crónica de este país. El once de junio, mientras un grupo de profesionales batallaba para empatar con un equipo de deportistas más bien amateurs, en México más de setenta mexicanos moría por la activación de armas de fuego.
El gobierno está aislado. Sus aliados no lo son tanto, pues lo son en tanto le exprimen beneficios a las decisiones gubernamentales, de manera destacada la empresa de medios Televisa y el consorcio minero Grupo México, y en la primera oportunidad le darán la espalda al gobierno. Felipe Calderón es una pieza, no una guía, de un juego perverso por minimizar y desprestigiar lo público y las acciones colectivas, encomiando la codicia y protegiendo las prácticas de los grandes grupos empresariales adictos al gobierno y su primer círculo.
El desplegado, comunicado o ensayo rubricado por el presidente Calderón, es evidencia de que el agua le ha llegado al cuello. El resultado del proceso comicial del próximo cuatro de julio puede ser el principio de la desbandada del oficialismo. Lo escrito es un patinar continuo sobre decisiones ya adoptadas, recovecos discursivos para exculparse y justificarse por la actual deriva de nación. Ahora resulta que la percepción generalizada – se supone que entre la población- le achaca al gobierno el objetivo de combatir el narcotráfico, de etiquetar la guerra contra el narco o la lucha antinarco No qué va, como va a ser tanta perspicacia ciudadana de un asunto tan claro como la lucha por la seguridad pública. Más de tres años habían pasado y los mexicanos no se habían dado cuenta de ese matiz. Quién fue el primer propagandista que habló de guerra, que levante la mano y dé un paso al frente.
La estrategia permanece aunque se le dé un giro en su denominación, pues se debe “combatir sin tregua al crimen”. Una estrategia que pone en la cuarta prioridad la prevención del delito, que no se ciñe al mandato que tiene la Procuraduría General de la República de perseguir el delito, alineando sin jerarquía a las instituciones encargadas de “combatir sin tregua al crimen” y que no hace alusión al lavado de dinero, ni acepta el fracaso del sistema de aduanas para impedir el ingreso de armas.
Sin un corte de caja que vea por un pacto político y la reorientación del modelo económico, los dichos presidenciales quedarán en el papel.
Si se quiere sacar de la ruina la credibilidad gubernamental, el Presidente bien puede aprovechar la ponencia del ministro Zaldívar que señala la serie de irresponsabilidades cometidas en el sistema de subrogación de guarderías del IMSS y mostrar disposición para cambiar el rumbo faccioso que le ha dado a su administración.
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