El año 2013 fue el festín
reformador del actual gobierno hábilmente conducido sobre los acuerdos del
Pacto por México (PAN, PRD y PRI)
2014, hasta lo que llevamos del
mes de marzo, ha sido el año de la resaca que no encuentra la fría que la
componga.
Ya no hay pacto y las fuerzas
políticas en su corto plazo encarecen los acuerdos. Esta falta, carencia, es
obstáculo para llevar a mejor termino la legislación derivada de las
modificaciones constitucionales, lo que de principio parece imposible.
Los componentes de la cruda
realidad no se limitan a la falta de acuerdos. El coctel es algo pesado y estos
son algunos de los ingredientes:
El defecto de origen, los
supuestos ideológicos de las reformas, particularmente las de contenido
económico, que suponen a los mercados autorregulables bajo una ley económica de
libre cambio. No se tienen las previsiones que degradan la supuesta pureza de
los intercambios comerciales. Enlistemos: la existencia de potencias económicas
capaces de torcer la liberalidad del mercado; las grandes corporaciones que
controlan el juego de la oferta y la demanda; la dominancia en el mercado también
se funda en la creación de ciencia y tecnología, más que en la posesión de los
recursos naturales. Ya no menciono los elementos expuestos en Hablemos del capitalismo para no
resultar redundante.
De acuerdo con la expectativa
gubernamental, las reformas realizadas deberían haber catapultado el
crecimiento económico. No fue así. El mercado no se reduce en un juego idílico
de oferta y demanda. La producción, circulación y apropiación de la riqueza
está también sometida a la ambición de poder y la codicia, teniendo como su
primera víctima a la libertad económica supuestamente defendida y pregonada a
todo pulmón por sus ideólogos. Es necesario recordarlo, en el capitalismo no se
juega limpio.
La complicación para un Estado
que se libera de “ataduras”, pero que no se ha reformado intrínsecamente para
ser realmente de derecho, resulta en el fortalecimiento de poderes económicos
capaces de poner de rodillas al mismo Estado. La cosa no para ahí. Al mismo tiempo
se profundiza un proceso de desimbolización del poder político que, para
empezar, ya no puede legitimarse en la conmemoración del calendario cívico. 5
de febrero, 18 de marzo, 21 de marzo, por mencionar conmemoraciones del primer
trimestre del año a punto de concluir, celebradas sin mayor trascendencia. Por eso vemos instituciones
gubernamentales vestidas con harapos, aunque no sea el caso de las personas que
las personas que las representan en los altos niveles.
Habrá que esperar que la cura se
realice a través del crecimiento económico sostenido.
Una birria de Cihuatlán por favor.
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