La sociedad política mexicana
(ejecutivos de los tres niveles de gobierno, alta burocracia, representantes
populares en los congresos, agrupaciones políticas) ha alcanzado una autonomía
relativa frente a la sociedad civil -reforzada por la última reforma electoral
del año pasado- al grado que sistémicamente la actividad política funcione en
autorreferencia, viéndose a sí misma, decide por sí misma sin requerir tomar el
pulso de una diversa y compleja sociedad civil.
Al finalizar el ciclo de 23 años
de existencia del Instituto Federal Electoral, su esfuerzo por organizar
elecciones creíbles, factor decisivo para consolidar el pluripartidismo en el
Congreso y facilitar la alternancia en el Poder Ejecutivo, queda como su
legado. No obstante, en esta era se han impuesto realidades fuera del alcance y
de las responsabilidades del IFE que ponen sobre el tapete añeja pregunta ¿Para
qué democracia? Esto a la luz de la fractura, al desencuentro mejor dicho,
entres sociedad política y sociedad civil. Me sorprende una opinión extendida y
callejera, acerca que de política la gente no quiere saber nada. La democracia
no es un activo en la felicidad de las personas. Se construyó la democracia
electoral como una realidad aislada, sin dejar ver el logro de mejores
gobiernos pues el lastre de la impunidad impide su realización. Una democracia
electoral sin acompañamiento del crecimiento económico y el curso de
desigualdad social a la baja.
Añadido a este cuadro está el
terrible fortalecimiento en las últimas tres décadas del crimen organizado, funcionando como un poder
paralelo en algunos municipios, regiones, estados, sometiendo bajo amenaza o
comprando autoridades.
Realidades que si bien no son
resultado de la democracia electoral, si nos remite a reponer la pregunta ¿Para
qué la democracia? Una democracia que no opera con una idea de pueblo, donde la
ciudadanía está estrechamente confinada a asuntos electorales y símbolo de identidad a través de la credencial de elector. Una democracia
al servicio de la clase política que le garantiza su reproducción. A su vez, esta clase política ha encontrado
al sujeto histórico para el cual modela al país: ese sujeto no lo constituyen
las masas de trabajadores, de campesinos, ni la mayoría de los desarrollan actividades de
emprendedores. El sujeto histórico al que sirve el orden político es al
inversionista, al que lo es en grande.
Así tenemos que después de 23
años de vida del IFE, sin proclamarse, ha quedado establecida la
aristodemocracia (Término tomado de Derrida, a él se lo leí) Elecciones libres
para reforzar las ventajas de los ya privilegiados. Igualdad, equidad relegadas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario