domingo, 23 de marzo de 2014

Aristodemocracia


La sociedad política mexicana (ejecutivos de los tres niveles de gobierno, alta burocracia, representantes populares en los congresos, agrupaciones políticas) ha alcanzado una autonomía relativa frente a la sociedad civil -reforzada por la última reforma electoral del año pasado- al grado que sistémicamente la actividad política funcione en autorreferencia, viéndose a sí misma, decide por sí misma sin requerir tomar el pulso de una diversa y compleja sociedad civil.

Al finalizar el ciclo de 23 años de existencia del Instituto Federal Electoral, su esfuerzo por organizar elecciones creíbles, factor decisivo para consolidar el pluripartidismo en el Congreso y facilitar la alternancia en el Poder Ejecutivo, queda como su legado. No obstante, en esta era se han impuesto realidades fuera del alcance y de las responsabilidades del IFE que ponen sobre el tapete añeja pregunta ¿Para qué democracia? Esto a la luz de la fractura, al desencuentro mejor dicho, entres sociedad política y sociedad civil. Me sorprende una opinión extendida y callejera, acerca que de política la gente no quiere saber nada. La democracia no es un activo en la felicidad de las personas. Se construyó la democracia electoral como una realidad aislada, sin dejar ver el logro de mejores gobiernos pues el lastre de la impunidad impide su realización. Una democracia electoral sin acompañamiento del crecimiento económico y el curso de desigualdad social a la baja.

Añadido a este cuadro está el terrible fortalecimiento en las últimas tres décadas del crimen organizado, funcionando como un poder paralelo en algunos municipios, regiones, estados, sometiendo bajo amenaza o comprando autoridades.

Realidades que si bien no son resultado de la democracia electoral, si nos remite a reponer la pregunta ¿Para qué la democracia? Una democracia que no opera con una idea de pueblo, donde la ciudadanía está estrechamente confinada a asuntos electorales y símbolo de identidad a través de la credencial de elector. Una democracia al servicio de la clase política que le garantiza su reproducción. A su vez, esta clase política ha encontrado al sujeto histórico para el cual modela al país: ese sujeto no lo constituyen las masas de trabajadores, de campesinos, ni la mayoría  de los desarrollan actividades de emprendedores. El sujeto histórico al que sirve el orden político es al inversionista, al que lo es en grande.

Así tenemos que después de 23 años de vida del IFE, sin proclamarse, ha quedado establecida la aristodemocracia (Término tomado de Derrida, a él se lo leí) Elecciones libres para reforzar las ventajas de los ya privilegiados. Igualdad, equidad relegadas.
 

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