Es una pregunta que me llega de
la frontera norte, Tamaulipas para ser preciso, inquiriéndome sobre la
situación política de la ciudad de México. Lo que sigue es una punteada
apreciación notoriamente insuficiente.
Primero se destaca una situación
atípica pero no ilegal. El actual jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, tomó
ese cargo bajo las siglas del Partido de la Revolución Democrática,
proclamándose como un representante ciudadano antes que partidista. Su gestión
es ya una prueba para encumbrar o desacreditar las alternativas ciudadanas
legitimadas por la legislación electoral reformada.
Segundo, siendo el PRD la
principal fuerza política en la ciudad, no se ve claro la capacidad de mando
del jefe de gobierno sobre las “tribus” perredistas en el escenario de la
capital del país. La suspensión del servicio en el tramo elevado de la línea 12
del metro ha sido ocasión para que se crispen los ánimos al interior del perredismo
capitalino. Han pasado más de quince días y lo que se sabe de las causas de la
suspensión ha generado un debate en el que la información técnica es puesta en
duda por la grilla al desnudo.
Tercero, el cambio en la dirigencia
nacional del PRD previsto para este año, me avisa Perogrullo, tendrá efecto en
la relación entre el jefe de gobierno y el partido que lo postuló.
Cuarto, el tema del agua es el
asunto más delicado que tiene la autoridad capitalina respecto a la oferta de
servicios que ofrece a la población bajo su gobierno. No es un asunto que esté
totalmente en las manos de Mancera, lo comparte con la Comisión Nacional del
Agua. Como pocos asuntos, la técnica no tiene mucho espacio para equivocarse,
por eso extraña que ante la demanda del cardenal Norberto Rivera Carrera, de no
suspender el servicio de agua durante la semana santa la autoridad se haya
doblegado. Se olvidaron de la justificación esgrimida para suspender el
servicio en esas fechas: la salida de cientos de miles de habitantes de la
ciudad reducía el número de afectados.
Quinto, hasta ahora, la decisión
del jefe de gobierno de acordar antes que confrontar al gobierno federal ha
sido su mejor acierto: guarecerse a la sombra de Los Pinos. Depende de sus
voluntades que esa fortaleza no se disminuya. Pero no es cuestión sólo de
voluntades, la marcha de la economía hacia un sendero de crecimiento tendrá
beneficios mutuos para ambos gobiernos. Y si la economía no crece la alianza
estará en peligro. Si la economía no crece las reformas quedarán en un
ejercicio de voluntarismo. Si le va mal a Los Pinos le irá mal al jefe de
gobierno.
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