Aunque el encabezado lo sugiera no se trata de abordar el tema de la superación personal. Otro es el cuento que aquí les traigo.
El viernes pasado, en su columna Raymundo
Riva Palacio se cuestionaba: “Qué saben que yo no” El tema era la actitud
confiada de los funcionarios del actual gobierno ante el proceso de reforma
energética. Su despreocupación ente el inevitable efecto basculante de la
reforma en los términos planteados.
En primer lugar, ya se ha dicho,
el gobierno cuenta con los votos para sacar la reforma en el Congreso. En el
debate mismo se darán los consensos. La izquierda parlamentaria no es un
escollo insuperable. Es más, la izquierda institucionalizada tendrá su derecho
de pataleo.
La cuestión es por qué se le dan
escobazos al avispero. Qué necesidad de disfrazar de gesta heroica un proceso
reformador y mitificar la reforma antes de su realización con resultados
supuestamente promisorios que no están a la vuelta de la esquina. Seguramente
es atavismo del presidencialismo mexicano. Se acuerdan de la reforma anterior
(2008) y los promocionales del tesoro escondido que la acompañaron. Digo, por
no irnos hasta el acto de la expropiación petrolera de 1938. Eso sí, se acusa
de mitómanos y nostálgicos a los que se oponen.
Hecho este planteamiento, la confianza
del gobierno es evidente, se funda en la centralidad política de otorgarle a
los grandes inversionistas ambientes y espacios seguros para su inversión. Lo
demás es demagogia. Bien sabe el gobierno que abatir la pobreza, someter a los
delincuentes, formalizar a los informales, son temas para los que no tiene
recursos ni tiempo.
Esta confianza obedece a un
alineamiento con la economía global y los tratados internacionales que no son
de hoy. El Estado soberano como tal no es factótum,
al gobierno no le es útil u operativo. Saben que los agentes tradicionales de
la socialización están debilitados frente a la sociedad del entretenimiento y
la propaganda, donde se dicta la modernidad que adoptarán los ciudadanos, el
habla y los gestos. La familia ya resulta parte del mundo despiadado, contrario
a lo que postuló Ch. Lasch. La iglesia se destaca como una franca iniciación al
cinismo desde el momento en el que los mismos religiosos no acatan los
mandamientos. La educación, el aparato educativo, utilizada como ariete de la
política.
La mercantilización y la sociedad
del entretenimiento que la acompañan se encargan de “orientar” a las personas,
naturalizando un orden especificado en el individualismo salvaje que, citando
al germanista Miguel Vedda, paradójicamente “promueve la liquidación radical
del individuo”. Lo social y la solidaridad, la comunidad y la cooperación no
caben dentro del orden que hoy se estila. La opinión diferente queda
empaquetada de tal forma que es fácilmente arrollada por la propaganda, de la
cual forman parte académicos rigurosamente adocenados que aparecen en la
pantalla chica y en el cuadrante de la radio, espetando invariablemente las
muletillas de la competitividad y los incentivos.
Enrique Peña Nieto, César Camacho
Quiroz, Emilio Gamboa Patrón, Manlio Fabio Beltrones y los miembros de la
comisión política permanente del Revolucionario Institucional comen ansías por
apurar la reforma energética, concluir el desalojo del lastre que les significa
la revolución mexicana para su futuro político. Por eso se desgañitan y hacen
exorcismo de su pasado al denunciar “la palabrería hueca” los “cascarones
políticos que responden a una encrucijada del pasado” (La Jornada)
El año 2029 no está lejos, para
ese entonces los Partidos Demócrata y Republicano bien podrían quedar
legalmente establecidos en este territorio llamado México si la línea
fronteriza del norte baja hacia el sur, hasta el Río Suchiate.
Bueno, éste es el guion que las
élites tienen deparado para los mexicanos y la fuente de su confianza está
aclarada. No es un dilema filosófico entre el saber y el no saber. Es la cruda
realidad del poder. Nuestra mitología se ha debilitado y se reduce a los fuegos
fatuos del folclore.
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