martes, 20 de agosto de 2013

La fuente de la confianza


Aunque el encabezado lo sugiera no se trata de abordar el tema de la superación personal. Otro es el cuento que aquí les traigo.
El viernes pasado, en su columna Raymundo Riva Palacio se cuestionaba: “Qué saben que yo no” El tema era la actitud confiada de los funcionarios del actual gobierno ante el proceso de reforma energética. Su despreocupación ente el inevitable efecto basculante de la reforma en los términos planteados.

En primer lugar, ya se ha dicho, el gobierno cuenta con los votos para sacar la reforma en el Congreso. En el debate mismo se darán los consensos. La izquierda parlamentaria no es un escollo insuperable. Es más, la izquierda institucionalizada tendrá su derecho de pataleo.

La cuestión es por qué se le dan escobazos al avispero. Qué necesidad de disfrazar de gesta heroica un proceso reformador y mitificar la reforma antes de su realización con resultados supuestamente promisorios que no están a la vuelta de la esquina. Seguramente es atavismo del presidencialismo mexicano. Se acuerdan de la reforma anterior (2008) y los promocionales del tesoro escondido que la acompañaron. Digo, por no irnos hasta el acto de la expropiación petrolera de 1938. Eso sí, se acusa de mitómanos y nostálgicos a los que se oponen.

Hecho este planteamiento, la confianza del gobierno es evidente, se funda en la centralidad política de otorgarle a los grandes inversionistas ambientes y espacios seguros para su inversión. Lo demás es demagogia. Bien sabe el gobierno que abatir la pobreza, someter a los delincuentes, formalizar a los informales, son temas para los que no tiene recursos ni tiempo.

Esta confianza obedece a un alineamiento con la economía global y los tratados internacionales que no son de hoy. El Estado soberano como tal no es factótum, al gobierno no le es útil u operativo. Saben que los agentes tradicionales de la socialización están debilitados frente a la sociedad del entretenimiento y la propaganda, donde se dicta la modernidad que adoptarán los ciudadanos, el habla y los gestos. La familia ya resulta parte del mundo despiadado, contrario a lo que postuló Ch. Lasch. La iglesia se destaca como una franca iniciación al cinismo desde el momento en el que los mismos religiosos no acatan los mandamientos. La educación, el aparato educativo, utilizada como ariete de la política.

La mercantilización y la sociedad del entretenimiento que la acompañan se encargan de “orientar” a las personas, naturalizando un orden especificado en el individualismo salvaje que, citando al germanista Miguel Vedda, paradójicamente “promueve la liquidación radical del individuo”. Lo social y la solidaridad, la comunidad y la cooperación no caben dentro del orden que hoy se estila. La opinión diferente queda empaquetada de tal forma que es fácilmente arrollada por la propaganda, de la cual forman parte académicos rigurosamente adocenados que aparecen en la pantalla chica y en el cuadrante de la radio, espetando invariablemente las muletillas de la competitividad y los incentivos.

Enrique Peña Nieto, César Camacho Quiroz, Emilio Gamboa Patrón, Manlio Fabio Beltrones y los miembros de la comisión política permanente del Revolucionario Institucional comen ansías por apurar la reforma energética, concluir el desalojo del lastre que les significa la revolución mexicana para su futuro político. Por eso se desgañitan y hacen exorcismo de su pasado al denunciar “la palabrería hueca” los “cascarones políticos que responden a una encrucijada del pasado” (La Jornada)

El año 2029 no está lejos, para ese entonces los Partidos Demócrata y Republicano bien podrían quedar legalmente establecidos en este territorio llamado México si la línea fronteriza del norte baja hacia el sur, hasta el Río Suchiate.

Bueno, éste es el guion que las élites tienen deparado para los mexicanos y la fuente de su confianza está aclarada. No es un dilema filosófico entre el saber y el no saber. Es la cruda realidad del poder. Nuestra mitología se ha debilitado y se reduce a los fuegos fatuos del folclore.

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